domingo, 11 de marzo de 2012

En segundos se quedó sin hijo, sin antebrazo y con pelvis destrozada

***SNN


Vielka Palacios viaja con su esposo e hijo de 10 años para recibir atención médica. Aún espera que se concrete la vía que ofrecieron en Ramo Grande.


Un domingo, dos días antes de cumplir 37 años, la profesora Vielka Palacios limpió todos los rincones de su casa y lavó la ropa de los cuatro miembros de la familia Rodríguez Palacios, mientras que su hijo, Imanol, de año y diez meses, se portaba “terrible, como nunca”, en casa de su abuela materna.


Fueron las últimas actividades domésticas exhaustas que hizo la madre, y las últimas risas contagiantes del pequeño. Horas después, al mediodía del lunes, el panorama cambió.


Un choque entre un bus de la coop. Coactur y la camioneta en la que viajaba la docente con niños y padres, y el posterior incineramiento de los autos, le segó la vida a su hijo y a otros seis pasajeros, entre ellos alumnos.


Fue la tragedia más devastadora para Vielka y su familia. Ha quedado en su memoria, pese a que intenta reconfortarse con la idea de que su hijo, sus alumnos y vecinos del recinto Ramo Grande, del cantón Jipijapa, en Manabí, están con Dios. La fe en esa fuerza espiritual, dice, la anima a luchar contra las “adversidades” que se le presentan desde la fecha del accidente, el 27 de junio.


Ese día perdió su antebrazo cuando la unidad de la Coactur los embistió frontalmente y los pasajeros del ‘balde’ de la camioneta salieron despedidos por los aires. Ahí empezó el drama para Vielka y su familia. Primero llegó al hospital básico de Jipijapa, en donde la estabilizaron para enviarla al hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) de Manta.


Iba con la pierna derecha quebrada en dos partes, con la pelvis destrozada, con la barriga hinchada y sin antebrazo. Al día siguiente, en la fecha de su cumpleaños, 28 de junio, la transfieren a las 10:00 al IESS de Guayaquil, porque en Manta no pudieron operarle la pelvis. Al llegar al Teodoro Maldonado la ingresaron al quirófano de urgencias a las 14:00, porque le detectaron una peritonitis aguda, por la perforación de parte de sus intestinos y del páncreas que sufrió, y del que no se percataron en Manta, según dice la mujer.


Salió del quirófano a las 20:00, su pronóstico era reservado. Estuvo casi un mes en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).


A su esposo, quien no pudo estar en el entierro de su hijo Imanol porque viajó a Guayaquil para firmar los documentos del ingreso de Vielka, los médicos lo prepararon psicológicamente para lo peor. “Le decían que yo era como una especie de tanque de gas en un incendio. Que en cualquier momento me podía dar un infarto”, agrega Vielka.


Las noticias para él eran desalentadoras. Un hijo muerto, su mujer grave, gastos económicos, el cierre de su negocio de venta de gaseosas en Ramo Grande. Y a los tres días del accidente, el fallecimiento de otro hijo, de 10 años, de un compromiso anterior, el cual tenía cáncer terminal.


Vielka ha tenido más de seis cirugías, incluida una colostomía. Su barriga es un mapa, bromea para levantarse el ánimo, por las cicatrices de tres operaciones.


Su pierna izquierda también tiene cortes profundos, clavos y metales como resultado de las intervenciones. En estos ocho meses se ha acostumbrado a viajar de Montecristi (en donde vivía inicialmente antes de irse al campo) a Guayaquil en una camioneta prestada por un cuñado para sus atenciones médicas. Hubo semanas y meses que pidió posada a familiares en esta ciudad para sus terapias de rehabilitación. Y aún le faltan más intervenciones quirúrgicas. No puede caminar porque la pelvis sigue quebrada.


En julio los médicos esperan ponerle una prótesis de pelvis, que le podría dar la posibilidad de caminar. Se suman malas noticias para esta mujer: Hace unas semanas, le detectaron un tumor en el ovario derecho.


Tampoco tendrá más hijos porque se ligó al dar a luz a Imanol. Ahora necesita la ayuda de otra persona para realizar sus actividades. Y se indigna al recordar que el conductor del bus de Coactur recibió cinco años de prisión por las siete muertes y por los heridos que se le atribuyen, entre los cuales hay tres niñas con lesiones permanentes en el cerebro y en el cuerpo. Una sigue en estado vegetal.


Por cada herido y muerto, la coop. pagó $ 6.000, recuerda Vielka. Aquel bus era el mismo que semanas antes había sufrido un accidente en el cantón Pedro Carbo, en Guayas, que dejó dos muertos. Pero ese día, tenía pintado otro número.




Fuente: EL UNIVERSO*

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