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Considera que el Gobierno debe recuperar los códigos de la diversidad ecuatoriana que no comprende ciertas normas guayaquileñas. Foto: Fernando Sandoval/El Telégrafo
ENTREVISTA / JULIO XAVIER LASSO MENDOZA / MINISTRO SUBROGANTE DE RELACIONES EXTERIORES Y MOVILIDAD HUMANA
Orlando Pérez, Director
En octubre de 2012 el periodista e intelectual guayaquileño Xavier Lasso dejó los medios para asumir un encargo diplomático: representar al Ecuador ante las Naciones Unidas. Casi 3 años después asume un nuevo reto, dirigir la política internacional del país por un período estimado de 2 meses, mientras el canciller Ricardo Patiño trabaja en el fortalecimiento del proyecto político desde las bases del movimiento Alianza PAIS.
Lasso se destacó por su profesionalismo al frente del programa de entrevistas Palabra Suelta en el canal Ecuador TV y su columna de opinión en diario EL TELÉGRAFO.
“Debido al hecho de que es hermano del ahora candidato presidencial Guillermo Lasso, en una actitud que le honra, ciertamente, ha decidido separarse del periodismo, con el objeto de no crear malos entendidos y fricciones eventuales entre su labor y la candidatura de su hermano. Una posición que le enaltece y que deberá constituir un ejemplo a seguir en un país como el nuestro, donde el ejercicio periodístico en ocasiones ha ido paralelo, o se ha confundido, con la labor política partidista”, escribió el novelista Eliécer Cárdenas en un editorial cuando se conoció la noticia.
El propio Guillermo Lasso, en declaraciones a la prensa, reconoció que era una gran decisión del Gobierno nombrarlo Embajador ante las Naciones Unidas. “Mi hermano es un hombre muy inteligente, muy capaz y ha sido educado en un marco de principios y valores que garantizan su honestidad. Le deseo el mayor de los éxitos”.
De vuelta en Ecuador y tras la experiencia de lidiar en un mismo escenario con 193 países, asegura que este es un momento clave para el proyecto de la Revolución Ciudadana y reflexiona sobre lo alcanzado durante los 8 años del proceso.
Su apego a los medios le permite referirse a la política comunicacional del Gobierno y, una vez al frente de la Cancillería, considera que abordar la migración, desde distintos ámbitos, será uno de los temas prioritarios durante su gestión. También está atento a los compromisos internacionales que Ecuador tendrá que afrontar el próximo año y las oportunidades que traerá colocar al país en la mira del mundo.
VIDEO
https://youtu.be/5PMH5Z2nX14
Su salida del país para ir como delegado ante la ONU, entre otros motivos, fue porque no quería estar en un escenario de confrontación entre Rafael Correa y su hermano Guillermo Lasso. ¿Ese momento ya pasó?
Ese momento pasó y en efecto fue así. Mi hermano Guillermo, como lo sabes porque lo has entrevistado algunas veces, hace muchos años es un ser humano muy poderoso, desde el punto de vista económico. A la gente muy poderosa, aceptar el “no” se le hace muy difícil, el “no” es casi como una herejía. Sí fuimos buenos hermanos a pesar de las profundas diferencias; la clave fue que no hablábamos de política ni de fútbol porque a Guillermo no le gusta el fútbol. Siempre hablábamos de los temas económicos que a él le interesaban, y cuando él supone que yo debo de acompañarlo en esta andadura electoral, le dije que no: “No puedo, yo le apuesto al proyecto de la Revolución Ciudadana y te lo digo con toda franqueza”. Tiene un conjunto de asesores con los que jamás me podría reunir: (José María) Aznar, (Francisco) Flores, expresidente de El Salvador. Le dije que no me veía en ese escenario porque yo le daría consejos y recomendaciones que le resultarían absurdos.
¿Ese momento ya pasó?
Ese momento ya quedó atrás, pero en la campaña electoral decidí retirarme de los medios públicos porque iba a ser muy incómodo para mí. Vengo de una familia muy numerosa, 9 hermanos más allá de Guillermo. Y, por ejemplo, mi hermana mayor, que le ha apostado a la familia ampliada, yo no quería verla sufrir re-editando este mito de Caín y Abel y me retiré. Pero ya pasaron más de 3 años.
¿Y cómo llega 3 años después, en un momento político crítico? ¿Cómo asume este nuevo encargo?
