Se puede afirmar que el 24 de mayo de 1822 nació la patria de los ecuatorianos.
Los combatientes quiteños y los hermanos de otros pueblos de América, comandados por el gran Mariscal Antonio José de Sucre, lucharon contra la dominación extranjera y vencieron. Se conquistó la libertad política.
Las bases ideológicas de esta gloriosa batalla la construyeron los patriotas quiteños que se alzaron el "10 de agosto de 1809" protestando por los abusos de las autoridades que representaban a la corona española, fue el primer grito de independencia en América, razón por la cual la historia le ha conferido a Quito el título de “Quito Luz de América”.
No debemos olvidar que el precursor de las ideas libertarias fue un mestizo llamado José Chusig (el nombre verdadero de Eugenio Espejo), primer médico, abogado y periodista revolucionario nacido en la Real Audiencia de Quito, a quien los clérigos de la época lo bautizaron con el nombre de Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo.
Esperamos que nuestra revolución ciudadana le devuelva su identidad para recordarlo como "Chusig" y no con el nombre del vasallo, como Eugenio Espejo. Catorce años después de la muerte de Espejo se da el 10 de agosto de 1809, hecho que constituye el antecedente de lo que posteriormente sería la célebre Batalla del Pichincha.
No debemos olvidar que la campaña militar por la independencia de Quito se inició el 9 de octubre del 1820, cuando Guayaquil proclamó su independencia de España. En febrero de 1821 Guayaquil ya había recibido refuerzos, armas y provisiones de parte de Bolívar, quien para entonces era Presidente de la República de Colombia. En mayo del mismo año, el general de brigada Antonio José de Sucre, el subordinado de mayor confianza de Bolívar, arribó a Guayaquil.
El asumió la dirección del ejército patriota, y empezó las operaciones con miras a la liberación de la ciudad de Quito; después de una campaña de meses ubica las tropas del ejército libertador en las laderas del volcán Pichincha, y enfrenta al ejército realista comandado por el general español Melchor de Aymerich, tres veces superior en número.
Sucre una vez más en esta batalla pone en práctica sus dotes de estratega y de geógrafo, logrando compensar la desproporción numérica con la ventaja que le rinde el haber ubicado sus tropas en la parte superior del volcán. Las rocas que descendían de lo alto de la montaña se convirtieron en proyectiles mortales contra los realistas. La batalla no duró más de 3 horas. Aymerich se vio obligado a capitular.
Recordar la batalla del Pichincha debe servirnos para no dejar de pensar con nuestras propias cabezas, a sentir con nuestros propios corazones y caminar con nuestras propias piernas, para poder ir avanzando hacia la definitiva independencia y construir la patria unida, la que Bolívar soñó: La Unión Nacional de Naciones Sudamericanas.
Por: Eduardo Kaviedes Ferrín
Fuente: EL DIARIO*
El Mariscal Sucre tuvo una hija en Quito y un inmenso cariño a la ciudad
La única hija que tuvo el Mariscal Sucre nació y murió en Ecuador. La bautizó con el nombre de Teresa. La niña falleció de 2 años y sobre el acontecimiento se tejen, principalmente, dos versiones. La primera es que fue a causa de una fiebre incurable y la segunda, es que cayó del balcón del segundo piso al patio de la casa.
En los registros del Museo Casa de Sucre consta que el Mariscal nació el 3 de febrero de 1795, en Cumaná (Venezuela) y en la fe de bautismo consta como Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá. Según los relatos históricos, 22 días antes de la Batalla de Pichincha (24 de Mayo de 1822), conoció a Mariana Carcelén, la marquesa de Solanda. Fue en un baile organizado por el Cabildo de Latacunga. La volvió a ver luego de la batalla y la rescató del convento de Sto. Domingo, donde se había refugiado por temor a los soldados. Se casaron 6 años después.
La muerte de la hija de Sucre está envuelta del misterio. Luego de que el Mariscal fuera asesinado en Berruecos, la Marquesa contrajo matrimonio con el Gral. Isidoro Barriga. Él la tenía en sus brazos cuando la niña resbaló del balcón y cayó al patio. Los restos de Sucre y de su hija descansan en la Catedral Metropolitana.
Para Mauricio Vargas Linares, periodista y escritor colombiano, en ningún país de la región lo quieren tanto a Sucre como en Ecuador. Él es autor del libro ‘El Mariscal que vivió de prisa’ (2009) y de sus investigaciones concluyó que luego de las guerras independentistas deseaba tener una vida tranquila en este país.
“Pero ni eso lo permitieron. Ha sido una figura olvidada y maltratada. Casi ningún historiador le reconoce sus enormes capacidades militares”, aseguró Vargas.
En una de las cartas que escribió el Mariscal a Simón Bolívar, le expresó su deseo de radicarse en Quito. “Pero yo nunca pierdo de vista irme a fijar en Quito, porque pienso que mis huesos se entierren en el Ecuador, o que se tiren dentro del volcán Pichincha”, consta en la misiva enviada el 12 de diciembre de 1825 y recogida por el historiador Ángel Grisanti.
Vargas destaca en Sucre sus dotes de extraordinario militar, su mente de ingeniero y planificador y su habilidad para la diplomacia. Y en el terreno personal, su encanto y galantería con las jóvenes, a pesar de la timidez que por momentos lo dominaba.
