PESCADOR, DE SEBASTIÁN CORDERO
Sebastián Cordero devela algunas zonas de su arte y su cuarta película, Pescador. En un diálogo exlcusivo con COSAS, descubrimos más de este viaje fascinante por la geografía del Ecuador.
96 minutos de viaje por geografías externas e internas que enlazan Costa y Sierra, sentimientos encontrados de Blanquito y Lorna, Guayaquil y Quito tan cerca, calor y frío.
Cámara al hombro, locaciones reales, usando la luz disponible y todo armado cronológicamente. Un viaje de carretera y también un viaje interior por las subjetividades de dos personajes, tan distintos, y al mismo tiempo tan unidos por el deseo de dejarlo todo atrás y darle un vuelco a sus vidas. Un viaje por paisajes y sentidos, por derrotas y pequeños triunfos, un filme a ritmo de la buena música de la orquesta colombiana La-33, y con la maestría del director ecuatoriano más internacional y prometedor que tiene el país: Sebastián Cordero.
Todo esto y más reúne la cuarta película del director y guionista que vivió su niñez en el Ecuador, su adolescencia en París, y ya en su juventud estudió en Los Ángeles, quien estrena “Pescador”, un largometraje que nos enfrenta a una historia divertida, con lógicas delirantes, ligeras pero armoniosas en la narración de la historia, los personajes verosímiles y la banda sonora deliciosa.
Lo ligero contiene los matices del humor, el habla coloquial de sus personajes y la música tropical y caribeña, que invitan al goce; de ninguna manera, entiéndase ligero, como falto de argumentos, maestría contundencia o calidad que en esta cuarta película son los mejores argumentos de este director.
De la mano de Blanquito, interpretado por el actor Andrés Crespo, un tipo entrañable de 30 años, que vive con su madre en el pueblito costero de “El Matal”, situado en la provincia de Manabí, y con la luz plateada del amanecer en la playa, arranca una historia basada en la crónica periodística de Juan Fernando Andrade, bajo el título: “Confesiones de un pescador de coca”. Cordero y Andrade construyeron el guión y de allí, mucha agua ha corrido para esta cinta que ya se exhibió, con excelente crítica y acogida del público, en el prestigioso Festival de Cine de San Sebastián, y a la que en el 2012, le esperan los estrenos en las principales ciudades del Ecuador (febrero-marzo) y la participación en competencia en los festivales de Cartagena, Miami y Guadalajara.
Un cargamento de cocaína, distribuido en paquetes perfectamente empacados, aparece un día en las orillas de la playa de “El Matal”. Los pescadores de la zona se reparten los paquetes, y los que le tocan a Blanquito lo llevan a pensar en dos caminos para su vida: dejar su pueblo y su pobreza, y cambiar de vida con el dinero de la venta de los paquetes de coca y, desde luego, saber ¿quién es?, lo que se resuelve con la búsqueda de su padre, un político millonario que vive en Guayaquil y que se llama igual que el hijo: Carlos Adrián Solórzano Cedeño.
Cuando Blanquito conoce a Lorna (interpretado por la actriz colombiana María Cecilia Sánchez), quien le ofrece mover y vender la coca, juntos emprenden el viaje que cambiará sus vidas, sin embargo en el camino, los verdaderos sentimientos e intenciones afloran y Blanquito comienza a vivir los sinsabores de la vida, el sentido de la libertad, y el saberse de ninguna parte.
Pescador está conectada en muchas zonas y sentidos con la ópera prima de Cordero; pues al igual que en “Ratas, Ratones y Rateros”, el gran tema es la pérdida de la inocencia, el responderse a la pregunta: ¿quién soy?, los temas de la identidad, las ciudades que hacen el corazón del Ecuador, y nuevamente vuelve a trabajar con el excelente actor Carlos Valencia. Y así como en Ratas…descubrió a Bustos, en esta peli descubre como actor al pintor Marcelo Aguirre, quien cumple con una notable actuación.
Lo importante es que usted no puede dejar de ver Pescador y por eso charlamos con Sebastián Cordero, para sentir y entender más de su arte.
Ratas, Ratones y Rateros, Crónicas, Rabia y Pescador, cuatro largometrajes que edifican tu arte. ¿Cuáles serían las constantes u obsesiones éticas y estéticas que definen tu cine?
Hay varias preocupaciones que se manifiestan en mi trabajo. ¿Quién es uno?, ¿A dónde vas?, la pérdida de la inocencia, desde diversas maneras de ver el mundo, y el paso siguiente que es siempre la aceptación o la lucha frente al descubrimiento de quien eres. Desde niño siempre he tenido presente estas preocupaciones, no solo que las veía y buscaba en el cine y la literatura, sino que las fui incorporando a mi trabajo. La pérdida de la inocencia frente a la muerte cuando te toca enfrentarla, la pérdida de la inocencia frente al amor, a la decepción por la traición de un amigo… La historia de la pérdida de la inocencia de Blanquito en Pescador o la pérdida de la inocencia del periodista en Crónicas, siempre está esa obsesión en mi trabajo.
