Lucrecia Maldonado
carneyhueso2003@yahoo.com
No quieren golpe de Estado. El paro del 13 no es para eso, qué va. Miran a otro lado cuando se habla de golpismo, y si los tomamos uno por una, dirán: “No, qué va. Nadie ha hablado de derrocamiento. Que llegue al 2017, ahí se verá. Lo que queremos es que rectifique, que dialogue, que corrija”. Suponen que se les cree.
Y tal vez algún ingenuo lo hace. Después de todo, el ser humano es experto en creer sus propias mentiras. O tal vez ya se dieron cuenta de que acabar de un plumazo, a gritos y escupitajos con la estabilidad de más de ocho años de gobierno no le parece tan buena idea a una gran mayoría de población que, más allá del correísmo o el anticorreísmo, lo que quiere es que le dejen vivir y trabajar en paz.
Sin embargo, borran con las acciones lo que dicen con la lengua. Después de todo, si no quieren derrocamiento, ¿a qué esa organización de marchas desde remotos lugares para confluir en Quito un día y a una hora determinados repletos de consignas que, más allá de las sacrosantas intenciones proclamadas se reducen, en últimas, a la repetición de “¡Fuera, Correa, fuera!”?
Si se pregunta por qué protestan tampoco es que haya un hilo conductor. Más bien se repiten los lugares comunes de la oposición: el Yasuní… la prepotencia… la falta -en plural- de libertades y -en singular- de una libertad de expresión desde la que, si realmente no existiera, no podrían expresarse como lo están haciendo… la reelección indefinida, como si no se tratara de algo tan sencillo como agarrar y votar por otro en las elecciones en que tercie el que supuestamente se quiere perpetuar en el poder.
Con toda seguridad, al interior de ese variopinto grupo de personas que protestan existen muchos que están convencidos de ello, y que realmente quieren un diálogo y un cambio; después de todo, el gobierno del presidente Correa ha cometido unos cuantos errores, algunos garrafales.
Sin embargo, la verdadera cara de la oposición ya se ha mostrado en la marcha de gente furibunda en vehículos de lujo hacia el aeropuerto para ‘dar la bienvenida’ a Rafael Correa, o en la bandera negra bajo la cual se amparan los que se declaran en rebeldía, con mayor evidencia en los que pretendían llegar a Carondelet (¿a dialogar?), y de un modo mucho más gráfico en el rostro del hombre que golpea inmisericordemente con un palo hasta destrozar las piernas de un policía.
Pero no son violentos, qué va. No quieren derrocar ni dar un golpe de Estado. En realidad, ni ellos mismos saben bien qué es lo que quieren. O se hacen. (O)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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