***SNN
Santiago Molina | IBARRA
Eran las 13:20 del jueves pasado cuando dos niños vestidos con el uniforme del colegio Víctor Manuel Guzmán subían las escaleras del bloque G del cementerio San Miguel de Ibarra.
A esa hora pocas personas estaban en el lugar, por lo que se escuchaba susurrar a uno de los chicos que el día anterior todo el 8vo B del colegio en el que estudian fue a dejar una ofrenda floral en la tumba de uno de sus compañeros, Steven Castillo, menor que fue parte de la lista de 31 víctimas mortales que dejó un accidente de tránsito ocurrido el domingo pasado a una hora de Ibarra, en la vía Salinas-San Lorenzo.
Dylan era el guía de Levinson para encontrar el nicho del niño. Este último le había pedido en el recreo que cuando salgan lo acompañe hasta el lugar donde descansaba su amigo de barrio, de juegos, de secretos, de travesuras.
“Solo quería decirle que lo voy a extrañar mucho y que el sábado vengo a visitarlo con mi mami”, dijo Levinson, mientras miraba la lápida con el nombre de su amigo y se tapaba la nariz por el fuerte olor a flores marchitas que despedían las tumbas de seis familiares más de su compañero, quienes también fallecieron cuando un bus de la cooperativa Espejo perdió pista en una curva, se volcó y chocó contra un talud cerca de la comunidad Guajará del sector San Guillermo, en la provincia de Imbabura.
El día anterior Levinson no había podido ir hasta el cementerio junto a sus compañeros de aula porque asistió a una audiencia legal por la separación de sus padres, pero se propuso ir al día siguiente hasta donde descansa su amigo.
Unos segundos en silencio marcaron el encuentro entre los amigos. Tan solo el aletear de un picaflor, que buscaba néctar en las pálidas flores de los arreglos dejadas cuatro días antes, parecía romper la concentración de un Levinson que tragaba saliva constantemente como para no llorar.
Un ligero roce con su mano derecha por la lápida fue la despedida de una visita que duró cerca de 10 minutos. Los chicos acomodaron sus mochilas en sus espaldas y en silencio salieron del cementerio.
Casi una hora antes de la llegada de los menores, Alfonso Alvarado, padre, abuelo, esposo y suegro de ocho víctimas mortales de la tragedia vial, pertenecientes a la familia Alvarado, hacía un alto a su apresurado trajín de papeleos en la Policía, el Registro Civil y en el SOAT (Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito) para revelar la soledad que le dejó un viaje a la playa que se suponía iba a ser de distracción.
Don Alfonso, como lo conocen en el barrio La Cruz Verde de Ibarra, pese a la serenidad para enfrentar situaciones difíciles que le dejó su preparación militar, no puede ocultar tras sus lentes la tristeza y el desconsuelo por la muerte de sus familiares.
Desde hace varios días viste de negro y, cuenta, que se trastocó completamente su tranquila jubilación cuando empezó la dolorosa tarea de reconocer a los cadáveres de sus dos hijos, de su esposa, de sus dos nietos, de su yerno, de su nuera, y de su consuegro, Galo Guamán, quien en esa ocasión por primera vez iba a conocer el balneario de Las Peñas, localizado en Esmeraldas.
A cuatro días del accidente los recuerdos de este están vivos en la memoria de don Alfonso. Lo primero que cuenta es que él también podía haber sido parte de los 30 muertos o de los 28 heridos del accidente, pero que debido a que no había quién cuide los carros de sus dos hijos decidió quedarse.
“Un hermano de mi yerno me contó del accidente. Yo regresaba de intentar poner saldo a mi celular para llamar a mi familia cuando me enteré de todo. Lo primero que hice es correr al hospital. Ahí descubrí que a mis nietas las llevaban a Quito de gravedad y de los grandes nadie estaba entre los heridos”, dice Alvarado, padre del periodista Mauricio Alvarado y suegro de la también comunicadora social Ana Guamán.
