Lo que su familia no pudo impedir con consejos lo consiguió la corriente del río Bravo: no irse a Estados Unidos. Desde hace más de un año, María Inés Muñoz, de 24 años, soñaba con emigrar a ese país para reunirse con su esposo, quien se marchó hace tres años.
 
 
Ella y Luis Calle, de 22 años, oriundos de la comunidad de Malal, cantón Cañar, fueron arrastrados por la corriente el pasado 2 de este mes en el río Bravo, en el estado de Tamaulipas, en la frontera entre México y EE.UU.
 
 
Aidé F., de 24 años, cuñada de Calle, sobrevivió a la tragedia. Ella narró el lunes pasado a sus familiares que viven en Cañar que los tres eran dirigidos por un guía.
 
 
Cruzaron el río caminando, tomados de la mano. Ninguno sabía nadar. En tierra firme vieron que se aproximaba una patrulla de frontera. El guía les gritó que regresaran a esconderse y en la desesperación se lanzaron al agua.
 
 
Aidé fue auxiliada con una rama por el guía e intentó ayudar a María Inés agarrándola del cabello, pero no lo logró. La corriente arrastró a los dos migrantes. Luis Calle ya fue encontrado y reconocido por su nombre tatuado en los nudillos de la mano izquierda.
 
 
El jueves pasado, tras cuatro días de búsqueda, los bomberos de Nuevo Laredo, Tamaulipas, localizaron cuatro cadáveres.
 
 
Por fotos subidas en las redes sociales e identificadas por familiares, se presume que uno de esos cuerpos es de Muñoz, que era conocida en su pueblo como ‘Mila’.
 
 
Malal es un pueblo mal iluminado de unas 60 casas dispersas con calles de tierra y lodosas por las lluvias de los últimos días. Sus habitantes consumen agua entubada y no tienen alcantarillado. Las familias del lugar viven de la ganadería y la venta de leche.
 
 
Según la información de la Secretaría Nacional del Migrante (Senami), para corroborar la identidad de los cuerpos, los familiares enviaron documentos a través de Internet. Luego empezará la repatriación, un trámite que puede tomar dos semanas.
 
 
Muñoz partió de Cañar el 14 de octubre, dos días después de que su única hija cumplió 4 años. Allí, con sus suegros Segundo Calle y Cleotilde Calva vivió seis años, desde que se casó. Esa mañana, Calva había salido con su nieta a la ciudad de Cañar.
 
 
Su nuera se quedó en casa. Al mediodía se encontraron en Cañar. “Abrazó a su hija y le dijo que iba a hacer compras. Nunca me avisó que era su partida”, contó Calva, mientras lloraba.


En Cañar, ‘Mila’ se había encontrado con sus dos compañeros de viaje. En la noche cuando no llegó a su casa y por rumores, ella intuyó que su nuera se marchó.
 
 
Cuatro días después le llamó por teléfono para contarle que estaba en Guatemala con otros dos vecinos. “Todos estamos bien. Cuando llegue a EE.UU. les llamaré”, evoca entre lágrimas al recordar sus súplicas para que no se fuera. “Me decía que para vivir o morir igual se marcharía”.
 
Según Calva, cada vez que le llamaba Claudio discutían y se encerraba a llorar. “Ella creía que su esposo la engañaba y que por eso no la apoyaba para migrar”.
 
 
Nadie de la familia Calle Calva conoce cómo, con quién y por cuánto pactó el viaje. Tampoco si pidió dinero prestado.
 
 
Claudio le hacía ver los riesgos de la travesía, pero a ‘Mila’ le angustiaban las deudas que tenía su esposo por su viaje, contó su tía Claudina Calle, de 46 años.
 

En casi tres años solo ha pagado USD 2 000, de los USD 12 000 que pidió. “Allá pasa enfermo, tiene anemia grave”.
 
 
La hija de esta pareja, ajena a la desgracia, jugaba el viernes pasado en el patio de la escuela de la comunidad Malal. En la misma escuela también estudia el menor de 8 años, hijo de Aidé F. En cambio, Luis Calle tenía un niño de 2 años y otro de ocho meses de gestación.
 
 
El profesor de la comunidad cercana de Gualleturo, Ángel Chuchún, contó que los jóvenes no tienen motivación por estudiar. Cuando se casó Muñoz recién había terminado el primer curso.
 
 
Tras insistencias de su familia ingresó a estudiar a distancia. El año lectivo anterior aprobó una segunda matrícula y este año no se inscribió al tercer curso.
 
 
Los jóvenes de la zona solo esperan cumplir 16 años para emigrar. En los últimos dos meses, de este pueblo salieron tres jóvenes (dos de ellos menores de edad) y ya están en EE.UU. En Malal no existe una familia que no tenga a un familiar en ese país.
 
 
Calva viste de luto. No ha parado de llorar desde que se enteró de la muerte de su nuera. “Ella no me escuchó. Le dije que no nos moriríamos de hambre y que no se separara de su hija. Y ahora cómo le explico a mi nieta”, dice.
 
 
En el cuarto de ‘Mila’ permanecen sus peluches y escasos juguetes sobre un ropero y una cama deteriorada. Las paredes están adornadas con unos afiches de artistas e imágenes religiosas. Cuando su nieta se lo pide y como para mantenerla cerca de su recuerdo, duermen en este cuarto, cuenta la abuela.
 
 
A unas cinco cuadras de la casa de Calva, vive Esther C. Ella agradece a Dios porque su nuera Aidé siga con vida. Sabe que ella está en un internado en México, de forma provisional, hasta que le tramiten su deportación. Esther C. pasa las horas afuera de su casa esperando noticias.
 
 
 
La repatriación
 
Ninguna de las dos familias está en capacidad económica de costear los gastos de repatriación, por eso dejaron el trámite a la Senami.
 
 
Las familias solicitan que se agiliten los trámites para sepultarlos en su natal Malal. Aún no han acordado si harán un solo velatorio.
 
 
La Fiscalía de Cañar investiga quién está detrás del viaje de los migrantes para empezar acciones legales. La información es reservada.
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Luto en Malal. La tía de María Inés Muñoz, Claudina Calle, llora al recordar las circunstancias del viaje de su sobrina.