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Hijos del sueño americano
Los padres tenían un sueño; sus hijos lo alcanzaron. Tres historias de éxito de la segunda generación de ecuatorianos afincada en Nueva York.
Allá por la década de los 60 del siglo pasado cambiaron Ambato, Guayaquil o Cuenca por Nueva York. Vinieron en busca de mejor suerte y aquí se quedaron. Ahora son padres de una segunda generación educada en las mejores universidades de Estados Unidos.
Ellos y ellas, obreros de factorías, aspirantes de estudiantes, meseros y emprendedores fueron la primera generación que hizo camino al andar. Más tarde nuevas oleadas de inmigrantes siguieron llegando hasta convertir a los barrios de Corona, Elmhurst y Jackson Heights, en el condado de Queens, en territorio ecuatoriano. Sus hijos ya son o aspiran a ser abogados, médicos, ingenieros, profesores universitarios y funcionarios con poder de decisión en áreas de seguridad, educación y justicia en Nueva York.
Esta segunda generación conjuga los verbos en dos idiomas: en español en casa y en inglés en el colegio y en el trabajo. Viaja a la tierra de sus padres en vacaciones, se enamora y se casa con descendientes de otros inmigrantes venidos de cualquier lugar del planeta.
VERÓNICA CONFORME
Una mujer y un millón de niños
Como dice el refrán: “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Quizá en eso pensó el alcalde Bloomberg, cuando en octubre eligió a Verónica Conforme como el brazo derecho del canciller de Educación de Nueva York, Dennis Walcott. En tiempos de desafíos, esta mujer de origen ecuatoriano ayuda a reconstruir el mayor sistema de escuelas públicas en Estados Unidos, que educa a un millón de niños.
Walcott públicamente alabó “El profundo conocimiento que tiene Verónica sobre la infraestructura financiera y las necesidades operacionales de nuestras escuelas, la convierten en la persona ideal para servir como nuestra nueva jefa ejecutiva de operaciones”. Conforme antes fue la jefa financiera a cargo de un presupuesto de 24 mil millones de dólares.
Ser la hispana que más alto ha llegado en este departamento no le resta esa innata sencillez ni el orgullo de ser la hija de obreros guayaquileños que vinieron al final de los años 60 a vivir en El Bronx. “Durante 35 años mi papá Tito fue carnicero. Mi mamá Consuelo abrió un restaurante y desde los 11 años aprendí a cocinar platos típicos. Con esos trabajos nos educaron a mí y a mis tres hermanas”.
En la universidad de Syracuse estudió Política Internacional y Literatura Latinoamericana. Así descubrió la magia de Gabriel García Márquez y la maldición histórica de una región oprimida de la mano de “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano. Más tarde en la Universidad de Columbia estudió la maestría en Administración Pública, al tiempo que fue la responsable de enrolar profesores para la escuela de leyes de Columbia. Pero en 2003, Bloomberg ofreció poner primero a los niños. Ella sintió ese llamado, pues sabe bien lo que es estudiar en una escuela con muchas necesidades y pocas oportunidades.
En un mundo donde el futuro es hoy, recuerda lo que el anterior canciller, Joel Klein, solía decir: “Si no estudian, los niños de la India y la China les quitarán sus trabajos”. En esta frase se sintetiza su sueño de no dejar morir un viejo ideal: solo con educación se conquista la libertad.
ÉDGAR MOYA
Los ojos de Nueva York
Hay miles de ojos que vigilan Nueva York, pero los de Édgar Moya, 43 años, son los ojos del concejo municipal. Esa es su tarea y para eso ni los dos blackberries que lleva todo el tiempo son suficientes.
Cuando no es una tormenta de nieve, es un helicóptero caído, una protesta contra Wall Street o un desfile. Todo es visto por Moya desde la perspectiva de más de ocho millones que viven en una ciudad vulnerable.
Moya es hijo de un veterano de guerra de Vietnam, y de una ama de casa, los dos nacidos en Quito. Su padre llegó a EE.UU. a estudiar arquitectura pero la guerra acabó con esos planes y los Moya rescribieron su historia: la de Édgar empezó en grande a los 18 años cuando se convirtió en activista político demócrata. Cuatro años más tarde era asesor de la senadora Nidia Velázquez, en Washington.
Ha sido consejero de congresistas y senadores estatales. Además se hizo un nombre como responsable de varias campañas políticas, como la de su hermano Francisco, quien fue el primer hijo de ecuatorianos en alcanzar el cargo de asambleísta estatal.
Tiene dos maestrías, en Asuntos Públicos y en Economía. De su padre se lleva este consejo: “En la vida nada nada cae fácil, para triunfar hay que estudiar y trabajar mucho”. Y él lo realiza en las emergencias en Nueva York.
NEIL HERNÁNDEZ
El primero en romper barreras
Él fue el primer orgullo colectivo ecuatoriano cuando el alcalde Michael Bloomberg lo nombró comisionado del Departamento de Justicia Juvenil de Nueva York. A su cargo tuvo durante una década la rehabilitación y la reinserción a la sociedad de cinco mil jóvenes con problemas. De esas funciones se fue en el 2010 al mundo de la academia. En la universidad comunitaria Eugenio María de Hostos hace las veces de profesor y de estudiante y su meta es convertirse en un cientista político.
De aquella etapa al frente del sistema judicial juvenil conserva un logro intangible que metafóricamente lo describe así: “haber demostrado a los jóvenes en reclusión que la copa solo está hasta la mitad y que solo ellos tienen el poder de llenarla”.
Estudió derecho en la Universidad de Hofstra. Por esa misma época descubrió a los cantantes Franco de Vita y Ricardo Montaner. Sus letras y su música inspiraron uno de sus más grandes placeres: leer y escribir poesía. “El inglés es mi primera lengua, pero cuando escribo poemas me inspiro en español”, idioma que le sirve para ayudar a los estudiantes latinos que todavía chapucean con el inglés. Cree en la educación de excelencia y esto es motivo de satisfacción que, al igual que él, otros hijos de ecuatorianos van en busca de un doctorado. En la Administración Pública, Hernández fue el primero que saltó la barrera.
Olga Imbaquingo / reveolga@yahoo.fr
Fuente: REVISTA VISTAZO*
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