***SNN
POR: Orlando Pérez
orlando.perez@telegrafo.com.ec
@OrlandoPerezEC
Cuando se ponen por delante verdades a medias, un ‘romance’ como valor revolucionario, varias mentiras (para la victimización farandulera) y uno que otro escándalo, la política pierde sentido. Mucho más si ya circulan matrices de opinión y de información con base en una exacerbada desinformación y/o tergiversación de los hechos, entonces tenemos un escenario para la justificación de cualquier acción, no necesariamente política, sino para la deslegitimación de la institucionalidad y de la misma democracia.
Y en esa misma línea, si ya al Gobierno, a las fuerzas sociales y a la misma ciudadanía le toca defenderse, responder o ser espectadores de la violencia callejera, la política cede espacio y argumentos a otras ‘prioridades’. Mucho más si ya hay un aparato mediático que construye unas percepciones y unas sensaciones de que todo camina al caos, entonces volvemos a la eterna supuesta discusión de qué haremos para ‘salvar’ la democracia.
Lo cierto es que en medio de esto el único sentido que adquiere la disputa política es el de la violencia, los heridos, presos y amenazas recurrentes. Y ahí ya no hay política, diálogo o intentos de entendimiento que valgan. Cuando se escucha a los dirigentes sindicales e indígenas decir que no van a dialogar si no es con el Presidente de la República y luego que ya no hablarán con nadie y que el único camino es que el Gobierno acoja las plataformas del FUT y la Conaie, dejando de lado a otras organizaciones, sectores y dirigentes, la política pierde su razón de ser.
Si menos del uno por ciento de la población participa en las manifestaciones, según las encuestas; si más del 70% está a favor del diálogo propuesto por el Gobierno; si hay un consenso nacional en contra de la violencia con la que actúan los manifestantes en Quito como en la Amazonía; si todo eso es así, ¿cómo se entiende el ejercicio de la política? ¿Para qué están los valores democráticos y los recursos jurídicos para la solución de conflictos? ¿Para qué está la ley si los violentos deben ser tratados como víctimas? ¿De qué modo contribuyen a la paz y al entendimiento colectivos unos entrevistadores que solo ven un lado del problema y de ese lado exacerban sentimientos de revancha, venganza y más violencia?
Si el FUT y la Conaie reciben el apoyo de Álvaro Noboa (quien pide la renuncia del Primer Mandatario porque le ha obligado a cumplir con sus responsabilidades tributarias), Jaime Nebot, Guillermo Lasso y Lucio Gutiérrez, pero además dejan que los violentos rompan toda posibilidad de expresar sus opiniones en paz, han perdido de antemano la batalla política en la que se enfrascaron. Ya no son actores políticos con una lógica democrática sino con intenciones y prácticas de cualquier signo, arribando a la desestabilización y al caos, antes que al diálogo y al entendimiento. Claro, para ello hay que victimizarse y colgar en la retina general unas cuantas imágenes que lo justifiquen.
¿El archivo de las enmiendas constitucionales es un clamor popular? Y si fuese así y este momento se convoca a una consulta popular, ¿desaparecerá la violencia? ¿Dónde irían a parar los recursos destinados para las protestas, las cajas de sardina, aguas, refrescos y demás vituallas que un asambleísta distribuye en el parque de El Arbolito?
No, aquí se trata de hacer política y los actores políticos están dejándola de lado para sembrar caos y anarquía. (O)
Fuente: EL TELÉGRAFO
No hay comentarios:
Publicar un comentario