Nuestro Presidente de la Revolución Ciudadana ha sabido responder a este reto, reclutando colaboradores con experiencia académica, consultores y administradores profesionales del sector privado.
Por: Antonio Quezada Pavón
El rol del Presidente -independientemente de quién sea electo- es el de un líder estratégico con responsabilidades en cuatro dimensiones: crear y mantener la visibilidad de la nación, obtener los suficientes fondos para financiar la gestión, ser su guía intelectual, filosófico y moral; y administrar en forma efectiva las operaciones estatales.
Muy poca gente es capaz de lidiar con estas cuatro áreas en forma igualmente eficaz, sin embargo todos hacen malabarismos con una serie de dilemas de su función.
No es fácil manejar la agenda estratégica de nuestro país, que se ha hecho más complicada por los esquemas difusos y la naturaleza del poder político. El Presidente puede saber lo que quiere hacer, pero si hace muchas preguntas y provoca discusión, recibirá posiblemente cientos de razones para no hacerlo.
Veamos lo que sucede desde el punto de vista de administración política: el Presidente lanza su primera iniciativa, a la cual algunos se opondrán; pero antes de que se puedan organizar, lanza otra iniciativa, lo cual divide el grupo de disidentes, pues seguramente varios de los que se oponían a la primera iniciativa acepten la nueva propuesta.
De esta manera irá dividiendo las iniciativas con el fin de fragmentar la oposición. Esto es parte de las habilidades del liderazgo estratégico, indispensables en la Presidencia para realinear las estructuras internas del Estado y rediseñar las propuestas de valor para acercar el Gobierno al mundo real de las necesidades de su pueblo.
Nuestro Presidente de la Revolución Ciudadana ha sabido responder a este reto, reclutando colaboradores con experiencia académica, consultores y administradores profesionales del sector privado.
Pero estos funcionarios con experiencia práctica no solamente deben traer su conocimiento del mundo real al Gobierno, sino rápidamente entender la diferencia entre el ambiente gubernamental y burocrático en el que han entrado y el mundo académico y privado de donde vienen. Y deben interpretar las diferentes perspectivas internas y externas, antes de formular una dirección estratégica.
En el contexto externo deben identificar las oportunidades y amenazas de una variedad de factores: tendencias regionales y globales, condiciones económicas domésticas e internacionales y, sobre todo, las necesidades, preocupaciones y expectativas del pueblo. En el ambiente interno deberán reconocer claramente los grupos de interés nacionales con sus respectivos anhelos y habilidades.
De hecho, el Presidente y su Gobierno tienen que dedicar tiempo para percibir los intereses y prioridades de la gente y sus instituciones. De otra manera será imposible que inspiren y movilicen a un gran número de actores para que soporten y avalen sus iniciativas clave.
El Presidente debe estar en el más alto nivel de liderazgo estratégico y poseer lo que Jim Collins llama “la paradójica combinación de humildad y fuerza de voluntad profesional”.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
Muy poca gente es capaz de lidiar con estas cuatro áreas en forma igualmente eficaz, sin embargo todos hacen malabarismos con una serie de dilemas de su función.
No es fácil manejar la agenda estratégica de nuestro país, que se ha hecho más complicada por los esquemas difusos y la naturaleza del poder político. El Presidente puede saber lo que quiere hacer, pero si hace muchas preguntas y provoca discusión, recibirá posiblemente cientos de razones para no hacerlo.
Veamos lo que sucede desde el punto de vista de administración política: el Presidente lanza su primera iniciativa, a la cual algunos se opondrán; pero antes de que se puedan organizar, lanza otra iniciativa, lo cual divide el grupo de disidentes, pues seguramente varios de los que se oponían a la primera iniciativa acepten la nueva propuesta.
De esta manera irá dividiendo las iniciativas con el fin de fragmentar la oposición. Esto es parte de las habilidades del liderazgo estratégico, indispensables en la Presidencia para realinear las estructuras internas del Estado y rediseñar las propuestas de valor para acercar el Gobierno al mundo real de las necesidades de su pueblo.
Nuestro Presidente de la Revolución Ciudadana ha sabido responder a este reto, reclutando colaboradores con experiencia académica, consultores y administradores profesionales del sector privado.
Pero estos funcionarios con experiencia práctica no solamente deben traer su conocimiento del mundo real al Gobierno, sino rápidamente entender la diferencia entre el ambiente gubernamental y burocrático en el que han entrado y el mundo académico y privado de donde vienen. Y deben interpretar las diferentes perspectivas internas y externas, antes de formular una dirección estratégica.
En el contexto externo deben identificar las oportunidades y amenazas de una variedad de factores: tendencias regionales y globales, condiciones económicas domésticas e internacionales y, sobre todo, las necesidades, preocupaciones y expectativas del pueblo. En el ambiente interno deberán reconocer claramente los grupos de interés nacionales con sus respectivos anhelos y habilidades.
De hecho, el Presidente y su Gobierno tienen que dedicar tiempo para percibir los intereses y prioridades de la gente y sus instituciones. De otra manera será imposible que inspiren y movilicen a un gran número de actores para que soporten y avalen sus iniciativas clave.
El Presidente debe estar en el más alto nivel de liderazgo estratégico y poseer lo que Jim Collins llama “la paradójica combinación de humildad y fuerza de voluntad profesional”.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
No hay comentarios:
Publicar un comentario