A don Alfonso se le quiebra la voz al recordar cuando reconoció el cadáver de Mauricio. Mira al cielo lluvioso, frota sus manos y hace una pausa antes de decir que “con amor de padre” abrazó al maltratado cuerpo de su único hijo varón. Igual hizo con los cuerpos de su hija Yolanda, sus dos nietos y su esposa Yolanda del Carmen Sánchez Trejo, con quien iba a cumplir 40 años de matrimonio.
Pese a que en estos días lo acompaña una hermana y su esposo, don Alfonso dice que la casa le queda grande. Su familia se redujo de un día a otro. De los tres hijos que tuvo con su “amada Yolanda” hoy está solo una, Sonia; mientras que de los siete nietos que mantenía hoy solo tiene cuatro. Ayer en la madrugada falleció Melanie, de 9 años, hija de su hija mayor Yolanda; quien estaba asilada en el hospital Baca Ortiz, de Quito.
Debido a una trauma cráneoencefálico producto del accidente la menor estaba en la unidad de Cuidados Intensivos de esta unidad de salud en donde aún permanece asilada su prima Isabel, de 2 años, hija de los periodistas Mauricio y Ana, que padece de un problema en su pelvis.
“De hoy en adelante mi nieta será mi norte. Espero que Dios me la bendiga y salga del hospital sana y lo más rápido posible. Mi hija Sonia y su esposo la adoptarán para que crezcan con un hogar”, asegura don Alfonso, al tiempo que califica de “faltos de humanidad” a los trámites que se deben realizar para el retiro de los cuerpos o para el cobro del SOAT.
Según don Alfonso, el mismo presidente Rafael Correa habría manifestado que si es necesario llevar a la niña a Estados Unidos para algún tratamiento, eso debería hacerse.
Detalles: Vialidad
Feriado trágico
Autoridades de Tránsito informaron que el pasado feriado de carnaval se registraron 74 muertos por accidentes viales en el país, sin contar Guayas. El año pasado se reportaron 26.
Falla humana
La entidad informó que el 90% de los accidentes de tránsito son por falla humana; mientras que el 10% se originan por cuestiones externas (mecánica, clima, cuestiones viales, etcétera).
A esa hora pocas personas estaban en el lugar, por lo que se escuchaba susurrar a uno de los chicos que el día anterior todo el 8vo B del colegio en el que estudian fue a dejar una ofrenda floral en la tumba de uno de sus compañeros, Steven Castillo, menor que fue parte de la lista de 31 víctimas mortales que dejó un accidente de tránsito ocurrido el domingo pasado a una hora de Ibarra, en la vía Salinas-San Lorenzo.
Dylan era el guía de Levinson para encontrar el nicho del niño. Este último le había pedido en el recreo que cuando salgan lo acompañe hasta el lugar donde descansaba su amigo de barrio, de juegos, de secretos, de travesuras.
“Solo quería decirle que lo voy a extrañar mucho y que el sábado vengo a visitarlo con mi mami”, dijo Levinson, mientras miraba la lápida con el nombre de su amigo y se tapaba la nariz por el fuerte olor a flores marchitas que despedían las tumbas de seis familiares más de su compañero, quienes también fallecieron cuando un bus de la cooperativa Espejo perdió pista en una curva, se volcó y chocó contra un talud cerca de la comunidad Guajará del sector San Guillermo, en la provincia de Imbabura.
El día anterior Levinson no había podido ir hasta el cementerio junto a sus compañeros de aula porque asistió a una audiencia legal por la separación de sus padres, pero se propuso ir al día siguiente hasta donde descansa su amigo.
Unos segundos en silencio marcaron el encuentro entre los amigos. Tan solo el aletear de un picaflor, que buscaba néctar en las pálidas flores de los arreglos dejadas cuatro días antes, parecía romper la concentración de un Levinson que tragaba saliva constantemente como para no llorar.
Un ligero roce con su mano derecha por la lápida fue la despedida de una visita que duró cerca de 10 minutos. Los chicos acomodaron sus mochilas en sus espaldas y en silencio salieron del cementerio.
