Eloy frecuentemente acompañó a su padre en viajes comerciales, especialmente a Panamá y otros países centroamericanos. Durante su exilio en Panamá, época de la presidencia de García Moreno, se desempeñó como próspero empresario
"Los principios de la ciencia nos enseñan que en las grandes empresas nacionales, generalmente los gobiernos no son buenos administradores […] En esta virtud, yo no vacilaría en confiar el éxito del ferrocarril a una comisión honorable, compuesta de hombres patriotas, probos y de fortuna, que se encargase de allanar los capitales de que habemos menester para la construcción de la obra redentora y de excogitar los mejores medios para llevarla a cabo". Eloy Alfaro
Entre los historiadores ecuatorianos de la primera mitad del siglo XX, al analizar a Eloy Alfaro, no hay consenso sobre su ideología y relación con el sector privado, pero entre los contemporáneos, la mayoría de pensamiento de izquierda, lo describe como enemigo de los empresarios, llegando al extremo absurdo de sostener que fue el primer socialista ecuatoriano. Nada más alejado de la realidad. Alfaro fue pro empresa privada, las evidencias son abrumadoras, se observan a través de todos los actos en su vida.
Su ideología capitalista comienza en sus orígenes. Su padre, Manuel Alfaro, fue empresario exitoso, de aquellos que comienzan como empleados y terminan siendo dueños de negocios. En efecto, fue empleado de Manuel Antonio Luzarraga, español que en menos de cuatro décadas se convirtió en uno de los hombres más ricos de Ecuador. Cuando se independizó de él, el padre de Alfaro se dedicó al negocio de exportación de sombreros de paja toquilla y adquirió algunas haciendas con el objetivo de sembrar diferentes productos y tener ganadería.
Eloy frecuentemente acompañó a su padre en viajes comerciales, especialmente a Panamá y otros países centroamericanos. Durante su exilio en Panamá, época de la presidencia de García Moreno, se desempeñó como próspero empresario. Después del fallecimiento de García Moreno, Eloy regresó a Ecuador e hizo crecer el negocio, generó mucho dinero que sirvió para pagar los estudios de sus hermanos y cubrir los costos de vida de su padre jubilado en Costa Rica.
De su capacidad como empresario, Loor escribió: "Los negocios le dan el ciento por uno…Tiene alma de comerciante judío y se enriquece bárbaramente. Gana en ocasiones hasta mil duros diarios, en el Panamá, de los trabajos preparatorios para el Canal".
Alfaro se vinculó con la élite social y económica; se casó con Ana Paredes Arosemena, perteneciente a dos de las familias más distinguidas de Panamá y de las más antiguas de América del Sur. Los empresarios de Guayaquil siempre lo vieron como uno de su sector, no como un político en el que no se podía confiar. Todo lo contrario, entre él y los agricultores, comerciantes e industriales, siempre hubo buena química.
Cuando Alfaro subió al poder, no existía el Estado Benefactor, hasta los primeros años del siglo XX, el colosal desarrollo económico mundial, se había logrado por la iniciativa del sector privado. Recién la izquierda comenzaba a nacer y los escritos de Marx, atacando a las actividades productivas por ser "explotadoras", no se habían popularizado. En el mundo, el Estado invertía en seguridad, educación y un poco en salud, el resto era inversión del sector privado. A nivel mundial, apenas 10% de la economía era manejada por el Estado, actualmente es más del 50%. El ingenio humano y la libertad económica habían permitido a países salir de la pobreza y algunos convertirse en potencias mundiales. En Ecuador, bancos privados actuaron como bancos de desarrollo, prestando dinero a los distintos gobiernos, para financiar el presupuesto del Estado. Alfaro recurrió frecuentemente a ellos.
Desde que Alfaro logró prominencia nacional al dirigir una de las fuerzas revolucionarias contra el dictador Veintimilla, tuvo el respaldo de los empresarios, y él supo corresponderles. No solo fueron guayaquileños, también contribuyeron empresarios de Esmeraldas y Manabí. El pensamiento liberal estuvo en los costeños desde siempre.
