El sicariato no solo es el síntoma de que el narcotráfico ha tomado las estructuras sociales sino que la drogadicción se ha convertido en epidemia.
Después de los alimentos y el petróleo, el narcotráfico es la tercera industria mundial. Se estima que mueve alrededor de 450 mil millones de dólares al año. Mario Vargas Llosa la define como una medusa, cuyas cabezas de serpiente se reproducen tan pronto se cortan y como consecuencia parece haber resultado indestructible para los estados organizados, a pesar de 50 años de guerra. Sus clientes son unos 250 millones de adictos y sus propietarios, los más abyectos criminales, capaces de masacres a inocentes, solo por probar que controlan un territorio. Basta comparar cifras: la mafia italiana en su historia habría asesinado a unas 700 personas. Por el narcotráfico este año tan solo en México, han muerto unas 15 mil personas.
Uno de los síntomas de que el narcotráfico ya carcome las estructuras de una sociedad es el sicariato. Ecuador ya vive los comienzos de este drama, como lo hizo Colombia dos décadas atrás, México y varios países centroamericanos hace una. A mayor debilidad institucional, mayor toma de poder de las organizaciones del crimen organizado. Solo así se entiende que Honduras, uno de los más modestos países de Centroamérica comparativamente sea el más violento del mundo, con índices de asesinatos mayores a aquellos países de Medio Oriente, donde se libran guerras como en Irak y Afganistán.
Según las cifras oficiales, entre enero y octubre de este año, los homicidios bajaron en 11 por ciento con respecto igual período del año anterior. Sin embargo, persiste la sensación de que en cualquier momento podemos ser víctimas de un atraco o un asesinato. Esto se debe a que los asesinatos entre 11 y 14 por ciento, según Naciones Unidas, son por sicariato, lo que demuestra que el sicariato no solo es un ajuste de cuentas entre criminales, sino que se ha convertido en la manera más rápida de resolver disputas de dinero o infidelidad.
Algunos ejemplos recientes: un empresario quiteño fue asesinado por encargo de uno de sus socios en un negocio fallido; una anciana fue ejecutada por encargo de su inquilino, que no deseaba pagar una deuda pendiente; un profesor universitario guayaquileño por pedido de un esposo celoso. Hay demanda para contratar sicarios, pero sobre todo que abunda la oferta de manos dispuestas a ejecutar estas venganzas.
Según el expresidente de Colombia César Gaviria, el sicariato no solo es el resultado del avance del crimen organizado sino que además es señal del aumento en el consumo de drogas. Los drogadictos se convierten en el primer eslabón de la cadena del crimen.
Los más pobres terminan trabajando para sus proveedores de droga. Y en el país, hay terreno fértil para la drogadicción pues el machismo y la pobreza crean familias disfuncionales e hijos que se crían en las calles. Un 42 por ciento de los hogares tiene como único sustento a una madre soltera, y de cada cuatro nacimientos uno es de una adolescente soltera. Si a esto se añade el impacto de la fractura familiar originada en el millón de migrantes de la década pasada, el coctel es explosivo. No obstante, este ángulo ha sido ignorado y erradamente se cree que se resolverá con cambios en la reforma penal que se discute en la Asamblea.
Por: Patricia Estupiñán
Fuente: VISTAZO*
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