Casi una hora antes de la llegada de los menores, Alfonso Alvarado, padre, abuelo, esposo y suegro de ocho víctimas mortales de la tragedia vial, pertenecientes a la familia Alvarado, hacía un alto a su apresurado trajín de papeleos en la Policía, el Registro Civil y en el SOAT (Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito) para revelar la soledad que le dejó un viaje a la playa que se suponía iba a ser de distracción.
Don Alfonso, como lo conocen en el barrio La Cruz Verde de Ibarra, pese a la serenidad para enfrentar situaciones difíciles que le dejó su preparación militar, no puede ocultar tras sus lentes la tristeza y el desconsuelo por la muerte de sus familiares.
Desde hace varios días viste de negro y, cuenta, que se trastocó completamente su tranquila jubilación cuando empezó la dolorosa tarea de reconocer a los cadáveres de sus dos hijos, de su esposa, de sus dos nietos, de su yerno, de su nuera, y de su consuegro, Galo Guamán, quien en esa ocasión por primera vez iba a conocer el balneario de Las Peñas, localizado en Esmeraldas.
A cuatro días del accidente los recuerdos de este están vivos en la memoria de don Alfonso. Lo primero que cuenta es que él también podía haber sido parte de los 30 muertos o de los 28 heridos del accidente, pero que debido a que no había quién cuide los carros de sus dos hijos decidió quedarse.
“Un hermano de mi yerno me contó del accidente. Yo regresaba de intentar poner saldo a mi celular para llamar a mi familia cuando me enteré de todo. Lo primero que hice es correr al hospital. Ahí descubrí que a mis nietas las llevaban a Quito de gravedad y de los grandes nadie estaba entre los heridos”, dice Alvarado, padre del periodista Mauricio Alvarado y suegro de la también comunicadora social Ana Guamán.
A don Alfonso se le quiebra la voz al recordar cuando reconoció el cadáver de Mauricio. Mira al cielo lluvioso, frota sus manos y hace una pausa antes de decir que “con amor de padre” abrazó al maltratado cuerpo de su único hijo varón. Igual hizo con los cuerpos de su hija Yolanda, sus dos nietos y su esposa Yolanda del Carmen Sánchez Trejo, con quien iba a cumplir 40 años de matrimonio.
Pese a que en estos días lo acompaña una hermana y su esposo, don Alfonso dice que la casa le queda grande. Su familia se redujo de un día a otro. De los tres hijos que tuvo con su “amada Yolanda” hoy está solo una, Sonia; mientras que de los siete nietos que mantenía hoy solo tiene cuatro. Ayer en la madrugada falleció Melanie, de 9 años, hija de su hija mayor Yolanda; quien estaba asilada en el hospital Baca Ortiz, de Quito.
Debido a una trauma cráneoencefálico producto del accidente la menor estaba en la unidad de Cuidados Intensivos de esta unidad de salud en donde aún permanece asilada su prima Isabel, de 2 años, hija de los periodistas Mauricio y Ana, que padece de un problema en su pelvis.
“De hoy en adelante mi nieta será mi norte. Espero que Dios me la bendiga y salga del hospital sana y lo más rápido posible. Mi hija Sonia y su esposo la adoptarán para que crezcan con un hogar”, asegura don Alfonso, al tiempo que califica de “faltos de humanidad” a los trámites que se deben realizar para el retiro de los cuerpos o para el cobro del SOAT.
Según don Alfonso, el mismo presidente Rafael Correa habría manifestado que si es necesario llevar a la niña a Estados Unidos para algún tratamiento, eso debería hacerse.
Detalles: Vialidad
Feriado trágico
Autoridades de Tránsito informaron que el pasado feriado de carnaval se registraron 74 muertos por accidentes viales en el país, sin contar Guayas. El año pasado se reportaron 26.
Falla humana
La entidad informó que el 90% de los accidentes de tránsito son por falla humana; mientras que el 10% se originan por cuestiones externas (mecánica, clima, cuestiones viales, etcétera).
13 personas mueren a diario en accidentes de tránsito
Un estudio realizado por Covial y Justicia Vial a las cifras registradas en los últimos cuatro años por el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) revelan que en Ecuador 13 personas mueren diariamente en accidentes de tránsito, es decir, 4.745 muertes aproximadamente por año.
