viernes, 4 de septiembre de 2015

Aylan o el naufragio de la humanidad

***SNN



POR: Pablo Salgado Jácome
psalgadoj@hotmail.com


Es una imagen que conmueve, que irrita, indigna y avergüenza. Y refleja el gran fracaso de la humanidad. Aylan, un niño sirio de apenas tres años, apareció ahogado en una playa de Turquía. Su pequeño cuerpo tirado en la arena, boca abajo, como negándose a mirar un mundo deshumanizado; un mundo que olvidó la solidaridad y se dedicó a levantar muros y barreras. La única opción de vida del pequeño Aylan era la muerte. Es lo único que Europa y el mundo pudieron ofrecerle.

A diario, miles y miles de hombres y mujeres mueren huyendo; mueren en el camino, intentando dejar atrás la miseria, la guerra, el hambre. Miles y miles de hombres y mujeres que se  quedaron sin lugar, sin esperanza, sin destino. Miles y miles de hombres y mujeres que lo perdieron todo y sus vidas -para Europa, para el mundo- no valen nada.

El mundo está lleno de balseros, de refugiados, de migrantes. Es más, todos lo somos. Europa ha sido incapaz de ofrecer una salida digna y sus autoridades solo defienden los intereses más mezquinos. Los mismos intereses que provocan las guerras económicas y religiosas. Los mismos intereses que han saqueado a la humanidad y la han convertido en un reguero de muerte, orfandad y desolación.

Al menos, en Budapest, algunos miles de ciudadanos se han indignado y han salido a las calles a exigir que a los refugiados se los trate como personas y se los reciba y se les permita una oportunidad de vida. Nada más. Hemos cruzado la línea roja de lo humanamente permitido. A diario miles de personas naufragan y los mares se llenan de cadáveres.

Lo mismo sucede en nuestro continente, miles de hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, intentan cruzar la frontera, por México, para llegar a Estados Unidos. Y en ese intento lo arriesgan todo. En el caso ecuatoriano, un programa de televisión de la propia Cancillería reveló que los ‘coyoteros’ y las bandas de traficantes continúan operando en la zona del Austro. Centenares de jóvenes, pagando miles de dólares, emprenden el camino de la supuesta tierra prometida.

Viajan en las peores condiciones y con falsas promesas. Las mujeres, en verdad niñas -según testimonios del mismo programa- son violadas una y otra vez, en cada paso de frontera. Y todos lo sabemos, pero callamos. Y para vergüenza nuestra, los niños y niñas ahora viajan solos. Los abuelos pagan y los menores viajan. Sucede a diario y lo que es peor, ya ni siquiera nos conmueve.

Ecuador es también destino de miles de desplazados de Colombia que, en su mayoría, han sido recibidos con generosidad y se han insertado en la vida cotidiana. Y acceden, en buena hora, a servicios de salud, educación y tienen opciones laborales. Ecuador no ha creado un solo campo de refugiados y es, en este punto, un ejemplo para el mundo.

Ni Aylan, ni su hermano Galip ni su madre Rehan pudieron llegar a la isla griega de Kos. Murieron en el intento. El mundo los ignoró. Solo querían encontrar la paz. Solo anhelaban vivir con dignidad. En ese naufragio, también sucumbe la humanidad. En verdad, naufragamos todos. (O)



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