Creo que en tu cine siempre hay una intención muy marcada por mostrar los paisajes o geografías físicas de los lugares, pero al mismo tiempo, encuentro que son las geografías internas del alma o el espíritu de tus personajes. ¿Cómo trabajas esto, es así como yo lo veo, para ti también?
Siempre trato de que lo interno que están viviendo los personajes se vea en lo externo y viceversa. Intento que la imagen refleje los sentimientos de los personajes. El paisaje se vuelve importante para expresar lo que están sintiendo. En Ratas… quería hacer el retrato del Ecuador, pero no de ese Ecuador turístico o de una postal, traté de mostrar otro Ecuador. Como viví en París y en Los Ángeles, siempre tenía las fotos o postales del país turístico y bonito; pero me ha fascinado ver los mundos distintos del país donde conviven tan cerca los unos de los otros. Las realidades diametralmente opuestas de personajes que comparten los mismos espacios, me interesa.
Dicen que un país es su cine o su literatura. ¿Crees que el Ecuador tiene un cine que lo identifique en cualquier parte del mundo?
Siento que el cine ecuatoriano es muy diverso, cada propuesta es muy propia del director y ninguna se parece a la otra y esa riqueza de lo diverso es interesante. Lo que hace Mateo Herrera es tan distinto de lo que hace Tania Hermida o Anahí Honaisen y Daniel Andrade. Estilísticamente no veo algo recurrente en cada una de las películas que me gustan. Con Pescador traté de mostrar una mirada ingenua, es un filme que no tiene pretensiones y por ello lo considero más ligero y más amplio en cuanto a la llegada a los públicos. En este sentido, fue un reto esta película porque traté de explorar en los extremos de los lugares como Guayaquil y Quito, los espacios más sórdidos con sitios más amables. En realidad, creo que ya la gente afuera escucha hablar del cine ecuatoriano y de una u otra película, pero aún falta mucho camino y abrir más oportunidades.
¿Cuáles son tus películas ecuatorianas favoritas?
A varias les tengo mucho cariño y me han gustado mucho. Me encantó “Esas no son penas” y el corto de Cristina Barragán que se llama algo como: “Domingo violeta”, no recuerdo muy bien su título. Me encantó el documental “Con mi corazón en Yambo”, por el tema de recuperar la memoria como algo fundamental para el país. Me encantó el documental de Yanara Guayasamín sobre la muerte, es raro, tengo varios documentales que me gustan, aunque lo que yo hago y más me interesa es la ficción.
¿Te interesa la literatura ecuatoriana para cinematografiarla, tienes alguna novela en mente para llevarla al cine?
Sí, hay muchas cosas que me gustaría llevarlas al cine, pero pienso mucho en los costos. Me interesan “Las cruces sobre el agua” y también “Huasipungo”.
¿Crees que para hacer cine lo principal es un buen guión o tener un buen presupuesto?
Sí, lo principal es un buen guión, una buena historia, sin duda, porque hay muchas maneras de hacer una película, pero hay un mínimo de presupuesto sin el cual no puedes trabajar. Pero creo que me quedo con un buen guión.
Háblanos de Pescador, la música, los actores, el guión… ¿por qué hay que verla, y cómo la fuiste haciendo?
Pescador, desde el principio me gustó y siempre la pensé con esa música tropical y salsera. Siempre estuvo en mi cabeza Rubén Blades como un elemento importante. En el Festival de Cine de Guadalajara escuché en vivo a La-33 y me encantó y me anoté en mi libreta las coordenadas de esta gente y los temas. Ellos no hacían temas instrumentales y fue un reto que lo hagan para la película, ese es el tema con el que se abre el filme. Están algunos covers, como: “Que no quede huella” y el tema de Blades, que ayudan mucho a los personajes. Decidí trabajar con el humor, un humor sutil y también con el lenguaje coloquial y propio de los pescadores de la Costa; el público de San Sebastián la ha recibido bien y no ha sentido barreras con el lenguaje. Hay detalles y sutilezas pero no son un problema de comprensión. Siento que es una película que se conecta más con la gente, con un amplio sector de gente, quizá porque es más ligera y menos pretenciosa. Cada película encuentra un camino y ésta espero que sea bien recibida por el público. Creo que se necesita hablar de las películas, se necesita de la crítica y de los espacios para difundir más el cine. No es una película de narcos, es una cinta que te propone otras situaciones y desenlaces a los que tú te podrías esperar. La droga, el cargamento, los narcos... la gente no va a ver una de mafiosos. A mí me gusta mucho el tono de la película, me gusta pensarla, aunque sueno vanidoso, como el mito de Sísifo, que carga una gran piedra, sube la montaña y luego se le cae y debe volver a bajar y subir la piedra. La película habla de la belleza, de lo absurdo de la vida, del dolor y las derrotas. Por eso es el viaje, el recorrido y el final abierto, un final para reflexionar y para que cada uno como espectador, lo cierre en su cabeza.
Por: Aleyda Quevedo Rojas
www.aleydaquevedorojas.com
Fotos retrato: Lorena Cordero. Fotos película: Francois Coco Laso
Fuente: REVISTA COSAS*
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