miércoles, 14 de septiembre de 2011

“Voy a rescatar al Presidente, cuiden de mi madre. Adiós”

***SNN





Los militares tuvieron la orden de rescatar al Presidente con medios disuasivos


Los militares Darwin Panchi y Jacinto Cortez eran parte del equipo de rescate y se despidieron de sus familiares casi con los mismos mensajes.


“Cuando era niño se ponía el uniforme y jugaba con un fusil de madera que un tío le había regalado”. Así recuerda María Ofelia Cañar a su nieto Darwin Panchi, una de las cinco víctimas del 30 de septiembre de 2010 (30-S).


Con la mirada triste, la abuela cuenta que antes de ser soldado Darwin estudió dos semestres de Derecho en la Universidad Indoamérica de Ambato, pero que su inclinación por la milicia fue más fuerte y con el apoyo de su tío, Gabriel Díaz, sargento del Ejército, prestó el servicio militar y pasó a formar parte de las FF.AA.


Panchi era hijo único. Amanda Ortiz, su madre, lo apoyó con los estudios a pesar de la discapacidad visual que le aqueja. Esa situación hizo que el joven, también amante de los vehículos, viera en la carrera militar una oportunidad para asegurar su futuro y el de su madre.


La mañana del 30-S, Panchi recibía clases en el Comando de Inteligencia Militar (COIM), en Quito. Pero la rutina se interrumpió al conocer de la sublevación policial que se gestaba en el Regimiento Quito.


Alrededor de 800 soldados se concentraron en los distintos destacamentos. Panchi, de 21 años, fue uno más. “Todos los militares estamos formados para servir al país en cualquier circunstancia y bajo el mando de los superiores y del Presidente de la República”, refiere uno de sus instructores.


El soldado, graduado en agosto de 2010, fue escogido para que interviniera en el operativo de rescate al presidente Rafael Correa en el Hospital de la Policía.


Durante la incursión de los grupos especiales, Panchi recibió un disparo debajo del mentón y fue emboscado por los gendarmes sublevados, quienes le propinaron varios golpes antes de que pudiera ser trasladado al Hospital Militar, declararon sus compañeros. Días después falleció.


A casi un año del deceso, su prima Adriana lo recuerda como alguien jovial, comedido y responsable, pues antes de salir a la misión envió un mensaje de texto diciendo: “Tengo que ir a rescatar al Presidente; ese es mi deber. Cuiden a mi madre. Adiós”.


La noche del 30-S también murió el soldado Jacinto Cortez, oriundo de Santo Domingo de los Tsáchilas. El espíritu militar lo heredó de su padre, el sargento primero Tomás Cortez.


Desde octubre de 2006 prestaba sus servicios en el Escuadrón de Comunicaciones Número 9 Patria y esperaba el ascenso a cabo segundo, pues horas antes de acudir al rescate del Primer Mandatario rindió su último examen en el curso de perfeccionamiento.


Sin imaginar lo que sucedería, mientras esperaba la disposición de sus superiores, le escribió a su madre, Mariana Jhaya: “Hola, mami, ¿cómo están todos por allá? Aquí estamos concentrados en el General Rumiñahui esperando la orden de salida. Cuídese mucho”.


Según los testimonios de sus compañeros, Cortez habría entregado su chaleco antibalas al Jefe de Estado antes de abandonar el hospital. Eso lo convirtió en presa fácil de los francotiradores y un disparo cegó su vida antes de que pudiera recibir atención médica.


El día del deceso Cortez tenía 25 años y era padre de un niño, además su esposa se encontraba embarazada. Ahora el primer niño tiene dos años y el segundo cinco meses de edad. Su conviviente, Consuelo Leones, se mudó con los pequeños de Ambato a Quito y aún no supera la pérdida.


Panchi y Cortez formaban parte del Comando de Inteligencia Militar que el 30-S cumpliría su primera misión desde que el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas aprobara la reestructuración del Sistema de Inteligencia Militar que eliminó las subdivisiones del Ejército, Marina y Aviación. El tema se analizó por más de un año y el 28 de septiembre, dos días antes de la sublevación policial, se dio luz verde a la reforma, razón por la cual fueron enviados al rescate del Primer Mandatario.


En la violenta jornada del 30-S también falleció el cabo segundo de Policía, Efrén Calderón, de 28 años. Fue herido en el pecho cuando impedía un saqueo en el centro de Quito. Sus compañeros han afirmado que militares le dispararon cuando intentaban trasladarlo a una casa de salud, pero las investigaciones continúan.


La doctora Maribel Cruz, quien lo recibió en el hospital Eugenio Espejo, quedó impresionada con la muerte de Calderón. “Ingresó con una bala en el tórax (...) y acumuló sangre en el pulmón, por lo que falleció”, contó la especialista a un medio extranjero.


El policía estaba casado con Alexandra Cadena y tenía un hijo. Ella y su madre, Lidia Landeta, aseguran que Calderón no participó en la sublevación: “Dijo que me quedara tranquila porque la bulla era en el Regimiento Nº 1 y que él estaba en su cuartel (Regimiento Nº 2)”, relató la esposa.


Fuente: EL TELÉGRAFO*

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