miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿El fútbol es inocente?

***SNN

 

 
 
La historia de Barcelona de Ecuador tiene, en
las últimas décadas, una perversa relación con
la política. A Barcelona se lo usado como
plataforma de popularidad

 

 

Por: rubendariobuitron

 
 
Si algún defecto trágico tenemos los periodistas que manejamos los medios es que, aunque luchemos conscientemente por no parecernos, terminamos haciéndolo. Y siéndolo.
 
La agenda temática es casi la misma, con ligeras variaciones. Una foto más grande o más pequeña, un titular más grande o más pequeño, un espacio más grande o menos grande, pero los asuntos que tratamos no varían.
 
¿Qué sentirá el lector cuando mira en la televisión matinal a los mismos invitados en un grupo de canales (los privados) y a los "otros mismos invitados" en el grupo de canales públicos?
 
¿Cuál será su percepción si escucha en la radio que en los distintos noticiarios con frecuencia se repiten los personajes, los analistas, los comentarios, los observadores?
 
¿Qué opción distinta, alternativa, fresca, novedosa les damos los medios impresos y los ciber-impresos a nuestros lectores?
 
Nos dejamos ganar por el concepto de manada, que tan bien lo define Kapucinski. Mientras todos los medios y periodistas del mundo cubrían el Mundial España 1982, en África se producía una de las masacres más espantosas del siglo XX, con un millón de muertos. Pero todos abrieron portada con el original titular "Todo el planeta tras el balón".
 
¿Todo el planeta tras el balón? ¿Todos menos el millón de muertos en África? ¿Y los millones de pobres en América Latina, en Asia, en el Caribe, que ni siquiera tenían televisor en blanco y negro?
 
¿Todo el planeta tras el balón? ¿Todos menos los oprimidos, los hambrientos, los encarcelados, los pobres, los vagabundos, los mendigos del mundo?
 
¿Todo el planeta tras el balón? ¿Todos menos (hasta de ellos hay que hablar) la élite que detesta el fútbol porque es un deporte "demasiado popular"?
 
Lo recuerdo ahora que en mi país todos estamos pendientes de que Barcelona de Ecuador quede campeón nacional de fútbol luego de 14 años de sequia triunfadora.
 
Y no es que sea un error recoger y expresar la expectativa que existe sobre ese resultado dep0rtivo, sino que ni siquiera somos capaces de buscar nuevos ángulos al tema.
 
La historia de Barcelona de Ecuador tiene, en las últimas décadas, una perversa relación con la política. A Barcelona se lo usado como plataforma de popularidad.
 
 
Y ha coincidido, entre comillas, que muchos de los que han presidido el club terminaron como diputados, alcaldes, prefectos, ministros y candidatos a la presidencia de la República.
 
Igual ha ocurrido con otros equipos del país. Es cierto. Pero en ninguno ha sido tan evidente como en Barcelona. Lo equívoco del periodismo deportivo es creer que estos fenómenos noticiosos "solo son deportivos".
 
Nada que ver. Son fenémenos sociológicos y políticos porque tienen que ver con públicos masivos, con millones de ciudadanos, con los sentimientos y la pasión de la gente por una camiseta histórica.
 
Pero que, por eso mismo, sirven para que los políticos se aprovechen cuando prácticamente ha arrancado la campaña electoral y los candidatos suponen que los seguidores de Barcelona de forma automática votarán por ellos.
 
¿Qué corresponde hacer en estos casos? Lo elemental: contextualizar. Recordar. Hacer historia. Darle espacio al lector para que emocione y disfrute y goce con su campeonato, pero que tampoco olvide que puede ser utilizado, manipulado. Que sus sentimientos, aficiones y emociones no están a la venta de ninguna marca ni de ningún político.
 
Para eso, sin embargo, hay que entender que el periodismo de verdad -incluido el deportivo- tiene la obligación no de abanderarse del equipo más popular, sino de también todos los intereses políticos y económicos que están detrás de esas aparentemente inocentes estructuras futbolísticas.
 
Y si por decir lo que acabo de decir me llaman amargado o aguafiestas, gracias. Este el el rol ético del periodista. Poner el dedo en la llaga, aunque duela, aunque arda, aunque abra los ojos a quienes los cierran desde una complicidad ilusa o sospechosa.
 

 

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