domingo, 19 de junio de 2011

“Éste será mi último cumpleaños”

***SNN


VISTAZO | Santiago Aguilar


Bolívar es la provincia con mayor índice de suicidios. Investigaciones de universidades norteamericanas demuestran que a mayor altitud, mayor es la incidencia de intentos de autoeliminación.


Con una frase escrita en su muro de Facebook, Kevin Paredes, de 15 años, se despidió antes de tomar las pastillas que lo llevarían a la muerte. Han transcurrido 24 meses y su madre, Gladys Villagómez, no encuentra explicación, ni consuelo.


“Mi hijo era un joven tranquilo, excelente alumno; fue segunda escolta de la bandera nacional. Aparentemente lo tenía todo en la casa; buen hijo y buen hermano. No entiendo qué lo llevó a tomar esa decisión”. Las lágrimas regresan.


Kevin cursaba el segundo año de bachillerato. Cuando faltaban pocos días para cumplir 16 años, empezó a dejar mensajes en su perfil de la red social. “No quiero vivir”, “no le encuentro sentido a la vida”, “ahora sí, ya va en serio”, fueron algunas de las frases que sus padres encontraron publicadas y que dan algunas pistas. La madrugada del domingo 3 de agosto de 2007, su padre lo encontró recostado en el baño: había tomado veneno para ratas, curiosamente uno llamado “El Campeón”.


Ubicada en la Sierra central, Bolívar es la provincia con mayor cantidad de suicidios del país, según cifras de la Policia Judicial, a las que accedió Vistazo.


¿Existe alguna correlación entre los casos de suicidio y la altitud? Aunque no se conocen estudios nacionales al respecto, dos investigaciones realizadas en Estados Unidos concluyen que a mayor altitud, mayor frecuencia de casos.


Un equipo de investigación, dirigido por el doctor Barry Brenner, descubrió que a partir de los dos mil metros sobre el nivel del mar, las tasas de suicidio se incrementaban. El estudio se realizó tras un análisis de dos décadas de datos de mortalidad (1979-1998). En este período, los suicidios representaron el 1,4 por ciento de todas las muertes. Brenner es profesor de Medicina de urgencias y medicina interna, y médico en el Hospital Universitario del Centro Médico Case de Cleveland.


Otro investigador llegó a la misma conclusión. El doctor Perry Renshay, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utah, halló una relación entre altitud y suicidios. Renshay determinó que la altura parece ser un factor de riesgo para el suicidio, especialmente entre las personas proclives a la depresión y los trastornos del estado de ánimo.


Brenner sugiere que los niveles de obesidad y apnea del sueño pueden ser más comunes en las alturas. Pero también plantea que la hipoxia –suministro inadecuado de oxígeno a las células y tejidos del cuerpo– es frecuente en altitudes, y al parecer causa alteraciones en estados de ánimo.


La realidad ecuatoriana
Para el doctor Ramiro Puetate, médico especialista en Neurocirugía, no es descabellado pensar en la hipoxia como una posible explicación. “En las ciudades de altura no hay la misma cantidad de oxígeno que en el llano. Estudios recientes, aunque no del todo comprobados, dicen que la hipoxia puede acelerar los procesos de depresión de una persona con esta tendencia”.


Irene Baldeón, especialista en Psicología Clínica y tratamiento de adolescentes, explica que hay marcadas diferencias en los caracteres de los pobladores de Costa y Sierra. “En la Costa los jóvenes son más expresivos. Ese desfogue a través del lenguaje puede ser determinante. El joven serrano, al interiorizar sus sentimientos y pensamientos, reprime ese cúmulo de preocupaciones, por lo tanto, puede optar por el suicidio, incluso como expresión rebelde de su soledad”.


El investigador social Fernando Carrión, autor de artículos sobre el suicidio en el Ecuador, afirma que “La problemática se vincula claramente a orígenes y consecuencias absolutamente colectivas y sociales que nada tienen de carácter individual y aislado”. Para él, hay dos grupos etáreos proclives: juventud y tercera edad. ¿Posibles explicaciones? “Imaginarios de dolor y desolación, condiciones laborales difíciles y pérdidas de seres queridos”.


