domingo, 15 de mayo de 2011

Drama y esperanza, a un mes de tragedia de buses de Coactur

***SNN


MANTA, Manabí. El menor Rafael Pinargote pasa en una silla de ruedas junto con sus cinco hermanos. Ellos perdieron a sus padres en el accidente de Coactur.


(El Universo).- Todos los días, a las 12:00, Vanessa Mero desinfecta sus manos, se pone un mandil e ingresa a la sala de Cuidados Intensivos del hospital Roberto Gilbert. Allí se acerca a la cama en donde está su hija Britany, de 2 años, y le canta una canción.


Vanessa Mero acude todos los días a una capilla que está dentro del hospital para orar y pedir a Dios que Britany se mejore.



Mi hija aún no abre su ojo izquierdo, la mirada aún es fija, como perdida, pero sé que ella me escucha cuando le canto sus canciones preferidas”, dice la madre, al referirse a la pequeña que resultó herida de gravedad en el choque entre dos buses de la cooperativa Coactur en la vía Guayaquil-Portoviejo.


El viernes pasado se cumplió un mes de la tragedia que dejó como saldo 12 personas fallecidas y más de 40 heridos. Del segundo grupo, 3 continúan asilados en diferentes hospitales de Guayaquil.


Vanessa se muestra optimista de que Britany se recupere de las fracturas y los politraumatismos. Después de visitarla por 20 minutos, asegura que su hija siempre la espera despierta.


Xavier Páez Pesantes, jefe del área de Cuidados Intensivos del hospital, explica que la menor sufrió un trauma craneoencefálico severo que produjo una lesión cerebral y tiene una fractura en la pierna izquierda.


“Ella no tiene un despertar normal todavía. Se puede hablar de un coma reactivo, está como dormida, no interactúa con el medio, tiene dificultades para mantener una respiración adecuada, está con traqueotomía para mantener o ayudar su respiración”, dice el médico.


Pese a este panorama, Vanessa se muestra alegre, aunque por momentos llora cuando recuerda la muerte de sus padres, quienes también viajaban en uno de los buses y no pudo asistir al entierro porque estaba pendiente de su hija.


Luego de visitar a Britany, la mujer acude a orar a la capilla del hospital. Tiene fe en que su hija mejore y regrese a casa, aunque la entristece pensar que le pregunte por sus abuelos, quienes la cuidaban.


En otro lado de la ciudad, en el hospital Luis Vernaza, en la sala de Cuidados Intermedios, Álvaro Manuel García García, de 19 años, permanece en una cama sin moverse y con la mirada fija como consecuencia de los golpes que sufrió en la cabeza cuando viajaba en uno de los buses de Coactur.


Su esposa, Silvia Mendoza, de 24 años, explica que él perdió masa encefálica y tiene una fractura en el cráneo.


“Los doctores dicen que no mueve las manos, los ojos, no obedece a nada de lo que le dicen; él abre los ojos pero tiene la mirada fija, no habla”, expresa Silvia con desesperación al ver que su esposo no reacciona.


Ella, al igual que sus suegros, duerme en las afueras del hospital; no tiene en dónde hospedarse porque son de escasos recursos económicos y su residencia es en Manta, Manabí.


El día del accidente, Álvaro se dirigía a Guayaquil para realizar un trabajo de soldadura que le habían ofrecido. Su esposa relata que él viajaba con siete amigos más, pero que su pareja resultó más afectada.


Freddy García, padre del joven, cuenta que perdió su trabajo de albañil ya que está pendiente de su único hijo varón.


Mientras que Silvia, quien ahora tiene que mantener a dos hijos, de 1 y 4 años, no sabe qué hacer ni cómo cubrir los gastos, pero no pierde las esperanza de que Álvaro se recupere y regrese a la casa con sus pequeños.


Sin embargo, reflexiona que si a su esposo le dieran el alta en las condiciones que se encuentra, no tendría dinero para su tratamiento ni para sus medicinas que son costosas.


En la sala San Aurelio, de este centro, está otra víctima, Gelacio Fernando Estrada Vásquez, de 19 años, a él lo acompaña su madre, quien dejó de sembrar arroz en el cantón Santa Ana para estar con su hijo.


El jefe del servicio de Cirugía, Max Coronel Intriago, explica que Gelacio sufre una conmoción cerebral. “Él no puede pararse y a veces es necesario inmovilizarlo un poco, porque las personas en ese estado producen un estado de excitación psicomotriz que hace que se puedan causar daño ellas mismas”, indica el médico.

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