El historiador Carlos Landázuri añade otra característica: Sucre redactó un tratado para determinar cómo se debe tratar al enemigo y, más aún, al enemigo vencido. En su opinión, ese documento lo convierte en el precursor en otorgar derechos a los contrincantes.
“Muchos de esos lineamientos están vigentes en la Carta de Derechos Humanos. Para Sucre, por el hecho de ser un enemigo no deja de ser un ser humano. Por eso se deben respetar una serie de derechos, entre esos el de la vida y dar un trato digno”, opina Landázuri.
A diferencia de sus pares de la época, el Mariscal era un estudioso de la ingeniería y de la planificación militares, de la guerra de movimientos y del manejo de los recursos y de la logística. La forma como planteó las batallas de Pichincha y de Ayacucho son prueba de su genio.
Según las memorias del general Joaquín Posada Gutiérrez, la última entrevista de Sucre con el Libertador fue tierna y congojosa. Estrechamente abrazados derramaron lágrimas. Ambos veían que sus sacrificios eran perdidos.
“Si la Providencia nos hubiese concedido el derecho de elegir padres, yo elegiría a Dr. José María Mosquera, y por hijo al general Sucre”, comentó el Libertador.
Para el historiador Landázuri, en las cartas, Sucre y el Libertador expresaban su sentido de respeto y estima. “Era una época muy romántica y no tenían reparos en expresar amor en sus palabras”.
El Mariscal Antonio José de Sucre fue asesinado el 4 de junio de 1830. “No solo destrozaron el corazón de Sucre, sino de todo un pueblo”, sentenció Bolívar.
Fuente: EL COMERCIO*
En los registros del Museo Casa de Sucre consta que el Mariscal nació el 3 de febrero de 1795, en Cumaná (Venezuela) y en la fe de bautismo consta como Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá. Según los relatos históricos, 22 días antes de la Batalla de Pichincha (24 de Mayo de 1822), conoció a Mariana Carcelén, la marquesa de Solanda. Fue en un baile organizado por el Cabildo de Latacunga. La volvió a ver luego de la batalla y la rescató del convento de Sto. Domingo, donde se había refugiado por temor a los soldados. Se casaron 6 años después.
La muerte de la hija de Sucre está envuelta del misterio. Luego de que el Mariscal fuera asesinado en Berruecos, la Marquesa contrajo matrimonio con el Gral. Isidoro Barriga. Él la tenía en sus brazos cuando la niña resbaló del balcón y cayó al patio. Los restos de Sucre y de su hija descansan en la Catedral Metropolitana.
Para Mauricio Vargas Linares, periodista y escritor colombiano, en ningún país de la región lo quieren tanto a Sucre como en Ecuador. Él es autor del libro ‘El Mariscal que vivió de prisa’ (2009) y de sus investigaciones concluyó que luego de las guerras independentistas deseaba tener una vida tranquila en este país.
“Pero ni eso lo permitieron. Ha sido una figura olvidada y maltratada. Casi ningún historiador le reconoce sus enormes capacidades militares”, aseguró Vargas.
En una de las cartas que escribió el Mariscal a Simón Bolívar, le expresó su deseo de radicarse en Quito. “Pero yo nunca pierdo de vista irme a fijar en Quito, porque pienso que mis huesos se entierren en el Ecuador, o que se tiren dentro del volcán Pichincha”, consta en la misiva enviada el 12 de diciembre de 1825 y recogida por el historiador Ángel Grisanti.
Vargas destaca en Sucre sus dotes de extraordinario militar, su mente de ingeniero y planificador y su habilidad para la diplomacia. Y en el terreno personal, su encanto y galantería con las jóvenes, a pesar de la timidez que por momentos lo dominaba.
El historiador Carlos Landázuri añade otra característica: Sucre redactó un tratado para determinar cómo se debe tratar al enemigo y, más aún, al enemigo vencido. En su opinión, ese documento lo convierte en el precursor en otorgar derechos a los contrincantes.
“Muchos de esos lineamientos están vigentes en la Carta de Derechos Humanos. Para Sucre, por el hecho de ser un enemigo no deja de ser un ser humano. Por eso se deben respetar una serie de derechos, entre esos el de la vida y dar un trato digno”, opina Landázuri.
A diferencia de sus pares de la época, el Mariscal era un estudioso de la ingeniería y de la planificación militares, de la guerra de movimientos y del manejo de los recursos y de la logística. La forma como planteó las batallas de Pichincha y de Ayacucho son prueba de su genio.
Según las memorias del general Joaquín Posada Gutiérrez, la última entrevista de Sucre con el Libertador fue tierna y congojosa. Estrechamente abrazados derramaron lágrimas. Ambos veían que sus sacrificios eran perdidos.
“Si la Providencia nos hubiese concedido el derecho de elegir padres, yo elegiría a Dr. José María Mosquera, y por hijo al general Sucre”, comentó el Libertador.
Para el historiador Landázuri, en las cartas, Sucre y el Libertador expresaban su sentido de respeto y estima. “Era una época muy romántica y no tenían reparos en expresar amor en sus palabras”.
El Mariscal Antonio José de Sucre fue asesinado el 4 de junio de 1830. “No solo destrozaron el corazón de Sucre, sino de todo un pueblo”, sentenció Bolívar.
Fuente: EL COMERCIO*
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