domingo, 15 de enero de 2012

Gobierno, la prensa y la iglesia; En la Hoguera Bárbara

***SNN



“Hoy estoy para penas solamente” (Titulo original)


Con verso de Miguel Hernández, este 28 de enero de 2012 evocamos los 100 años de la muerte de Eloy Alfaro.

Don Eloy fue asesinado, arrastrado, quemado y profanado por un pueblo enloquecido al que habían azuzado el gobierno, la prensa y la iglesia.


El historiador quiteño Cristóbal Gangotena Jijón tenía 28 años cumplidos cuando, desde una escalera arrimada a la tapia del jardín de su casa en la calle Bolívar y Cuenca, vio el arrastre de los Alfaro. “Anhelante por ver, yo no me detuve y por el techo me fui hasta la esquina (de la Rocafuerte paralela a la Bolívar) a tiempo para ver pasar el cuerpo de don Eloy Alfaro, que fue el que primero bajaron. Iba el cadáver desnudo de cintura arriba: en las piernas conservaba un pantalón azul de paño: al lado de la boca en el lado izquierdo tenía una herida que no pude saber si era de balazo o de arma blanca. La cabeza parecía tener triturados todos los huesos del cráneo, de tal manera que temblaba como una masa de gelatina: mil años viviré que no olvidaré nunca lo que he visto” (“Sucesos recientes que pueden interesar al porvenir. Año de 1912”, Cultura, revista del Banco Central, 2, septiembre-diciembre 1978).


¿Por qué don Eloy, adorado por el pueblo durante una treintena de años sufrió una muerte tan cruel a manos de muchos de sus propios adoradores?


Recorramos la vida y obra de Alfaro para hallar una respuesta.

Nació en Montecristi, Manabí, el 25 de junio de 1842, quinto entre ocho hijos. Habrá, pues, tenido una niñez activa y de mucho afecto. Más tarde habría de distinguirse por su generosidad, valentía, fidelidad conyugal, perseverancia y lealtad con sus amigos. Su padre, Manuel Alfaro González, venía de La Rioja, España. Había peleado en las guerrillas liberales con motivo de la sucesión del trono español. Vencido, emigró a Londres, La Habana, Panamá y Guayaquil, donde el empresario español Manuel Antonio de Luzárraga lo protegió. En Manabí, Manuel Alfaro se dedicó a exportar sombreros de paja toquilla. Educó a Eloy con rigor, pues el muchacho era terco e inquieto. A los 13 de edad, Eloy y su pandilla robaron un chivo, lo mataron y se lo comieron. Perseguidos por el teniente político, le hicieron huir a pedradas. Don Manuel Alfaro lo puso a buen recaudo en Lima y luego en Panamá. Allí conoció a liberales amigos de su padre. Natividad Delgado López, la madre, era hija de Rafael de la Cruz Delgado, varias veces regidor del Cabildo de Montecristi, y de María de la Cruz López, “ambos de mucha preponderancia en ese vecindario” (Roberto Andrade).


En Hispanoamérica las guerras de la independencia fueron una revolución política. No hubo en la primera mitad del siglo XIX una revolución económica y social. Hacia la década de 1850 comenzó la demanda de productos de exportación. Hacia el fin de siglo, las élites criollas parecían estar en camino del progreso económico. Habían encontrado, además, en el positivismo científico una ideología que reconciliaba parcialmente el liberalismo con regímenes oligárquicos. Las oligarquías se dividían en conservadoras y liberales, cada una con visiones mutuamente incompatibles sobre cómo lograr los mismos fines: el poder y la prosperidad de su propia clase. (Edwin Williamson, “The Penguin History of Latin America”). En Ecuador, la segunda mitad del siglo XIX vivió el auge de la exportación del cacao. Iba formándose una burguesía liberal y hasta cierto punto nacionalista, que buscaba el progreso del país. Los conservadores tuvieron poder en la época de García Moreno. En el último cuarto del siglo XIX, este poder entró en crisis. Y la lucha contra los privilegios y bienes materiales del clero, contra la ideología de los terratenientes serranos y contra los católicos progresistas se convirtió en guerra civil que estalló abiertamente en 1895. Alfaro fue quien la había de liderar y unir las aspiraciones del liberalismo y del pueblo.