Hay numerosos comentarios a favor de los empresarios en el discurso de Alfaro a la Asamblea Nacional en 1883, después del derrocamiento de Veintimilla. En su exposición se nota la preocupación por quienes confiaron en él y entregaron dinero. Entre ellos Kelly, empresario inglés, quien durante el tiempo que vivió en Ecuador inició algunos negocios, incluyendo la construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito y un Banco en Manabí con carácter de extranjero; Nider, quien se relacionó con la construcción de telégrafos en Manabí; Rendón, socio para el cultivo del henequén y ramié o seda vegetal, entre otros.
Las clases económicamente altas no se limitaron a ayudar con dinero a Alfaro, también participaron en las llamadas Montoneras que los historiadores contemporáneos sostienen fue conformada por la gente de clase pobre y algo de clase media. Esta apreciación es sesgada porque también participaron hijos de familias acomodadas como Luis Adriano Dillon y Agustín Febres-Cordero. Alfaro tuvo muy estrecha relación con Francisco Urbina Jado, gerente del Banco Comercial y Agrícola, quien frecuentemente le prestó dinero al Estado ecuatoriano para financiar los proyectos de Alfaro. Esta apreciación es sesgada porque también participaron hijos de familias acomodadas, como lo prueba la foto que reproduzco (abajo).
Los revolucionarios. Luis Adriano Dillon (sentado, primero de la derecha) y Agustín Febres- Cordero (parado primero de derecha a izquierda)
Para lograr una gran transformación económica, los empresarios serían claves. La cualidad de un buen estadista es saber escuchar y Alfaro supo hacerlo. Tomó recomendaciones de la Cámara de Comercio de Guayaquil, sus ministros empresarios y otros que estuvieron dispuestos a hacer sugerencias. Siendo liberales por naturaleza, los empresarios no estaban de acuerdo con el pensamiento conservador que frenaba el crecimiento de los negocios.
Las administraciones de Alfaro estuvieron permanentemente cortas de dinero, los ingresos del presupuesto no fueron suficientes para cubrir las necesidades de los enfrentamientos armados, además de las obras que quería hacer.
Su primera administración tuvo que enfrentar serios obstáculos económicos, financieros y de otra naturaleza, como el incendio de Guayaquil en 1896. Para cooperar con Alfaro, banqueros y comerciantes firmaron un convenio que evitó la escalada del dólar y la libra esterlina. Paralelamente, Alfaro solicitó a la Cámara de Comercio de Guayaquil la opinión sobre el sistema monetario que Ecuador debería tener. Por tanto, en 1898, adoptó el Patrón Oro, sistema que ofrecía varias ventajas pues atraería la inversión extranjera, repatriación de capitales de ecuatorianos, estimularía la reducción de la tasa de interés al igual que la de inflación y acrecentaría la riqueza nacional. El nuevo sistema monetario mantuvo la estabilidad cambiaria hasta 1914, cuando se inició la Primera Guerra Mundial.
Irónicamente, este mismo Gobierno que promulgó la Ley de Monedas, trató de interrumpir el proceso de fortalecimiento del sucre. Ante la urgente necesidad de armarse para prepararse frente a futuros enfrentamientos bélicos, Alfaro sorprendió a la empresa privada, al decretar una emisión inorgánica de 2 millones de sucres, es decir sin respaldo metálico alguno y que él definió como una "contribución extraordinaria". El plan de Alfaro fue usar la mitad de esa suma para reponer y mejorar las fuerzas armadas y garantizar su permanencia en el poder. La noticia fue recibida con alarma y causó fuerte oposición; los empresarios cansados de trabajar en una economía inestable y volátil, gestionaron ante Alfaro la supresión de la desacertada medida, proponiendo como alternativa otorgar al Gobierno un préstamo por un millón de sucres en moneda fuerte, reembolsable con el producto del ramo de sal.
