lunes, 12 de noviembre de 2012

Fútbol y violencia estructural

***SNN






Una interrogante que debemos plantearnos es ¿quién financia la violencia en los estadios? Porque esta no es barata y peor gratuita.



Ramiro J. García Falconí
ramiro_garcia70@yahoo.com |


La muerte de un hincha del Barcelona producida por un disparo en la cabeza, mientras él y un grupo de amigos se dirigían al Estadio Monumental para presenciar el Clásico del Astillero, ha generado una nutrida y apasionada discusión en medios y redes sociales, pues mientras en un inicio se apuntaba a hinchas de Emelec como los autores del delito, la aparición de varios videos ha colocado a los policías en el centro de la mira.



Por lo pronto el análisis casi en su totalidad se ha enfocado en la identificación del autor del disparo, lo cual desvía la atención de los problemas de fondo que deben ser abordados; me refiero al grado de violencia estructural que se ha generado en nuestra sociedad, especialmente alrededor de ciertos ámbitos específicos como los estadios de fútbol y la responsabilidad de los diferentes actores en la producción de esta violencia.



Parte de la invisibilización de los problemas de fondo, radica sin duda en el enfoque con el que se ha abordado la cuestión, que tradicionalmente ha descargado en el hincha la responsabilidad de los desmanes producidos en escenarios deportivos.



Las organizaciones de aficionados o “barras bravas” han sido identificadas como las generadoras de violencia, esto esLa otra interrogante que debemos plantearnos es ¿quién financia la violencia en los estadios? Porque esta no es barata y peor gratuita.



Grupos de personas que reunidos bajo una bandera deportiva, son capaces de destrozar propiedad privada, lesionar e incluso matar en nombre del amor a un equipo de fútbol.



Efectivamente, en muchos casos se comportan como bandas criminales y ya son cinco muertos en los últimos cinco años, la prueba de la brutalidad con la que pueden actuar.



Las soluciones que hasta hoy se han planteado, siempre han tenido a estos grupos como objetivo, sin embargo de lo cual esta perspectiva no deja de parecerme sesga e incompleta, así como demasiado emparentada con el enfoque penal que siempre encuentra en las clases socioeconómicas más bajas a sus destinatarios.



La primera pregunta que me asalta es ¿qué condiciones debe generar una sociedad para que se produzcan hechos de semejante violencia irracional y anónima? Me refiero al carácter anónimo de la agresión, puesto que los agresores y sus víctimas, normalmente no se conocen unos a otros, jamás han tratado entre sí y solo ubican como símbolo de su odio el que el color de la camiseta del otro es diferente a la suya.



Probablemente si se cruzan en un día de semana no futbolizado, no repararían en su presencia e incluso podrían llegar a entablar amistad. El fútbol genera pasiones sin duda alguna, pero este nivel de violencia requiere otros componentes adicionales, comenzando por ubicar a esta como un ente aceptable e incluso deseable en el ideario social.



Basta con escuchar una sabatina presidencial o una propuesta cualquiera de oposición y vamos a ver que el discurso policial ha invadido nuestra política de izquierda a derecha.



Como sociedad exigimos más cárcel y represión bajo el argumento de la “seguridad ciudadana” y siempre dirigida contra los estratos económicos inferiores, que son los generadores de los delitos que preocupan a la opinión pública, esto es aquellos de mayor escándalo.



Los “delitos de cuello blanco”, como bautizó Edwin Sutherland a aquellos cometidos en ámbitos financieros o empresariales por las clases adineradas no generan interés. Lo violento vende y da rating.


La otra interrogante que debemos plantearnos es ¿quién financia la violencia en los estadios? Porque esta no es barata y peor gratuita. Todos sabemos quiénes son los violentos, dónde se ubican en los estadios y cuáles son los líderes del grupo.



En lugar de prohibirles la entrada, se les entrega pases de cortesía e incluso un grupo de boletos adicionales, para que los vendan. Otra fuente de financiamiento está en ciertos jugadores, que periódicamente brindan su contribución a cambio del “apoyo incondicional” de la hinchada y por supuesto está el monopolio de la distribución de estupefacientes en el estadio, que no es un negocio menor.



Ocasionalmente se producen disputas por espacios de poder dentro del grupo o malos repartos y esto explica que se generen conflictos entre los mismos integrantes de la barra.



Cuando el equipo juega de visitante, también se les paga el traslado y la comida. ¿A quién debemos responsabilizar por la inseguridad en los estadios, a los hinchas violentos o a quienes los financian?


Finalmente, la violencia estructural a la que nos hemos referido anteriormente, incide claramente en la actuación policial.



La represión clamada desde la propia sociedad ha roto las amarras que en un estado constitucional de derechos y justicia detiene a la arbitrariedad.


El estado de policía gana terreno cada vez y se muestra incontenible e insaciable en todo espacio, incluso en los escenarios deportivos, pero de esto ya hablaremos con detenimiento en un próximo trabajo.




Fuente: EL UNIVERSO*


 

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