Empuñó las armas contra el García Moreno solicitante de un protectorado de Francia. Tenía 22 de edad. Exiliado en Panamá, volvió en el 65 para combatir a García Moreno junto a Urbina en Jambelí. Derrotado, fijó residencia en Panamá. Casó con Ana Paredes Delgado, panameña de 16 años, a la que amó fielmente a lo largo de su vida, prosperó en el comercio y muerto García Moreno, regresó a Ecuador, apoyó a Ignacio de Veintimilla en Galte para que asumiera el poder a fin de abolir la dura Constitución garciana. Decepcionado de Veintimilla, regresó a Panamá, retornó en el 78 para combatir a “Ignacio de la Cuchilla”, fue apresado hasta 1879 y expulsado a Panamá. Ayudó a Juan Montalvo a publicar “Las Catilinarias”. Con tanto trajín, empobreció y tomó el oficio de periodista. Fue Jefe Supremo de Manabí en la campaña contra Veintimilla (La Restauración). Participaron, en otros escenarios y desde otras ideologías, tropas conservadoras y progresistas. Los restauradores entraron triunfantes en Guayaquil en julio del 83. Alfaro combatió al presidente Plácido Caamaño, conservador y progresista. Derrotado en el combate naval de Jaramijó, se estableció en Perú, criticó por escrito la renegociación de la deuda externa llevada a cabo por Antonio Flores, presidente progresista, y pasó a Chile, Argentina y Venezuela a buscar dinero para la causa. Se estableció en Nicaragua de donde fue llamado por el pueblo de Guayaquil alzado en armas contra el presidente Luis Cordero, a propósito de la “Venta de la Bandera”. Chile se había declarado neutral en una de las guerras entre Japón y China. El gobernador de Guayaquil, Plácido Caamaño, cobró dinero para permitir que un crucero chileno vendido a Japón navegara por el Pacífico con bandera ecuatoriana. Un acto de corrupción del gobernador, y de simplicidad amistosa con Chile, del presidente Cordero.


En estos 31 años de lucha para imponer la ideología liberal, separar Estado e Iglesia, elevar a indios, negros y montubios a una vida digna, propiciar el progreso mediante la educación laica, la industria nacional y la modernización del Estado, Alfaro fue liderando las fuerzas de la burguesía y del pueblo, aliándose con jefes locales como Luis Vargas Torres de Esmeraldas, Nicolás Infante en Guayas y Los Ríos, y con ideólogos y pensadores como José Peralta. Alfaro se convirtió en personaje mítico que prefiere encallar un barco antes que rendirlo, que huye por la selva de Colombia, que financia la revolución con dinero de su propio trabajo, que anima en Centro América y Cuba el triunfo de la libertad y la justicia. Hasta 1897, Alfaro fue Jefe Supremo del Ecuador y dio comienzo a la revolución liberal. Gobernó entre conciliador y reformista ante la impaciencia de los radicales, la subversión de los conservadores, la violencia del clero, la represión sangrienta a los opositores y la prensa y los conflictos internos de los propios alfaristas. Elegido presidente por la Asamblea de 1897, gobernó con la nueva Constitución liberal, que abolía la pena de muerte, consagraba la libertad de cultos y establecía la igualdad de los ciudadanos ante la ley.


Cuatro afanes dirigieron el gobierno de Alfaro: las relaciones con la Iglesia Católica, el ferrocarril Guayaquil-Quito, la paz interna y la política externa. Entre 1900 y 1905 gobernó Leonidas Plaza. Este consolidó la revolución en lo político, renunció a la transformación en lo económico y pactó la burguesía de la Costa con el latifundio de la Sierra. En 1905 triunfó el candidato placista Lizardo García. Alfaro tras una campaña militar de 20 días lo depuso en enero de 1906. Alfaro fue jefe supremo hasta enero de 1906, presidente interino hasta enero de 1907 y constitucional hasta 1911. Lo mejor de este período fue la consolidación del laicismo, la llegada del ferrocarril a Quito, la unión nacional en torno al conflicto bélico con Perú en 1910. Lo peor: la revolución castrada por la burguesía comercial, bancaria, anti industrial y antipopular, la represión a la prensa y el autoritarismo de muchos subalternos.


