Hace once años, cuando puse por primera vez mis pies sobre España, me acostumbré a escuchar más de un comentario acerca de la corrupción en los países de Sudamérica.
Era triste oír opiniones en los que se afirmaba que “era una pena que países tan ricos fueran saqueados por políticos deshonestos”.
Aprendí a callarme porque llegaba desolado por la ola de escándalos por los entonces presidentes que duraban poco y saqueaban mucho en mi país, Ecuador.
En esos días llegaban a España las noticias más tristes de actos de corrupción que nos dejaban sin respiración ante los comentarios de los españoles que hablaban como si acá fuera un Jardín de Edén en transparencia política.
Once años después aquellos que decían con orgullo que “en España ya no sucedían esas cosas”, han tenido que callarse la boca porque acá también hay políticos deshonestos, corruptos, inmorales y poco respetuosos para con sus ciudadanos.
Aunque en los países como el mío la corrupción siga siendo el pan de cada día, en España los actos de corrupción han dejado a muchos ayuntamientos en la banca rota y con un futuro desolador.
Yo creo que todo tiene que cambiar, pero más que todo lo que tiene que ver con la corrupción en el ámbito político. Ningún país, por mucha riqueza que tenga, saldrá de la pobreza si sus políticos tienen como principal objetivo enriquecerse a través del soborno, chantaje o coimas.
En fin, un gran porcentaje de los políticos están cortados con la misma tijera.
Tomado: de ECUATORIANOS POR EL MUNDO*
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