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EL TELÉGRAFO*
Licor artesanal
Entes gubernamentales analizan los procesos para regularizar a los productores de licor artesanal, que serán sometidos a un censo para saber cuántos son y dónde están. Foto: Edú León / EL Telégrafo
La elaboración de licor artesanal es una actividad familiar heredada desde la conquista. La derogada Ley de Estancos fue cambiada por la Ley de Régimen Tributario que se limita a poner un impuesto a los licores.
El consumo de licor artesanal, más conocido como “puntas”, en el Ecuador tiene graves efectos en la salud y corresponde a una práctica ancestral instaurada por los españoles para hacer más fácil la colonización y la explotación laboral.
Extendida principalmente en las zonas rurales del Ecuador, la producción de “puntas” genera empleo, pero no hay una regulación clara. Es más, los productores se quejan de que no saben a cuál ley acogerse para legalizar su trabajo y no ser perseguidos y afectados en su ingreso.
En Nanegalito, al noroccidente de Pichincha, 100 familias se dedican a este oficio. Los cañicultores poco a poco se alejan de la elaboración de licor artesanal, para dedicarse a la producción de panela porque ganan más y tienen menos problemas legales para su comercialización.
El licor “puro” produce más de 60 enfermedades y lesiones, según la información proporcionada por la Organización Mundial para la Salud (OMS): “El 95% de pureza del licor artesanal puede quemar de inmediato las capas que cubren las paredes del estómago”.
Según el doctor Pedro López, especialista en Estomatología, el “puro” como es un concentrado de la caña es 10 veces más dañino que el licor procesado, pero en algunos casos “depende de los componentes del alcohol procesado, pero en definitiva los dos causan daños irreparables en la salud”.
Principalmente se vincula con la cirrosis del hígado, la epilepsia de nivel cerebral, las intoxicaciones y varios tipos de cáncer, incluidos el colo rectal, el de mama, el de laringe y el de hígado (se incluye a las mujeres, porque en las comunidades el consumo es general).
López asegura que la OMS alertó que la ingesta excesiva produce enfermedad cardiaca y accidentes cerebrovasculares.
El efecto inmediato se produce en el páncreas, que es una glándula localizada detrás del estómago, que produce sustancias que ayudan a digerir los alimentos (para que el cuerpo los aproveche) y produce hormonas que colaboran en el control de los niveles del azúcar en la sangre. Al ingerir “puntas” se elevan los azúcares y con el 95% de concentrado del alcohol se quema una capa, así poco a poco de deteriora la salud interna del organismo.
Las enfermedades por consumo de alcohol aumentan, pero al referirse al licor artesanal es más grave porque es puro.
Para bajar el consumo, la propuesta internacional fue aumentar los impuestos y evitar la publicidad en los medios de difusión, pero esto no arroja bueno resultados, ya que la producción ilegal no es controlada.
“Todavía no hay muchos países que usen estas y otras políticas efectivas para prevenir las muertes, las enfermedades y las lesiones atribuidas al consumo de alcohol”, indica el médico.
El alcohol de producción casera o ilegal -que evade los controles gubernamentales y los impuestos- supone aproximadamente el 30% del total del consumo adulto a nivel mundial, según la OMS. Mientras que algunas de esas bebidas son tóxicas porque son procesadas sin controles sanitarios.
Comercialización
La oferta es mínima con relación a la demanda. La comercialización se realiza por entrega directa a los intermediarios en pomos, cada pomo de 20 litros cuesta $16. Luego ellos llevan a las ciudades y a otros rincones. Ahí está el secreto de la ganancia de los intermediarios. El costo final de cada litro de “puntas” llega hasta $2, en relación a los licores embotellados como el Zhumir, cuyo valor es de $4,50.
Miguel García elabora licor desde hace 40 años y dice que “los intermediarios ganan más, porque lo que ellos venden a la gente no es lo que se entrega, sino que por ganar más mezclan con agua o hasta con otras cosas”.
Para evitar la contaminación del licor se debería vigilar en el acopio en las fábricas de embotelladoras de licor para que paguen un precio justo. “Las autoridades deben fijarse que los verdaderos fabricantes no son el problema, sino la falta de leyes que los regule para evitar que exista el contrabando”.
Sin embargo, se sienten perseguidos porque antes se les otorgaba permisos, pero esa ley fue derogada con la nueva Constitución. Ahora la actividad no tiene un reglamento que garantice la actividad, pero hay impuestos que están destinados solo a los licores.
Según la abogada Rosa Caisabanda Jerez, la clandestinidad radica en la falta de normativas legales para esta actividad, a lo que suma oportunidades de empleo para los campesinos. “La gravedad está en que los productores se sienten como delincuentes, cuando no son los causantes de esta desgracia”.
García dijo que ante el temor de ser descubierto dejaría de elaborar licor artesanal y se pondría a producir panela, aunque esto implique dejar en la calle a las cinco familias que dependen directamente.
El licor artesanal toma distinto nombre de acuerdo a donde se produce: Canta claro (Loja), Sánduche (Baños), caldo de gallina (Bolívar), Pájaro azul (Guaranda), Canario (Riobamba), Espíritu del Ecuador (Latacunga), Revólver (Calacalí), Chapushka (Otavalo); Chukchu wasa (Ibarra), Sinchi caras (Lago Agrio) y Ayaguashka (Puyo), todos con una característica diferente, ya sea por el sabor o la presentación.
La costumbre de ingerir “puntas”fue impuesta desde la colonia para que los afros e indígenas trabajen jornadas prolongadas, duras y hasta riesgosas. En algunos casos su jornal era un pomo de trago. Con la ingesta de licor no sentían el cansancio, afirma el antropólogo Diego Velasco.
En Calacalí, así como en las comunidades rurales del Ecuador, el consumo de “puntas” es tradicional. Para la señora Nelly Rojas, erradicar la costumbre de tomar “puntas” o cualquier trago artesanal es una tarea complicada, porque son parte importante de las festividades de esas comunidades.
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