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QUITO. Uno de los búhos rescatados de una casa permanece en el área de animales nocturnos.
(El UNIVERSO).- Más que un zoológico parece una clínica de urgencias de animales especializada en salvar vidas. Por el área de enfermería han pasado un mono cotoncillo o chichico de Napo, que llegó con diarrea porque sus dueños lo alimentaban con yogur, papas fritas y pizza; un perezoso con el estómago endurecido por la intoxicación de jamón, salchichas y queso; un águila crestada andina con escasa visión por una infección en los ojos; un papagayo completamente desplumado, con un ala rota y las guías de las alas cortadas para que no pueda volar; y un cóndor con más de 60 perdigones en el cuerpo. La lista es larga.
- Con desgano, un perezoso de 3 años, rescatado cuando era bebé, come frutas y vegetales que le ofrece su cuidadora.
Ellos son parte de unos 200 animales que han sido salvados y viven en la Fundación Zoológica del Ecuador (FZE), ubicada en Guayllabamba, en el norte de Quito. El 90% de las especies ha llegado en malas condiciones producto del decomiso. Mamíferos, reptiles, anfibios, aves, sobre todo loros, dice Cathy Álvarez, una de las guías.
Un puma de unos cinco meses de edad, dos cusumbos, una gallareta migratoria y dos zarigüeyas bebés son los animales ingresados en las últimas semanas al zoológico, que tiene doce hectáreas, de las cuales siete están ocupadas.
- Uno de los tres tucanes que llegaron al zoológico permanece en el área de cuarentena por falta de un exhibidor permanente.
La FZE se fundó en diciembre de 1994 para conservar la biodiversidad faunística ecuatoriana, enfatizando en las especies que se hallan en peligro de extinción. Además de esa función, este centro comparte ese rol con el cuidado y rehabilitación para la supervivencia de animales traficados, pese a que sus objetivos como zoológico apuntan más bien a la actividad educativa, investigación o conservación, como lo indica el artículo 123 del instructivo de Biodiversidad.
El zoológico, inicialmente, surgió con animales del antiguo Zoológico Militar, entre ellos, una pareja de leones recuperados de un circo, un jaguar, galápagos y osos de anteojos, a los que se sumaron otros procedentes del Centro de Rescate Santa Marta, en Quito, que cerró sus instalaciones en mayo del año pasado por no contar con financiamiento.
- QUITO. Tras un año de cuidados, un papagayo escarlata ha recuperado parte de su plumaje, perdido a causa del estrés. Nunca podrá volver a volar porque su capturador le rompió un ala.
Uno de los principales problemas que también preocupa a la FZE es la falta de recursos. Ximena Pazmiño, directora del centro, refiere que el presupuesto para este año es de 1’069.000 dólares, de los cuales unos 328.000 dólares (31%) son para gastos de operación, relacionados con los animales.
El 70% de los fondos proviene de la venta de boletos en el zoológico, el 12% del autofinanciamiento con la venta de productos y servicios y el restante 18% con la ejecución de proyectos de conservación, indica.
La falta de recursos impide incrementar la infraestructura para más animales y espacios educativos, comenta Pazmiño, quien agrega la necesidad de apoyo de entidades municipales para instalar, por ejemplo, un sistema de reciclaje de desechos orgánicos que produce el zoológico, así como financiamiento para proyectos de conservación.
- QUITO. Con sus alas desplegadas, el cóndor Awki junto con su hijo Huaira, nacido en cautiverio hace un año. Se trata de su cuarto hijo nacido en el zoológico.
Los recursos también son necesarios para los proyectos de investigación que maneja la FZE con especies en peligro de extinción como el cóndor, gracias al cual, con la única pareja reproductiva de cóndores en cautiverio en el país han logrado que nazcan cuatro pichones, el último en mayo del año pasado. La cría llamada Huaira, al igual que sus hermanos, seguirá un proceso para ser liberado.
Pazmiño lamenta que el espacio resulte pequeño y no se pueda acoger a todos los animales que llegan, producto de decomisos o entregas voluntarias, porque además se prioriza el bienestar de las especies.
Las especies traficadas que ingresan a la FZE, luego de recibir atención y el tratamiento necesario, son destinadas a centro de rescate o a programas de conservación.
El flujo de animales que se intenta ingresar al zoológico y el “no poder acogerlos” por falta de espacio hacen necesaria la creación del Centro Nacional de Rescate del Ministerio del Ambiente como “una acción urgente”, añade Pazmiño.
- Fundación Zoológica del Ecuador (FZE), ubicada en Guayllabamba, en el norte de Quito.
Una gran parte de las especies que llegan son animales bebés, situación que complica su cuidado, cuya crianza artificial en cautiverio es difícil.
Los animales silvestres se deben adaptar a un manejo distinto al que les daba su madre y, a la vez, a una dieta artificial, lo más similar en aporte nutricional a la que hubiera recibido en estado natural, explica Fabiola Carvajal, directora de proyectos del zoológico.
Estos animales deben recibir alimentación varias veces al día y ser observados permanentemente. Cada semana, veterinarios y técnicos controlan el peso y las medidas corporales para evaluar el crecimiento. Una vez logrado el objetivo de salvarle la vida, se espera que llegue a una edad en la que pueda consumir por sí solo la dieta ofrecida y se adapte a las variaciones de clima. Luego puede ser reubicado en el mismo zoológico para exhibición y educación sobre tráfico de especies o ser enviado a otros centros de tenencia de fauna en los que haya un mejor espacio o planes de reintroducción, refiere Carvajal.
Así ocurrió con Bubú, por ejemplo, un cachorro de oso de anteojos rescatado, cuya madre lo dejó huérfano al ser cazada a principios del 2009.
El oso, que había permanecido por un tiempo en una casa en malas condiciones, recibió cuidado médico y se lo mantuvo en cuarentena con una dieta adecuada, cuidados veterinarios y el afecto de una mamá sustituta (zoocuidadora), cuenta Carvajal.
Agrega que, debido a su crecimiento, el osezno fue trasladado en julio del año pasado a una jaula de rehabilitación en el páramo de Cotopaxi, donde ha pasado en semicautiverio, y finalmente, en marzo pasado, fue liberado con un collar de rastreo satelital que controlará sus movimientos durante dos años. Los costos de la rehabilitación de Bubú bordearon los $ 35 diarios, comenta.
Pazmiño advierte que la falta de educación es uno de los problemas en el tráfico de especies que luego saturan centros de rescate y zoológicos, por ello dice que este tema es un eje transversal en el centro.
Los guiones y mensajes para el visitante están centrados en esa problemática, además de programas para niños de 4 a 7 años enfocados en sensibilizarlos, sostiene.
Detalles: Programas
Conservación
El zoológico de Guayllabamba tiene proyectos de investigación de especies en peligro de extinción en el país, como por ejemplo el cóndor andino y el tapir.
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