Entre septiembre y diciembre de 1911, gobernó el presidente del ala liberal burguesa Emilio Estrada. Alfaro le pidió la renuncia. Estrada no le hizo caso y Alfaro se marchó a Panamá. En diciembre, Estrada moría de una afección cardiaca. Entre el 25 de diciembre y el 28 de enero de 1912 hubo una triste lucha por las elecciones presidenciales entre los generales alfaristas de la Costa levantados en armas y los gobiernistas de la Sierra. Las tropas alfaristas derrotadas, entregaron el mando a Alfaro, anciano de 70 años, traído de Panamá. Alfaro entregó Guayaquil al gobierno a fin de evitar mayores daños. El general Pedro Montero, que había llamado a Alfaro, fue asesinado en Guayaquil. Presos Alfaro y sus generales, fueron llevados con mala intención a Quito. Se permitió que un pueblo enloquecido los atacara en el penal García Moreno, los arrastrara por las calles y los quemara en el Ejido el 28 de enero de 1912. La responsabilidad recayó sobre la alianza placista-conservadora.


El propio Alfaro que necesitaba el poder para concluir su revolución había perdido la magia de su carisma, era impopular y hasta odiado. Los tres mil soldados muertos en la triste lucha de los generales, el propio ferrocarril muy caro para el transporte del pueblo, movido por leña y carbón que ocasionaba la escasez de este combustible en el área doméstica y la subida de los precios por el acaparamiento de víveres para los campamentos de los trabajadores del tren, el agotamiento de la revolución, todo se confabuló para el crimen del Ejido en que con Eloy Alfaro murieron los generales Flavio y Medardo Alfaro, Ulpiano Paez, Manuel Serrano y el coronel-periodista Luciano Coral.El arzobispo Federico González Suárez envió a dos canónigos con sendos costales para recoger los restos de las víctimas. Había entrado la tarde. En la Plaza Grande hubo una alegre banda militar.


“Hoy reverdece aquella espina seca, hoy es día de llantos en mi reino”, (Miguel Hernández)


Alfaro en el Gobierno
Jefe Supremo
5 de junio 1895 a 9 de octubre de 1896
Presidente Interino
9 de octubre de 1896 a 17 de enero de 1897
Presidente
17 de enero de 1897 a 31 de agosto de 1901
Segundo mandato
1906 -1911


La Revolución Liberal Ecuatoriana
(Tomado del libro de Enrique Ayala Mora)
1880
El Ecuador en 1880
Boom económico en la costa. El país se convierte en primer exportador mundial de cacao. Se desmorona la clase terrateniente serrana y su control sobre el estado, mientras la economía pasa a ser dominada por la burguesía comercial y bancaria guayaquileña.


1895
Búsqueda del poder político
La burguesía fue el principal protagonista de la Revolución Liberal, aunque no fue el único. La revuelta de 1895 tuvo el respaldo de varios grupos sociales, entre ellos latifundistas costeños, campesinos (montoneros) y medios seculares, que buscaban la separación de lo público de lo clerical.


Venta de la bandera
El episodio de “la venta de la bandera” (gobierno de Luis Cordero Crespo) desmoronó al régimen conservador, a tal punto que ya a inicios de junio de 1895 había una movilización nacional por la revolución.


Don Eloy
Se necesitaba un líder político que diera confianza al ala radical y un buen jefe militar que pudiera dirigir la guerra civil contra la clase terrateniente serrana. Don Eloy, el caudillo de los montoneros apareció como el hombre para la situación.


1895-1901
Jefe Supremo y Presidente
Se impuso el nombre de Eloy Alfaro para gobernar a pesar de la desconfianza de los terratenientes costeños, por presión de los jornaleros, artesanos y sus fieles “montoneros”. Después de ser Jefe Supremo, fue presidente de la República de 1895 a 1901.


1901-1905
El Placismo
Alfaro impuso la sucesión presidencial de Leonidas Plaza (1901-1905), quien dejó el poder a Lizardo García, gerente del Banco Comercial y Agrícola, ligado a la burguesía costeña muy cercana al Conservadorismo.


Revuelta militar
Alfaro se lanzó a salvar al partido liberal. El último día de 1905 estalló una rebelión en Riobamba y en pocos días derrocó al gobierno e instaló a don Eloy en el poder.


