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Desde el 2004, unos 40 budistas tibetanos practican esta filosofía en Guayaquil. Foto: Eduardo Escobar | El Telégrafo
El Budismo tibetano, el Islam, la Iglesia Ortodoxa, la Fe Bahá’i y el Vaisnavismo, de los Hare Krishna, son varias de las creencias que han echado raíces y se han asentado en la ciudad, incluso desde hace varios años.
La luz natural de la mente
“El Budismo no es evangelizador, no va y le toca la puerta. Es necesario que la persona se interese por una causa; sea esta kármica, intelectual o por la búsqueda de una salida al sufrimento”, es así como Carlos Tutivén define al budismo tibetano, que practica desde el 2004, cuando se creó la Sangha de esa filosofía en Guayaquil.
Explica que la conexión kármica se origina cuando una persona siente que en vidas pasadas conoció sobre el Budismo. Sobre el aspecto intelectual indica que es la capacidad filosófica de que el ser humano se pregunte el porqué del sentido de la vida y quiera conocer su mente. “Hay gente que ve una extraordinaria sabiduría que los seduce y les genera mucho interés”.
Agrega que el camino budista se resume en tres puntos: estudiar, reflexionar y meditar; este último es una de las características más importantes, pues es la técnica para alcanzar felicidad interior y para desarrollar también la sabiduría interna, que conduce a la purificación de la mente y a la liberación.
El lama Khenpo Puntzok Tenzin Rinpoche, que la pasada semana realizó algunas exposiciones sobre la filosofía budista tibetana, indica que aquella persona que quiera convertirse en budista necesita tomar refugio en la Triple Joya, como un compromiso de practicar las enseñanzas de Buda.
Indica que en el Budismo hay diversos rituales muy elaborados y complejos de explicar. La Triple Joya la conforman el Buda, el Dharma y la Sangha. El primero, dice, es el gran maestro; mientras que el segundo, es la ley que determina el orden del universo; son las enseñanzas de Buda.
Sangha es un término sánscrito que significa “grupo en armonía”, los integrantes consagran sus esfuerzos a la práctica del Dharma a lo largo de su vida.
El Lama recuerda que esta filosofía se basa en hacer acciones positivas, evitar las negativas y controlar la mente. “No se trata de reprimir, ni de forzar, sino de comprender los mecanismo internos de la mente”, expresa, al tiempo que menciona que las personas de otras religiones pueden asistir a las sesiones del Budismo sin necesidad de dejar su creencia, pero -enfatiza- una vez que conocen la filosofía, lo más atrayente, es probable que se conviertan.
En Guayaquil, 40 personas siguen el linaje budista de Drikung Kagyü. Ellos tienen su Sangha en la ciudadela Ferroviaria.
Una de las que participa ahí es Claudia Drouet, quien afirma que el Budismo transformó su vida. Aclara que no es una religión, sino el autoconvencimiento de las capacidades para trasformar cada uno su vida. “No se da la responsabilidad de las cosas a un Dios, pues es nuestra”.
Fuente: EL TELÉGRAFO*
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