domingo, 12 de diciembre de 2010

El maestro del Presidente

***SNN

Ciespal fue el escenario para que Ignacio Ramonet comparta su ideología y el concepto de la verdadera “globalización”.

Foto: Presidencia de la república

Reunión. El pasado martes, el presidente Rafael Correa mantuvo conversaciones con el periodista español, Ignacio Ramonet, a quien considera un gran ejemplo.

Un maître à penser: eso es Ignacio Ramonet para el presidente Correa y su política contra los medios de comunicación. Su maestro. Eso lo sabían aquellos que han seguido el itinerario del periodista español que fue director de Le Monde Diplomatique de 1990 al 2008. O que han leído sus tesis desparramadas en una veintena de libros sobre comunicación, globalización, Fidel Castro… Ramonet es uno de esos intelectuales que de la trinchera del anticolonialismo saltó a la antiglobalización.


Vino a Quito, habló con Rafael Correa, dio una conferencia en Ciespal que duró una hora larga y se fue. Vino invitado, se dijo en Radio Pública, por la Secretaría de Comunicación y la Cancillería. Tal solicitud con un periodista llama naturalmente la atención. Pero hay una explicación: con Ramonet ocurre el mismo fenómeno que describió Carlos Rangel en el libro “Del buen salvaje al buen revolucionario”. Hay tras su acercamiento a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba… un montón de mitos e ilusiones que lo convierten, quizá bien a pesar suyo, en un gran mistificador.


Por supuesto un mistificador como él está muy bien informado. Él conoce la mutación que ha sufrido la información y la comunicación. Ha seguido al dedillo la emergencia de grupos planetarios en la era digital en telefonía, informática, redes sociales, motores de búsqueda… Conoce la formación de nuevos grupos económicos también planetarios. Su diagnóstico no es original. Lo que lo hace sui generis es su interpretación y las conclusiones que, viniendo de un antiglobalizador, no dejan de sorprender: Ramonet da por hecho que la prensa ha dejado de ser el contrapoder, que desde una actitud cívica, ayuda a los ciudadanos a reaccionar, a resistir, ante los eventuales abusos del poder. De los poderes, en su conjunto.


En el camino de su demostración, el maestro del Presidente junta marcas y nombres (Murdoch, Nokia, Appel, Google, BlacBerry, Yahoo, YouTube…), y los erige en representantes de un capitalismo nuevo, no industrial sino financiero, especulativo, cuya vocación es planetaria. Para él, eso es la globalización. Y en ese esquema, la prensa juega el papel de aparato ideológico. La prensa ha hecho, en este momento de poderes totales, una alianza con ellos y en vez de defender a los ciudadanos, actúa contra ellos. Los ha traicionado.


Ramonet, quien en forma alguna renuncia al maniqueísmo de la vieja izquierda, tiene una visión totalmente unívoca de la globalización. Porque si fuese enteramente verdad lo que afirma, si la globalización solo pudiera mirarse bajo el prisma espeluznante que él propone, habría que ignorar la labor de las redes sociales y el impacto de WikiLeaks. O desconocer la idea de una justicia universal, que ha dado pasos innegables como se vio, por ejemplo, en los juicios contra Pinochet o contra el carnicero de Belgrado, Radovan Karadzic.

En la lectura de Ramonet es imposible entender por qué los motores de búsqueda fastidian tanto al gobierno chino, al punto de impedirles funcionar. En Ciespal tampoco dijo que sin Internet y los celulares, Rafael Correa no habría existido políticamente porque Lucio Gutiérrez, probablemente, nunca se hubiera caído.


No obstante, Ramonet es un hombre que, como Marx y todos los modernos, incluidos Freud y Sartre, aman los sistemas globales y coherentes que explican todo y no dejan cabo suelto. La complejidad del mundo contemporáneo es algo que reconoce, pero ni elabora ni procesa.

En su cosmovisión, existen las mismas disyuntivas sencillas y maniqueas estilo guerra fría: mercado contra Estado, privado contra público, individual contra colectivo, egoísmo contra solidaridad. En ese contexto, la prensa no puede ser otra cosa que el perro guardián -la expresión es suya- del orden económico establecido. La prensa es -y lo dijo en Quito- el sustento ideológico de la globalización. Su tarea se limita, entonces, a forjar los marcos conceptuales de la sumisión de la ciudadanía ante la nueva alianza de poderes.


Curiosa elaboración de un intelectual que hizo toda su carrera en una empresa que edita uno de los diarios más serios del planeta: Le Monde. Y claro, Ramonet no es un hombre de meros diagnósticos: preconiza la formación de un quinto poder que permita oponer una fuerza cívica a esa nueva e inédita alianza de poderes ante la cual se encuentran los ciudadanos.


Un poder contra los medios. Un poder controlador que diga a los medios, porque ellos ya no saben, qué es la verdad y cómo respetarla. Un poder que limpie la información de la “marea negra”, eso dijo, que la contamina. Una información que no envenene el espíritu de los ciudadanos y su cerebro.


Ramonet no piensa la información desde los ciudadanos, quienes son los llamados a escoger en el mercado, sino desde el poder. Por eso, cuando aplica teoría a América Latina, ¿qué ve? Algunos líderes que le caen bien ideológicamente y que en su ecuación son los únicos que tienen la legitimidad de los votos. Ellos tienen razón por antonomasia. La prensa en Venezuela solo puede ser, solo es un perro guardián que trata de contener las reivindicaciones populares y cuya verdadera ambición es quedarse con el poder político. Ahí, por supuesto, Ramonet olvida la descripción que él mismo hace del poder dictatorial que consiste, justamente, en sumar al poder ejecutivo, el legislativo y el judicial para aplastar a los ciudadanos. Y por supuesto cortocircuitar a los medios de comunicación para evitar que la ciudadanía resista y reaccione. Cualquiera que lo haga, sabe por adelantado su sello: perro enemigo de la comunidad donde vive. Más caricaturesco, imposible.


Ramonet es un mistificador. Un hombre que preconiza un orden en una sociedad en la cual controlar la comunicación y la información es imposible. Él habla de la legitimidad de los votos pero aquello que otorga a Chávez niega a Berlusconi. Su sistema es otra entelequia forjada por un intelectual moderno para sociedades aparentemente desamparadas que él, en un desvarío ideológico, pide ponerse en manos de salvadores supremos que encarnan la verdad y la legitimidad.


Ramonet reclama para él -con razón- el derecho de pensar y disentir del poder. Pero a aquellos que quieren hacer lo mismo aquí, con el mismo derecho que lo asiste a él, los viene a llamar perros guardianes. Mistificador e indelicado el señor.


Fuente: DIARIO EXPRESO

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