Por eso, haciendo periodismo, publicamos varios trabajos alrededor de los cables revelados por la Fundación WikiLeaks.
Como ningún otro periódico en la región ni del continente, El Telégrafo entrevistó a su fundador, Julian Assange. Y luego, tras acceder a los más de 1.500 cables emitidos por la embajada de EE.UU. en Quito y más de 3.000 donde se menciona a nuestro país desde otros países, desde 2004 hasta 2010, publicamos lo que otros diarios del Ecuador no hicieron.
Sus razones tendrán y solo ellos lo podrán explicar. No olvidemos que el 16 de abril de 2011 y el 28 de abril del mismo año, El Universo de Guayaquil y El Comercio de Quito, respectivamente, empezaron a publicar reportajes después de conocer, luego de visitar Londres, los mismos cables que este diario, ahora, puso a disposición de todos sus lectores en su página web. Casualmente, en esas fechas había un intenso debate, previamente a la consulta popular del 7 de mayo, que hoy cumple un año y de cuyos resultados todos estamos pendientes de su cabal cumplimiento.
Sin embargo, tras la publicación de los cables, que los otros diarios no imprimieron en sus páginas, El Telégrafo ha sido objeto de variados insultos y de vejámenes inaceptables por parte de políticos y periodistas, sintonizados sorpresivamente. Ninguno de los supuestos afectados y de los medios que muy generosamente reproducen esos insultos han dicho a sus lectores y audiencias qué cuentan los reportajes de El Telégrafo.
Y aquellos que nos tratan de “canallas” y nos califican de “pasquín” se equivocan de cabo a rabo. Ellos deben ir a la embajada de EE.UU. en Quito y reclamar por qué sus comentarios o informes fueron utilizados o, por último, si no lo hicieron, desmentir.
Nunca calificamos a ninguno de los periodistas y actores políticos en nuestros artículos. Que ellos se atribuyan el adjetivo de informantes u otros actores políticos les endilguen esa condición escapa a nuestro control. Nos deberían probar si una sola de nuestras líneas los señala como tales, si no, tendrán que rectificar.
Nuestras páginas están abiertas para ello, como la semana pasada y esta lo probamos con la réplica de algunas autoridades señaladas en esos cables.
César Ricaurte, Carlos Jijón, Alfredo Negrete, Simón Espinosa y Jorge Ortiz deben decirle al país por qué y de qué hablaron con los diplomáticos de EE.UU.
Y si no lo hicieron, tendrán que explicar cuál es su condición política en este momento y desde cuándo dejaron de ejercer el periodismo. Igualmente, periódicos como El Comercio, Hoy, El Universo, Expreso y La Hora, que nos tachan de “gobiernistas”y/u “oficialistas”, con el puro afán de desmerecer nuestro prestigio institucional y profesional y nuestra condición ética, deben decirle al país por qué se identifican con la derecha ecuatoriana y hacen de portavoces. ¿Habrá que llamarles periódicos de la derecha, de la oligarquía, de la partidocracia o de la empresa privada?
Nosotros seguiremos haciendo el mejor periodismo posible, lucharemos por una profesión digna y responsable. No dejaremos de publicar la verdad para que la historia de este país sea conocida por el pueblo ecuatoriano, duélale a quien le duela.
Estos agentes de la CIA disfrazados de seudos periodistas, ya que ninguno de ellos posee el título profesional deben retirarse de la paletra pública, porque al defenderse siguen haciendo más daño a la empresa informativa que representan. El Telégrafo hoy es el diario más prestigioso y combativo en pos de los cambios que requiere el país. Felicitaciones
ResponderEliminar