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POR: Pablo Salgado Jácome
psalgadoj@hotmail.com
El ministro de Defensa, Fernando Cordero, es el invitado en Los desayunos de 24 horas. La presentadora pone al aire un video que da cuenta de la batalla callejera, en Sucúa, entre manifestantes y militares. Y luego lanza a quemarropa, la pregunta: “Qué hacen los militares tirando piedras y dando bala a las casas?”. Y el ministro, enojado y ofendido, responde: “En ese video lo que hay es una actitud brutal y prepotente de los manifestantes… Ud. está aupando a los violentos…”.
Esta otra batalla, la mediática, es quizá el fiel reflejo de lo que sucede en el Ecuador de hoy. Medios de comunicación privados enfrentados con los funcionarios públicos. Medios de comunicación, sin guardar ya las apariencias, fungiendo de actores políticos. La misma presentadora que se deshace en halagos a los invitados de oposición, ahora increpa al ministro. Y el ministro se descompone. En el marco de esta batalla, han crecido considerablemente las agresiones a los periodistas, quienes son impedidos de cumplir con su trabajo. Agresiones y amenazas que deben terminar. Pero también es necesario asumir, con responsabilidad, el rol de informar con ética y en apego a la verdad.
Es cierto que el paro nacional fue un fracaso. Por una sola razón: una convocatoria nacional a paralizar el país y no paraliza ni un barrio, peor un país, es un fracaso. Pero más allá de eso, y de la legitimidad de protestar y manifestarse, fue a través de la marcha, en las calles de Quito, en donde se quería evidenciar el poder del movimiento indígena. Y devino en violencia. Mientras más violencia se genera, más se desgasta al Gobierno. Es milenaria la lucha del movimiento indígena. Digna y valiente. Levantamientos que no solo recibieron la adhesión de la mayoría de los ecuatorianos, sino que lograron importantes conquistas para sus comunidades. Sin embargo, al convertirse en aliados políticos de diversos sectores, incluida la derecha, sus opresores perdieron no solo credibilidad, sino respaldo popular.
Quizá por ello, en las últimas acciones de protesta contra el Gobierno, el movimiento indígena busca desligarse de la derecha, de los banderas negras e incluso de los movimientos ‘liderados’ por políticos oportunistas y desprestigiados. El movimiento indígena quiere recobrar su independencia y autonomía, para así recomponer también su credibilidad y conseguir ese respaldo popular de otros años. La detención de Manuela Picq -compañera sentimental de Carlos Pérez Guartambel- es un grave error político (torpeza política ¿del Ministerio del Interior?) que logró que el dirigente de la Ecuarunari -sin proponérselo- se despojara de ese matiz violento y pueda revestirse de humanidad y simpatía. Gran historia de amor que los medios de comunicación no desaprovecharon. Y claro, Manuela es ahora la nueva heroína mediática, y adoptada como una ‘ecuatoriana’ más.
En este clima de confrontación y de violencia, es difícil que una propuesta de diálogo tenga cabida. Más aún si se sigue socializando y no dialogando. Es hora de deponer actitudes beligerantes. Los violentos, estoy seguro, no cejarán en su empeño por desgastar a la Revolución Ciudadana. Su objetivo es claro, no a la reelección presidencial. Sin el presidente Correa en la papeleta electoral tienen -aseguran- una opción de encontrar un candidato de consenso que gane al candidato oficialista. Y el Gobierno, sin frente político fuerte y menos inteligente, apenas atina a parchar los goterones que hacen agua. Es necesario, y urgente, recomponer los equipos, refrescar el gabinete, dar señales de apertura y, sobre todo, reinventarse desde la participación, real y efectiva, ciudadana. (O)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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