El arte, la música y los valores son secretos de los mejores bachilleres


Cuando Royer Castro tuvo un año ya hablaba y se expresaba con facilidad. A los 2, no pedía pistolas ni carritos como juguetes sino un globo terráqueo. A los 3 quería un telescopio. A los 4 no le leían cuentos infantiles, pues creaba sus propias fábulas. Así cuenta sus logros su madre Aracely Zambrano. Esta maestra parvularia cuenta que nunca faltaron los libros y juguetes, para estimular destrezas y habilidades de sus tres hijos.


Royer, de 17 años, fue uno de los mejores puntuados en el examen del Sistema Nacional de Nivelación y Admisiones (SNNA). El pasado 18 de febrero obtuvo una nota de 944 puntos sobre 1 000.


A los ocho años ingresó al conservatorio de Manta. Su madre quería que aprenda oratoria y canto, pero prefirió el violín.


Desde entonces asiste todas las tardes después del colegio al conservatorio de la Universidad Laica Eloy Alfaro. Es parte de la Sinfónica de Manta y es capaz de tocar pasillos y baladas con este instrumento, que ha sido su compañero en su trayectoria académica.


Con su música alienta a los enfermos terminales con cáncer de la fundación San Vicente de Paúl.
La primaria la hizo en el colegio Julio Pierregrose de Manta, en donde fue abanderado en la escuela y en la secundaria. A los 11 años, una prueba de coeficiente intelectual mostró que tenía habilidades cognitivas de uno de 17.


Aplicó al examen del SNNA con el anhelo de ingresar a la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE), en Quito, y dejar su Manabí natal, para estudiar Ingeniería Ambiental. “Esta carrera está diseñada para mí, el ambiente está llamándome. El país está atravesando problemas ambientales. “Yo quiero hacer el cambio”, explica.


Cuando se enteró que su puntaje le hacía acreedor a una beca para en el extranjero pensó en Inglaterra. “Busco una universidad donde estudiar ingeniería en biodiversidad o manejo de aguas”. El respeto a la naturaleza lo aprendió de sus padres. En su casa tiene dos tortugas, un perro, dos gatos, pájaros y gallinas.


Para Fausto Tapia, la llamada de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) le tomó por sorpresa. El estudiante del Colegio San Gabriel de Quito reconoce haber rendido bien el examen, pero que no se imaginó quedar entre los mejores. Su secreto es dedicarse y ser curioso. “No hay que creer todo lo que te dicen o enseñan, hay que investigar”.


Estudió en la escuela Borja 3, en donde fue escolta. Recuerda que al dar las pruebas de ingreso al colegio no vio todas las hojas del examen y solo contestó dos. “Estaban las hojas delgadas y no me di cuenta”, pero aún así dio una buena prueba y entró al San Gabriel. Durante seis años madrugó a las 05:00 para asistir al colegio, pues vivía en Carapungo.


Fausto quería estudiar Mecatrónica en la ESPE, pero en el extranjero estudiará Robótica.


Sus profesores de matemáticas Ramiro Almeida, Pepe Avilés y Diego Egas marcaron su vida, pues le enseñaron a razonar. “Para obtener buenos resultados es necesario tener una vida equilibrada, darle su tiempo a cada ámbito de la vida”. La Matemática y la Física son sus materias favoritas. De pequeño mientras viajaba con su padre lo entretenía preguntándole cuánto es uno más uno “para que el viaje no fuera tan largo”.


Su madre comenta que era hiperactivo, desarmaba los aparatos eléctricos y le gustaba jugar con aviones. Esto hizo que a los 3 años le inscribieran en un centro para desarrollar sus habilidades. Con la beca del Estado su sueño se adelantó. Tenía planificado viajar al exterior después de la universidad, porque los costos son muy altos “pero ahora tengo esta oportunidad”. A más de los números, Fausto cultiva la lectura de tipo filosófica y toca guitarra eléctrica.


Otro estudiante destacado es Kevin Ballesteros, de 17 años. Estudió en la escuela José Peláez y en el colegio San José del cantón Tena. Este último es un plantel fiscomisional y mixto. Pese a que en la escuela fue primer escolta del pabellón nacional en el colegio ya no estuvo en el cuadro de honor.


A Kevin le apasiona la Física. “Me gusta explicar cómo suceden los fenómenos naturales”. Cuenta que ha realizado muchos experimentos; una vez hizo un globo aerostático de 6 metros y una plataforma de lanzamiento para un cohete con propulsión de agua. “Fue muy emocionante cuando el cohete despegó más de 10 metros”.


Desde pequeño le llamaron la atención las tormentas eléctricas que veía en su natal Napo. “Hay mucha energía en el ambiente cuando hay una tormenta eléctrica, es muy emocionante y la física lo explica”. También le preocupa que el clima ha cambiado y ya no ve tormentas, debido al cambio climático. Por esto enfatiza la importancia de cuidar el planeta.


Su idea fue estudiar Ingeniería Civil en la ESPE. Para escoger esta carrera meditó seis meses, después de salir del colegio y se decidió a rendir el examen. Pero reconoce que más le gusta el arte y la música, pero no encontró una universidad que ofrezca estas opciones en Ecuador. Kevin es miembro del grupo teatral La gallada amazónica y también sabe tocar la guitarra. También es integrante del grupo de rock Incidius con el que participa en actividades de su cantón. Ahora que obtuvo la beca busca entre las 50 mejores universidades del mundo una carrera en arte y música.


Juan Esteban Cobo, de 18 años, se educó desde sexto de básica en el colegio Antares, en Alangasí. Él rindió el examen para estudiar Electrónica en la ESPE. Cree que obtuvo un buen puntaje gracias a las “ganas de estudiar algo que le gusta y ponerle empeño”. Se enternece al contar que su abuelita Greta Carpio le ayudaba en los deberes. “Era muy tierna, siempre nos ayudaba con buena gana y no era brava”. Ella fue la que más se alegró al enterarse de la beca. Ahora quiere ir al Tecnológico de Masachussets o a Harvard. Le encantan los números y jugar fútbol. Nunca fue abanderado ni escolta, pero ponía atención en la clase y fue “relajado” al examen.


Actualmente es voluntario en la Academia Montevelo, en donde ayuda a dar clases a 20 niños.




Fuente: EL COMERCIO*