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Cada 11 de octubre en Ecuador se celebrará el Día Nacional de la Niña. Expertos consideran que la situación de las menores no mejora en distintos ámbitos.
La luz tenue que sale de un pequeño foco lleno de hollín y grasa apenas alcanza a dibujar la silueta de una niña que intenta tomar algo del mesón en la cocina de una casa de Sangolquí, en el suroriente de Quito.
Es miércoles y a las 16:00 están tres niños de 4, 8 y 10 años, y una tía.
De pronto, un rayo hace que la luz del foco titile y esconda, en una tiniebla momentánea, la silla en la que Anahí, de 8 años, está subida para lavar los platos, tras haberles servido sopa a Antonio y José, sus hermanos. Labor que, además de arreglar la ropa, cumple hace tres meses.
Para Alicia S., una de las tías de Anahí, es un abuso el que su hermana disponga que, mientras los adultos estén trabajando, la niña sea responsable de la casa. Reconoce que la falta de recursos es un problema y por eso la madre sale a laborar.
Pese a ello critica que a su sobrina le quiten tiempo de hacer tareas y jugar.
A su tía, la niña de piel canela, ojos oscuros y cuerpo delgado, le dice –con una tímida voz– que solo ayuda a su mamá, pues hace siete meses su padre, alcohólico, está en una clínica.
No obstante, Rossana Viteri, directora del Plan Internacional en el Ecuador, cree que la situación de niñas como Anahí es muestra de la “naturalizada” violencia y discriminación contra el género femenino, razón que llevó a su institución, desde el 2012, a proponer el ‘Plan Por ser Niña’.
Viteri no solo cataloga como maltrato el trabajo doméstico remunerado, también cree que se violenta a las menores con tareas excesivas en el hogar.
Anahí es parte del 80% de niñas, entre 5 y 17 años, que hacen tareas domésticas, según el informe ‘Estado de los derechos de la niñez y adolescencia en Ecuador (EDNA) 1990-2011’, publicado el 2012 por la Fundación Observatorio Social.
Mientras que el Instituto Nacional de Estadística y Censos ( INEC) dice que 7 de cada 10 menores involucrados en tareas domésticas son mujeres.
Los altos niveles de violencia contra niñas y adolescentes que recoge el informe EDNA revelan, dice Viteri, que el panorama se empeora en casos de embarazo adolescente y maltrato. Y califica como “terrible” que las futuras adultas estén creciendo con el ‘miedo’ como sensación común.
En un análisis a 1.500 cartas de menores del ‘Plan Por ser Niña’, la palabra más usada es miedo: al maltrato, al abandono, al abuso de compañeros en clases, a la violencia sexual...
Pero el maltrato a la niña empieza en el hogar. Los primeros agresores casi siempre son sus padres, asegura Paúl Guerrero, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Sustentado en un reporte del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, indica que el 42% de menores son agredidas.
En las cartas del ‘Plan Por ser Niña’ también se refleja que el 12% de pequeñas dicen estar deprimidas, 26% se refiere a la pobreza en sus vidas, 74% a sus responsabilidades en el hogar, el 23% escribe de los riesgos en el espacio público, el 14% describe casos de violencia sexual.
El machismo, que invisibiliza a niñas y adolescentes tras frases peyorativas y visiones como que las mujeres son de menor valor, se hizo evidente en la vida de Paola, de 15 años. Dejó hace dos años el colegio para trabajar en Santo Domingo de los Tsáchilas, porque los ingresos del hogar no alcanzaban. “Mi padre decidió que se quede estudiando mi hermano porque él sí va a trabajar. Mientras yo solo iba a casarme, así que la plata del estudio se iba a desperdiciar”, cuenta triste.
El último censo del INEC indica que cerca de 200 mil mujeres están excluidas del sistema educativo y más de la mitad son menores. Mientras el EDNA indica que el 20% de niñas experimentan rezago escolar.
Esa es la situación de Liliam. Tiene 14 años y recién está terminando la escuela. Estudia a distancia, dice, pues por las mañanas va a un mercado de Guayaquil. Vende vegetales. Con un plato en las manos, en el que a ratos ofrece fréjoles y en otros choclo, cuenta que se atrasó en los estudios porque labora desde niña. “Hay que trabajar, somos pobres”, cuenta, y se marcha.
Silvia, en cambio, tiene 12 años y por cuidar a sus medio hermanos –mellizos de año y ocho meses– ha dejado la escuela. La drogadicción de su madre y el alcoholismo de su padrastro la llevaron a proteger –por encima de su bienestar personal– a los pequeños.
Pero desde hace tres semanas los separaron. La madre y el padrastro de Silvia fueron detenidos por venta de drogas y robo. Hoy la niña vive en casa de sus abuelos y los niños con un tío. Y, aunque ya no la despiertan los insultos de su madre en las madrugadas, sigue cumpliendo tareas domésticas y no estudia.
Margarita Velasco, directora de la Fundación Observatorio Social del Ecuador, reconoce que el mayor avance en las dos últimas décadas en tema de derechos y reivindicaciones para la mujer en todas sus edades ha sido el acceso a educación, pero aclara que no ha cambiado la cultura patriarcal y machista.
Preocupada, asegura que aún la población ecuatoriana no ha analizado que, con el trabajo y aporte económico de la mujer en los ingresos familiares, ha habido un ascenso en la sociedad. Además, insiste, no han reparado en que por cada año de educación que tengan las niñas, crecerán sus ingresos en la adultez entre un 15% y 25%.
Para Margarita Carranco, directora de la Fundación Nuestros Jóvenes, una de los aspectos de mayor preocupación en el tema de violencia contra niñas y adolescentes es el embarazo precoz, que cada vez se da a menores edades, entre 12 y 13 años.
El EDNA indica que hay cerca de 64 mil madres menores y que 45 mil conviven en unión libre o están casadas.
Dos de esos casos suceden en el hogar de Bárbara, en Durán, Guayas. Sus hijas de 16 y 14 años ya son madres. La mayor vive con un joven, padre de la bebé que tuvo a inicios de este año; y la menor, en cambio, entregó al hijo que alumbró al abuelo paterno. Convive con otro hombre.
La madre reconoce cierto descuido con sus hijas. Ambas, que sí estudiaban, pasaban solas mientras ella trabajaba.
Riesgos de ese tipo son los que Alicia S. teme afecten a la pequeña Anahí, quien pese a la dureza de su realidad sonríe sin reparos a cada instante. Incluso cuando sus ojos parecen sortear entre su muñeca, el oso y la ropa que debe doblar.
Así es como aguarda la noche con ansias. Con la ilusión de abrazar a su madre y, además, disfrutar los dulces que ella le lleva.
"Como Ecuador debemos pensar en estrategias de prevención de la violencia (contra niñas y mujeres) y promoción de una cultura de paz”.
Paúl Guerrero, Unicef
Fuente: EL UNIVERSO
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