miércoles, 20 de julio de 2011

Sobre tránsfugas, borregos y unas pocas personas dignas

***SNN




LaREPÚBLICA*
Por Jorge Ortiz

A este buen señor no lo conozco y, si mi memoria no me falla, incluso diría que jamás lo he visto. Más aún –confieso-, hasta el viernes 15 ni siquiera sabía su nombre. O lo había olvidado. Ese día me enteré de que el voto decisivo para que la oposición lograra bloquear algún nombramiento en el congreso había sido el suyo, pues, a pesar de haber sido elegido asambleísta por el partido oficial, Alianza País, no había votado como lo ordenó el gobierno. Se llama Washington Cruz, representa a los ecuatorianos inmigrantes en Europa y, según leí el domingo 18 en LaRepública.ec, el presidente Rafael Correa ya le lanzó una ráfaga feroz de acusaciones y ofensas.


“Tenemos grandes dudas de su honestidad”, pues “este señor no está representando a los emigrantes, sino que está representando su bolsillo”, fueron, según LaRepública, las palabras de Correa. Muy dura afirmación, sin duda, y sorprendente: ¿fue necesario que Cruz desobedeciera las órdenes del gobierno para que el presidente Correa le contara al país que su asambleísta solamente está representando a su propio bolsillo? Y si Cruz hubiera votado mansa y silenciosamente con el bloque oficial, ¿el presidente también nos hubiera revelado que el asambleísta ya no piensa en los emigrantes, sino, mezquina y codiciosamente, en su bolsillo?


Se podrá decir, tal vez, que el presidente descubrió que Cruz piensa con el bolsillo únicamente cuando, en vez de votar con el gobierno, votó con la oposición. Si ese fuera el caso, el presidente Correa debería, cuanto antes, presentar una demanda penal contra Cruz y en la corte fundamentar con pruebas su acusación implícita de que su asambleísta se cambió de bando por dinero. Y es que no sería correcto lanzar una acusación así, tan grave, sin llevar el caso a la justicia. Ni tampoco sería correcto que el economista Correa solamente planteara juicios y acudiera a los jueces cuando la sentencia pudiera representarle a él algún beneficio en contante y sonante. No, no sería correcto.


Podría ser, por supuesto, que el presidente supiera que, en efecto, Cruz se cambió de bando pensando en su bolsillo. Habría, claro, que demostrarlo. Además, no sería la primera vez que algo así ocurre en el congreso ecuatoriano, donde en estos treinta y dos años de democracia ha habido muchos cambios de camiseta súbitos y sospechosos. Los tránsfugas han abundado. Casi todos, obviamente, han sido diputados que de la oposición se pasaron al gobierno a cambio de cargos e influencias. Pocos han sido, en estos años, los legisladores que dejaron el poder y los privilegios del oficialismo para pasarse al exilio e incluso al peligro que suele significar la oposición. Muchos, en cambio, se apoltronaron en sus bancas y renunciaron a pensar. Y es que, por lo visto, ser borrego es cómodo y hasta rentable.


Pero, por cierto, entre quienes se pasaron de bando en los congresos ecuatorianos debe haber, no me cabe duda, al menos unas pocas personas dignas, que cambiaron de lugar su curul por convicción y principios. ¿Cómo –y este es solamente un supuesto- podría un diputado consecuente e íntegro seguir en el oficialismo si, por ejemplo, fuera evidente que ese gobierno tiene un proyecto autoritario, de perpetuación y concentración del poder? ¿Y cómo –y este es también nada más que un supuesto- podría una persona recta y correcta apoyar con sus votos que, por ejemplo, haya encubrimiento de casos notorios de atraco y corrupción?


En principio, como criterio general, no estoy de acuerdo con los cambios de bando. Creo que quien se afilia a un partido debe haber estudiado a fondo su ideología e incluso debe haber analizado a sus líderes para saber que, una vez afiliado, podrá compartir siempre sus rumbos y procedimientos. Desde luego, es posible que aparezcan discrepancias en temas menores, que necesariamente deben ser procesadas internamente y sin escándalo, de manera que, cuando el partido haya tomado una decisión democrática, todos sus integrantes la apoyen activa y resueltamente, aunque esa decisión no haya sido compartida por todos. ¿Tendrá el diputado Cruz razones de fondo, sólidas y contundentes, para alejarse de su partido? Si así fuera, hizo bien en rebelarse. Habría demostrado ser una persona digna y no un borrego que se limita a seguir a la manada, incluso en contra de sus convicciones. Si así no fuera, el presidente Correa esta vez tendría la razón y muy pronto presentará las pruebas rotundas e inapelables de su denuncia contra Cruz. El país entero estará pendiente.


Públicación del Lunes 18 de julio de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario