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COMO CIUDADANO Y MIEMBRO DEL GIR Fue declarado héroe nacional
Desde muy pequeño, Froilán Jiménez soñó con ser miembro de la Policía Nacional y lo fue desde 2005. Foto: Alejandro Reinoso / El Telégrafo
El lojano se dedicó al campo en su niñez y juventud junto a su padre. Su anhelo cumplido fue ser miembro de la Policía Nacional.
Viteri Jiménez suenan como los dos apellidos de una persona, pero en realidad es el primer nombre del policía más conocido como Froilán Jiménez Granda, caído el 30 de septiembre del año pasado cumpliendo su labor en el rescate del presidente Rafael Correa.
Aquel día se había levantado antes de las 06:00 y a esa hora ya estaba listo para su trabajo diario, como lo hizo desde su primer día como policía, tras largas jornadas de preparación y hasta sacrificio. Ingresar al Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de la Policía Nacional no fue fácil.
Antes de inclinarse por la carrera policial se dedicó a la agronomía y se graduó en esa especialidad en el colegio Miguel Antoliano Salinas Jaramillo, en su natal cantón Quilanga, en la sureña provincia de Loja.
Su vida estaría dedicada al campo y a la producción, pero nunca se dedicó de lleno, a pesar de que en sus años de escuela ayudaba a su padre Cristóbal en el campo con los sembríos y el ganado, en la parroquia San Antonio de Las Aradas, donde Jiménez y sus ocho hermanos nacieron.
Además de su gusto por la agricultura, el fútbol era una de sus principales distracciones y lo practicaba con sus amigos en las canchas de tierra de su barrio.
Froilán fue el tercero de los nueve vástagos de la familia Jiménez-Granda y solo tuvo un hermano varón, Iván, ya que el resto lo completan mujeres: Carlota, Rosa, Tania, Sandra, Lizbeth, Heidy y Gladis. Sus padres se separaron en agosto del año pasado, un mes antes del 30 de septiembre. Cristóbal se mudó con sus hijas menores Lizbeth y Heidy, de 15 y 12 años, respectivamente.
Después de terminar el colegio siguió el curso para ser policía -su sueño desde pequeño-, y lo consiguió; pero sus deseos estaban más allá y se le metió el “bichito” de ser comando del GIR.
Sus manos ya no estaban dispuestas para cuidar sembríos. Se graduó el 31 de agosto de 2005.
Desde que llegó a Quito se le complicó visitar regularmente Loja, pero siempre se mantuvo al tanto de la situación de sus padres y de sus hermanos.
Alcanzó el rango de cabo segundo. En 2009 pudo ingresar al GIR y su felicidad se había completado. Su pareja era la riobambeña Mabel Ubidia y juntos procrearon a Gabriel Santiago, que pronto cumplirá 3 años.
Con la conformación de su nuevo hogar, se concentró en su carrera policial con la satisfacción de haber conseguido su meta. Vivía junto con su esposa y su hijo en un departamento en el sector de La Ofelia, en el norte de Quito. Mabel compartía la profesión de Froilán, también era policía.
Se convirtió, además, en el apoyo para el sustento económico de su familia que se quedó en Loja y con su esfuerzo consiguió que varios de sus hermanos menores culminen sus estudios.
Dos meses antes de la sublevación policial y el operativo en las afueras del Hospital de la Policía, habló con su madre y ofreció ir a visitar a sus padres en octubre de ese año.
La noche del 30-S, la misión de Froilán y del resto de sus compañeros del GIR fue sacar al presidente Rafael Correa del Hospital de la Policía. Se montó el operativo y todo parecía marchar bien. En menos de cinco segundos, el vehículo donde iba el Presidente salió a toda velocidad, custodiado por elementos del GIR.
Froilán protegía el vehículo desde el lado posterior izquierdo del auto, cuando una bala lo alcanzó en medio de una inesperada ráfaga y cayó al pavimento en la avenida Mariana de Jesús.
Ese momento se transmitió en vivo por televisión nacional. Se lo vio tomarse la espalda, como si quisiera sacarse algo, agachó su cabeza contra el pavimento y casi de inmediato quedó inmóvil. Segundos después, cuando cesó el fuego, sus compañeros se acercaron para darle auxilio y llevarlo de inmediato al hospital, pero los médicos solo comprobaron que había fallecido.
En la sala del centro de salud cubrieron su cuerpo con una bandera de Ecuador, en medio de la consternación de los médicos y la tristeza de algunos compañeros que estaban presentes.
“Cuarto para las siete de la noche fue mi último mensaje, mi última conversación con él. Durante el día hablábamos cuando podíamos, o si no por mensajes. Vi en la televisión lo que sucedió y no me imaginé que era él, pero estaba preocupada y esperaba poder hablar con Froilán. Después recibí una llamada de su teléfono y dije: ‘Mi amor, ¿cómo estás?’, luego sentí un dolor inmenso cuando su jefe dijo: ‘Lo siento mucho’. Y me comunicó la noticia”, cuenta Mabel con una tristeza infinita, indescriptible.
Aún no se determina de dónde salió la bala ni quién fue el autor del disparo.
Fue declarado héroe nacional a los pocos días, pero eso no fue un consuelo para su familia. “Que sea un héroe no llena el vacío que tengo dentro de mí. Debo agradecer por eso, pero no me llena en el alma”, comentó su madre en una entrevista.
Su hijo Gabriel, por su corta edad, aún no capta lo que significó perder a su padre. Su familia intentó decirle de la forma más sutil que él ya no estaba, que “se fue al cielo”. Sin embargo, Gabriel continúa llamando a su papá, una de las primeras palabras aprendidas en su aún limitado vocabulario.
Froilán Jiménez fue enterrado en el cementerio general de su localidad. Sus familiares y compañeros uniformados lo despidieron con todos los honores y en voz alta dijeron la frase institucional: “En el alma, Dios; en el corazón, patria; y en la sangre, policía”.
Fuente: EL TELÉGRAFO*
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