En la segunda administración de Alfaro, hubo la misma falta de recursos económicos y para evitar el descalabro financiero, los empresarios de Guayaquil nuevamente lo sacaron de apuros y le hicieron un préstamo que se cancelaría con la administración del puerto de Guayaquil. Así, en 1907, decidió conceder al sector privado el manipuleo y control de la carga de exportación e importación, que se hizo por medio de lanchas de particulares, debido a que en aquellos años, el muelle ya no funcionaba, evitándose así la evasión tributaria que existía hasta entonces. Alfaro defendió el contrato y argumentó que el Estado no tenía los fondos, ni estaba preparado para administrar la carga eficientemente.
Por otro lado, desde fines del siglo XIX, el cacao ecuatoriano comenzó a tener severa competencia de las colonias africanas británicas que habían iniciado siembras masivas del grano. La competencia representaba menos ingresos de divisas para Ecuador. En 1899, frente a este panorama sombrío, Vicente González Bazo, prestigioso empresario, presentó a Alfaro un proyecto relacionado con la creación de la Compañía Nacional de Cacao del Ecuador, cuyos propietarios serían todos los productores y exportadores de cacao. Alfaro acogió el proyecto y lo envió al Congreso, donde adicionalmente propuso reducir los impuestos a la exportación de cacao y demás frutos del país, para desarrollar la agricultura. Alfaro conocía muy bien que al hacerlo, el país se beneficiaría por el aumento de puestos de trabajo y mayor recaudación de impuestos. Las estrechas relaciones entre los sectores público y privado durante las administraciones de Alfaro, no se habían visto antes ni se verían después.
La Compañía Nacional de Cacao del Ecuador no logró hacerse realidad, pero una década más tarde, por motivo que los precios del cacao se habían deteriorado, se creó la Asociación de Agricultores en Guayaquil, institución muy similar en la que participó el 80% de los productores y exportadores de cacao.
Alfaro no se limitó a apoyar al sector de cacao, lo hizo con otros sectores de la economía e incluso trató de fomentar nuevos sectores como la piscicultura. Décadas antes de que en los cincuenta el gobierno ecuatoriano promulgara la Ley de Desarrollo Industrial, Alfaro impulsó una ley para fomentar la industrialización en el país y así ayudar a diversificar la economía.
Habiendo sido exportador, Alfaro estuvo acostumbrado a relacionarse con empresarios extranjeros y disfrutar de sus negocios y compañías. Entre sus amigos empresarios, pocos se comparan con Archer Harman, estadounidense que terminó e inauguró el ferrocarril Quito-Guayaquil. Alfaro siendo empresario, conocía que para la economía prosperar, las ciudades de la Costa y Sierra tenían que estar conectadas y no aisladas para así terminar con mercados locales y desarrollar un mercado nacional.
Harman se enteró sobre el interés de Alfaro en reiniciar la obra del ferrocarril y vio la oportunidad de reivindicarse como exitoso empresario, por lo que en 1897 viajó a Ecuador para reunirse con Alfaro. Como resultado de su entrevista se acordaron los términos de la negociación, en la que participaría el Estado, los tenedores de la deuda inglesa y Harman en representación de inversionistas ingleses y estadounidenses. Entre estos últimos se encontraba Hope Norton, quien posteriormente tendría un rol muy destacado en el sector empresarial privado ecuatoriano, al ser presidente de Guayaquil & Quito Railway Company, y de Ecuadorian Corporation.
Hay que señalar que Alfaro impulsó la Constitución de 1906, mayoritariamente redactada por José Peralta, ideólogo liberal y cuya finalidad fue crear las bases de la modernidad de Ecuador. Esta Constitución incluyó articulados que favorecieron totalmente al sector privado.
En definitiva, sugerir que Alfaro fue socialista o usarlo como símbolo de una revolución socialista, es mostrar total ignorancia histórica. Ningún presidente ecuatoriano ha sido tan cercano a los empresarios como Eloy Alfaro.
Guillermo Arosemena Arosemena
Fuente: EXPRESO*
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