1906-1911
Segundo mandato
La Constitución de 1906 institucionalizó la reforma liberal, completada dos años después con la nacionalización de varias haciendas pertenecientes a la Iglesia.


1907
Fin de la Revolución
El Alfarismo fue perdiendo las bases populares. Muchos alfaristas pasaron a engrosar las filas de la oposición placista-conservadora. En la represión contra los universitarios del 25 de abril de 1907, se hizo evidente el divorcio entre Alfaro y la intelectualidad liberal.


1911
Emilio Estrada, sucesor
Alfaro había sufrido un violento deterioro físico pero tuvo fuerzas para imponer a Emilio Estrada como su sucesor en 1911 sobre su sobrino Flavio, sin embargo cuando cambió de parecer e intentó que no se posesione, Estrada consiguió el apoyo de liberales notables y de varios cuarteles quiteños y se posesionó. Murió a los pocos meses.


El vacío de poder
Pedro Montero y Flavio Alfaro, cercanos a don Eloy, desconocieron al gobierno que sucedió a Estrada, presidido por Carlos Freile Zaldumbide y se levantaron en armas pidiendo el regreso del viejo luchador. El gobierno puso a Leonidas Plaza y Julio Andrade a luchar contra los insurgentes.


La hoguera bárbara
Al cabo de una sangrienta guerra y una oscura capitulación, los alfaristas fueron derrotados. Montero fue asesinado en Guayaquil y el 28 de enero se trasladó a los presos entre los cuales estaba Eloy Alfaro a Quito, donde una turba, poblada de clérigos y liberales azuzaron a las masas, que los asesinaron.


1912
Sobre las cenizas de Alfaro
Se levantó una pugna de poder entre los generales victoriosos Plaza y Andrade, que se disputaron la candidatura presidencial y el control de los cuarteles.
Andrade murió el 5 de mayo de 1912, en medio de una bulla en el cuartel. Plaza ganó el control político que duraría por muchos años.


La grandeza de Alfaro
‘‘La grandeza de Alfaro se asienta en su visión histórica y en su tenaz voluntad. Entendió que Ecuador necesitaba libertad y justicia. Libertad nacida de una razón deliberante que llegara hasta las últimas consecuencias en la vida pública: la separación de la Iglesia y del Estado. Una libertad nacida de la primacía de la ética social basada en la soberanía de la conciencia humana, independizada de cualquier otra moral conectada con las fuentes religiosas. Era el espíritu de la época en América Latina. Y una justicia que diera alguna oportunidad de vida mejor al indio, al campesino, al negro, a la clase popular postergada desde el comienzo de la Colonia y a lo largo de la historia republicana. (Libro Presidentes del Ecuador, Simón Espinosa)


¡Llegó el “Divino Monstruo”!
(La Guayaquil & Quito Railway fue ) …una de las hazañas más geniales de la ingeniería ferroviaria del hemisferio occidental. Constituye un monumento al emprendedor expresidente del Ecuador, Eloy Alfaro, el primero en soñar con el proyecto, y a los hermanos John y Harman Archer, quienes lo construyeron a pesar de tremendos obstáculos.


La conclusión del ferrocarril en1908 marcó un punto de quiebre en la unificación y progreso económico del país. La celebración y apertura oficial del Ferrocarril de Guayaquil a Quito tuvo lugar el día del cumpleaños del general Eloy Afaro, 25 de junio de 1908.


América Alfaro, hija de Eloy Alfaro, hincó un clavo de oro, el último de la vía, en la última durmiente. Entonces, la máquina número 8, entró triunfante a la Estación de Chimbacalle. …Todo el día, a cada hora y hasta la noche tocaron en honor de la llegada del “Ferrocaril en las Nubes” por orden del arzobispo González Suárez, quien antes había estado opuesto a su construcción. El ferrocarril representaba: “el deseo de ver libre y próspera a la nación ecuatoriana que solo ayer estaba aislada del pulso de la vida moderna… El ferrocarril, la estupenda maravilla, el monstruo divino, ha golpeado nuestra puerta y se ha anunciado como el seguro y perpetuo mensajero de nuestro futuro.” (Eloy Alfaro). Tomado del libro El Ferrocarril en el Cielo de Elizabeth Harman Brainard y Katharine Robinson Brainard.



Por: Simón Espinosa Cordero
Fuente: REVISTA VISTAZO*

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