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Han pasado nueve días pero la Fiscalía aún no logra establecer si la muerte del sargento Daniel Loor tuvo como causa un homicidio o si se trató de un suicidio.
El deceso de Loor fue la tercera muerte de un militar del Ejército en servicio en la frontera con Colombia, en menos de un mes. El cadáver del militar fue encontrado hace nueve días en una garita de vigilancia del Batallón de Infantería Motorizada (Bimot-39) Galo Molina, en Tulcán, Carchi.
Al igual que en las otras dos muertes, aún no se establecen responsabilidades. El 16 de noviembre murió el cabo Fabián Chango, en un patrullaje fluvial en Sucumbíos, en la desembocadura del río San Miguel, sobre el Putumayo, límite con Colombia.
Chango recibió un disparo a la altura del pecho, al parecer de contrabandistas de la zona. Según las pericias, el militar fue alcanzado por perdigones, que resultaron letales porque patrullaba sin portar chaleco antibalas.
Trece días después, el 29 de noviembre, el sargento Jorge Márquez falleció durante un ejercicio militar en el sector de Palma Roja, Sucumbíos. Según la versión oficial, Márquez habría estado en un helicóptero, desde el cual se ejecutaría un ejercicio denominado operación de asalto aéreo: descenso por un cable.
La muerte del soldado Daniel Loor en el Bimot-39 de Tulcán fue reportada el domingo 11 de diciembre. Julio Barragán, comandante del Bimot-39, asegura que cerca de las 22:30 el joven fue visto con vida, por última vez, por el militar de ronda, en la garita. Según el oficial, a las 23:45, el militar de ronda y un clase A, habrían encontrado el cuerpo.
El caso es investigado por el fiscal Marlon Escobar. Según la necropsia, el cadáver de Loor registraba el impacto de una bala compatible con fusil HK (arma de dotación del Ejército, con municiones de 5,56 milímetros). El protocolo de autopsia precisa que se hallaron dos orificios, uno de entrada y otro de salida, y refiere que esa bala segó la vida del uniformado, quien -según la versión del Bimot-39, habría sido hallado en el piso, boca abajo, sobre su arma. El soldado habría portado esa noche un fusil HK.
Fuentes de la Fiscalía refieren que los casos de suicidios o de muertes accidentales en militares y policías son poco comunes en Carchi. En el análisis del cadáver también se recogieron muestras epiteliales para determinar si había restos de plomo (estos quedan en las manos al percutir un arma de fuego), con lo cual se absolvería la hipótesis del suicidio. “Las pruebas fueron remitidas a Criminalística en Quito para que se realicen los análisis”, dice Edgar López, jefe de la Policía Judicial. Las autoridades esperan esos resultados hasta este viernes.
En la Fiscalía esperan los análisis de esa prueba de barrido electrónico, ya que el examen médico legal (autopsia) estableció que se trató de una muerte incierta.
Loor, nacido en Portoviejo, se graduó de soldado del Ejército en agosto del 2010. El último año pasó en el Bimot-39. Según sus compañeros era jovial, jugaba fútbol y ecuavóley. Ellos también refieren que tenía una novia.
Jofree Barragán, abogado de la familia Loor, rechaza la hipótesis del suicidio. No descarta un accidente. “Al soldado se le escapó una bala y esta fue fulminante”.
Dos casos en Sucumbíos
La muerte del soldado Fabián Chango, el 16 de noviembre en Sucumbíos, evidenció problemas de procedimiento. El ministro de Defensa, Javier Ponce, dijo que el militar no contaba con chaleco antibalas, pese a que desarrollaba un patrullaje fluvial en la frontera norte. “Ese fue un error grave” de “quienes organizaron el operativo”, dijo y pidió “claras investigaciones”.
El accidente que segó la vida del sargento Jorge Márquez, el 29 de noviembre, tampoco está claro. El boina roja murió en el ensayo de un ejercicio de salto que iba a ser parte de una exhibición militar al presidente Rafael Correa. El hecho ocurrió en el sector de Palma Roja (Putumayo). El Ejército solo habló de un percance con el cable de descenso, desde un helicóptero.
Fuente: EL COMERCIO*
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