martes, 1 de noviembre de 2011

Un río rodeado por bosque nativo, nueva zona de conservación

***SNN




Con la designación de área protegida se busca frenar la tala y los monocultivos. El Sistema Hídrico El Pachijal es considerado uno de los últimos pulmones del Distrito Metropolitano de Quito.


El agua fluye entre las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes y alimenta a un espeso bosque nativo. Su verdor acoge a una gran diversidad de flora y fauna. El constante sonido viene de la corriente del río Pachijal.


Allí, a unos 120 kilómetros en el noroccidente de Quito, se ubica el recinto del mismo nombre, en la parroquia de Pacto, sobre una topografía accidentada de 15 mil hectáreas. Es la zona medular del Sistema Hídrico El Pachijal, que esta semana fue presentado, simbólicamente, como la segunda área protegida municipal del país.


Es uno de los últimos pulmones del Distrito Metropolitano de Quito y, para los casi 3.000 habitantes del lugar, también es su principal fuente de vida.


En el límite de los cantones Quito, San Miguel de los Bancos y Pedro Vicente Maldonado habitan osos de anteojos, ardillas, armadillos, venados, guantas, mariposas, colibríes, entre otros animales; además de un sinnúmero de plantas que los colonos consideran medicinales: árbol de sandi, la caña brava, el copal, la espada roja y más.


Sin embargo, los relatos también señalan especies ahora extintas en la zona, como los árboles de caucho y el chíparo, esta última una especie vegetal que actuaba como un muro natural frente a los aluviones.


Con la designación de área protegida se busca frenar la tala y los monocultivos. El Sistema Hídrico El Pachijal es considerado uno de los últimos pulmones del Distrito Metropolitano de Quito.


En El Pachijal, a la tala del bosque se han sumado otras amenazas como la minería metálica, el monocultivo de palmito e iniciativas de proyectos hidroeléctricos. Los efectos: alteraciones del clima con fuertes lluvias en invierno y reducción en el caudal de las fuentes de agua dulce durante el verano.


Mariano Muñoz, colono, considera que el modelo que ha implementado el Ministerio del Ambiente ya no funciona. Se refiere a los permisos que la entidad ha otorgado para la tala.


Asegura que, en más de cuatro décadas, diferentes empresas se han llevado todos los recursos económicos del bosque y no han regresado un centavo a la zona. “Deben devolvernos en semillas, en salud y educación, al menos”, añade.


Además de la erosión que produce el cultivo de palmito, los químicos que se usan para su producción van a parar en la cuenca del río y lo contaminan, denuncia Benigno Pérez, presidente del Comité Promejoras de El Pachijal.


Leonor Ramírez, de 65 años, agrega que con las fábricas que producen palmito no solo se le quita el espacio a otros árboles nativos, sino que el abono usado atrae mosquitos que afectan a los animales.


Ante estas amenazas, hace cuatro años los moradores de El Pachijal empezaron a pedir la intervención de las autoridades, sin respuesta, según Muñoz. El 12 de junio del 2010 representantes del recinto y de las comunidades de Gualea y Mashpi firmaron, entre ellos, un acuerdo de voluntades. Este proceso les permitió empezar a definir el perfil de desarrollo y de protección que querían para esta zona, relata.


En mayo pasado, Mashpi fue declarada como la primera área natural protegida municipal del país, después de que la Constitución del 2008 otorgara esta potestad a los gobiernos locales; y el 24 de octubre, el Municipio de Quito, en un acto simbólico, declaró bajo el mismo título al Sistema Hídrico El Pachijal. Las autoridades municipales dicen que en noviembre se emitirá la ordenanza que oficializará el título asignado.


El concejal Alonso Moreno, presidente de la Comisión de Ambiente del Municipio, explica que esta declaratoria es parte de un proyecto integral de Ecodesarrollo que busca integrar a los cantones limítrofes.


En tanto, la comunidad y las autoridades municipales coordinan mejoras en la infraestructura, capacitación en turismo comunitario y un cambio de modelo agropecuario que permita continuar con las actividades agrícolas en la zona, pero bajo un plan de mínimo impacto ambiental, que incluye la erradicación del uso de productos químicos y la restauración del bosque nativo.


Fuente: EL UNIVERSO*

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