Según Víctor Jiménez, director de Covial, este análisis se lo manejó con información existente desde el 2008 cuando entró en vigencia el SOAT.
Parte del análisis señala que solo en el 2010 el SOAT indemnizó a familiares de 5.145 muertos y en los últimos tres años ha existido un promedio en el país de 23.914 accidentes de tránsito por año. Esta siniestralidad vial, en términos de víctimas, genera más de 50 mil afectados anualmente, entre muertos y heridos traumáticos.
Pero las pérdidas no solo son humanas sino también económicas. Guillermo Abad, principal de Justicia Vial, sostiene que el aparato productivo ecuatoriano sobrepasa los $ 500 millones en pérdidas anuales por siniestros de tránsito.
Esta información se desprende del último dato oficial (2007) entregado por el entonces Consejo Nacional de Tránsito, Transporte Terrestre y Seguridad Vial, hoy Agencia Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre), que estimó que el Ecuador perdió $ 545 millones a partir de los accidentes de tránsito de ese año.
“Estamos en el 2012 y los casos crecen desbordadamente. Es probable que para finales de año alcancemos los $ 600 millones en pérdidas anuales”, expresa Jiménez.
Un reporte del 2007 por Auto and Truck Market, empresa que realiza estadísticas vehiculares, en el mundo existían 900 millones de vehículos y de ese total al Ecuador le correspondía el 0,11%. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el 2011 en el mundo había 1,3 millones de muertos por siniestros de tránsito (150 muertos por hora), de esa cifra nuestro país tiene el 0,33%.
En seguridad vial, dice Jiménez, la tasa de muertes debe ser inferior al número de vehículos, por lo que “esta realidad en el Ecuador es preocupante e inconcebible”.
Datos recopilados por Covial y Justicia Vial en el 2009 revelan que el parque automotor del Ecuador era de 1’453.150 vehículos, de los cuales el 12% son de transporte de pasajeros y bienes. Abad señala que ese año este sector estuvo involucrado en el 48% de los siniestros viales.
Según Víctor Jiménez, director de Covial, este análisis se lo manejó con información existente desde el 2008 cuando entró en vigencia el SOAT.
Parte del análisis señala que solo en el 2010 el SOAT indemnizó a familiares de 5.145 muertos y en los últimos tres años ha existido un promedio en el país de 23.914 accidentes de tránsito por año. Esta siniestralidad vial, en términos de víctimas, genera más de 50 mil afectados anualmente, entre muertos y heridos traumáticos.
Pero las pérdidas no solo son humanas sino también económicas. Guillermo Abad, principal de Justicia Vial, sostiene que el aparato productivo ecuatoriano sobrepasa los $ 500 millones en pérdidas anuales por siniestros de tránsito.
Esta información se desprende del último dato oficial (2007) entregado por el entonces Consejo Nacional de Tránsito, Transporte Terrestre y Seguridad Vial, hoy Agencia Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre), que estimó que el Ecuador perdió $ 545 millones a partir de los accidentes de tránsito de ese año.
“Estamos en el 2012 y los casos crecen desbordadamente. Es probable que para finales de año alcancemos los $ 600 millones en pérdidas anuales”, expresa Jiménez.
Un reporte del 2007 por Auto and Truck Market, empresa que realiza estadísticas vehiculares, en el mundo existían 900 millones de vehículos y de ese total al Ecuador le correspondía el 0,11%. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el 2011 en el mundo había 1,3 millones de muertos por siniestros de tránsito (150 muertos por hora), de esa cifra nuestro país tiene el 0,33%.
En seguridad vial, dice Jiménez, la tasa de muertes debe ser inferior al número de vehículos, por lo que “esta realidad en el Ecuador es preocupante e inconcebible”.
Datos recopilados por Covial y Justicia Vial en el 2009 revelan que el parque automotor del Ecuador era de 1’453.150 vehículos, de los cuales el 12% son de transporte de pasajeros y bienes. Abad señala que ese año este sector estuvo involucrado en el 48% de los siniestros viales.
Fuente: EL UNIVERSO*
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