Dolor y desolación, términos en los que coincide el padre Wilson Salazar, quien lleva cuatro años como párroco de Guaranda, capital de la provincia de Bolívar. Él afirma que las causas más frecuentes son amores no correspondidos y desunión familiar. “Este año hubo más de 50 intentos. La mitad de ellos vuelve a intentarlo”. El sacerdote atribuye el problema a las agobiantes condiciones económicas de la provincia y a la migración de los padres hacia otros países, que deja hijos en el abandono.


Según un informe del Departamento de Estadísticas del hospital Alfredo Noboa Montenegro de Guaranda, de los 445 intentos en 2010, el 70 por ciento corresponde a personas que vivían en zonas rurales.


Los casos son más frecuentes entre los 15 y 30 años. El médico Adrián Noboa León, director de Emergencia, asegura que los intentos se concentran en un 73 por ciento en las mujeres. “Las mujeres son más propensas al intento, pero los hombres son más ‘efectivos’, si cabe el término”.


Las estadísticas muestran que en el primer trimestre de 2011 los intentos autolíticos (nombre médico del fenómeno) llegaron a 48 casos, 60 por ciento de los cuales se produjo por intoxicación, tras la ingesta de sustancias fosforadas y pesticidas, como el Gramoxone, un plaguicida de alta toxicidad(Paraquat), que puede causar daños en los pulmones, riñones, cerebro, hígado.


Un método al parecer común en la zona rural y en el cantón Chimbo, a 20 minutos de Guaranda, conocen bien del tema.


“Estaba sentada, como dormida”
Olga Argüello Acurio, de 62 años, tuvo ocho hijos. Una se suicidó. Trabajadora incansable, buena, así define Olga a su hija Johana, quien a los 22 años decidió eliminarse por una decepción amorosa. Estaba a punto de casarse con Hernán García, coterráneo cuya persona que volvió después de 10 años de trabajar en España. Ingirió veneno y terminó con su vida y la de la criatura que esperaba. La encontraron sobre unas plantas de maíz con un frasco de Gramoxone. “Sentadita la encontramos, como dormida. Al lado del cuerpo estaba el veneno, la chalina y la hoz”. Apoyada en un barandal de su humilde casa, rodeada de dos perros flacos, la madre recuerda las palabras de su hija. “Me decía: mamita, yo no me he de casar, con usted he de vivir hasta que sea viejita”.


Decepciones amorosas, incomprensión familiar, problemas económicos, influencia de las nuevas tecnologías, son algunas de las posibles razones de los suicidas. Sin embargo, para el doctor Rodrigo Tenorio, psicoanalista, los sucesos nombrados son apenas un botón que activa las emociones del individuo: las causas se pueden rastrear en una especie de vaciamiento del sistema de significaciones en el suicida. “Cuando el sistema de sentidos, de significaciones de la existencia, se empieza a vaciar, aparece la angustia, una expresión externa, casi física, de la pérdida de sentido de la vida”. El experto afirma que no es necesario un evento traumático. “La soledad de los muchachos es una soledad de significaciones. Pueden tenerlo todo, llenar su armario de ropa, tener juguetes y todo lo que deseen, pero si esas cosas están vaciadas de sentido, como sucede con los hijos de los migrantes, solo les queda la nada”.


Vladimir Serrano, psicoanalista y presidente de la fundación Carl Gustav Jung, plantea que un suicidio no siempre puede considerarse patológico, salvo en el caso de la depresión. “Lo que suele aparecer es una necesidad de librarse del sufrimiento físico. La alienación, entendida como la ausencia de esperanza, se soluciona a través del suicidio como una salida frente a una realidad. Las personas no necesitan tener comportamientos extraños para acabar con su vida, de ahí lo difícil de detectar a una persona que quiera suicidarse”.


Según la Fiscalía de Bolívar, de enero a abril de este año, ya se han reportado cuatro casos y el año pasado se registraron 25. “Los meses más complicados del año son septiembre y diciembre”, según Manuel Sánchez, fiscal provincial de Bolívar.


Las cifras de la OMS calculan que cada año se cometen 900 mil suicidios. El suicidio se encuentra entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de 15 a 44 años. Es un fenómeno sobre el que faltan más estudios en el país.

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