Después de un tiempo, con toda sinceridad, me veo un poco angustiado porque ves que hay un problema en la sociedad ecuatoriana, a pesar de los logros de la Revolución Ciudadana, han existido fallas en la comunicación, desde mi punto de vista. Entonces, empiezas a vivir la angustia, la sensación de que estás muy cómodo en Manhattan (EE.UU.) mientras en Ecuador están pasando cosas. Tú sabes que el poder de la burguesía —que nunca perdió en ninguno de nuestros países— de hacernos creer que esos son los intereses nacionales empieza a producir cierto deterioro, entonces llamé a Ricardo Patiño para decirle: “Quiero incorporarme a la comunicación, quiero meterme nuevamente en el canal público, apoyar en comunicación porque creo que hay una falla de comunicación en el proyecto actual”. Creo que hay que animar más lo político y mucho menos lo propagandístico y entonces quizá sea el momento de insertarse nuevamente. Y a pesar de que recién en febrero de 2016 Ecuador entregará la posta de Celac, no podía esperar más. Creo que mediáticamente hay que prestar mucha atención a la conferencia Habitat III en Quito, porque quizás estamos más preocupados por el tema de infraestructura pero no de los debates, hacia dónde va el consejo urbanístico por lo que la ciudad está viviendo hoy con el nuevo aeropuerto, que tiene 2 tenazas brutales que son la ruta Viva y la ruta Collas y podrían multiplicar por 5 el espacio urbano. Si eso no se planifica vamos a tener un caos. También tenemos ASA, un encuentro África–América del Sur en 2016, y un gran encuentro de pueblos indígenas en Quito el mismo año.
¿Y fue el Presidente quien lo llamó para asumir este encargo?
No, fue Ricardo Patiño quien me lo propuso. No podía creer lo que me estaba diciendo, como no podía creer cuando me dijeron que vaya a Naciones Unidas; pero, bueno, aquí estoy (...) Yo formo parte de una generación que tenía el sueño de vivir un proceso social como este, lleno de imperfecciones pero distinto. ¿Y ahora que lo tenemos me voy a alejar de él? Yo no entiendo a esa parte de la izquierda que también fue parte de ese sueño y lo abandona, no la entiendo. Entonces, el prestigio personal queda subordinado al proyecto político, si el encargo era por un día, por una semana o es por 2 meses, será por esos 2 meses.
¿Después de este encargo volvería a los medios?
Espero, pero sé que será dificilísimo. Tampoco regresaré a las Naciones Unidas, porque hay quienes están pensando que vine por 2 meses y luego vuelvo a Manhattan.
¿Volverá definitivamente?
Mi mujer está a cargo de embarcar todos los tereques y además mi hija pequeña se graduó del colegio, entonces tengo que apostillar sus documentos para que pueda estudiar aquí en Ecuador. Tendré que volver unos días para el trasteo. Atrás quedó esa época.
¿Cuál será el rol político de Xavier Lasso durante el tiempo que esté al frente de la Cancillería?
La comunicación, sigue siendo la comunicación. Creo que la comunicación, siendo esta una Revolución Ciudadana nacional, es muy guayaca, demasiado guayaca. Tiene muchos códigos guayacos y está bien que los tenga.
¿Eso explicaría lo que está pasando en Quito?
Creo que sí, en parte. No hay una sola razón que explique todos los procesos y fenómenos sociales, pero creo que explica un cierto resentimiento quiteño que no es de todo Quito, homogéneamente.
¿Se siente identificado con los quiteños?
Me siento identificado, soy guayaco, no dejo mis orígenes del barrio Orellana, del estero Salado, del Vicente Rocafuerte, del Tenis Club, y no era socio sino que como estudiante del Vicente Rocafuerte cuando había un gran torneo, aún recuerdo cuando eliminamos a Estados Unidos de la Copa Davis en Guayaquil. Los ‘vicentinos’ nos trepábamos a una terraza del colegio y veíamos gratis el tenis, y también perturbábamos al público ‘civilizado’, culto y formal. Toda esa es mi matriz guayaca, pero mi padre era quiteño, mi mujer es quiteña, mis hijas son quiteñas y vivo 4 cuatro décadas en Quito.
Si el código comunicacional es muy guayaco, ¿qué le hace falta?
Hay que recuperar los códigos de esta diversidad ecuatoriana. Hay cierta quiteñidad que no alcanza a entender ciertos códigos que solo los guayaquileños entendemos, hasta las formas del saludo, las ironías y las vaciladas.
El presidente Correa es un guayaco que también se expresa así
Es un guayaco, pero también es serrano. Es un ‘molongo’, como me lo dijo Miguel Donoso Pareja, quien era costeño pero mexicano y también serrano porque vivió algún tiempo en Quito. Me decía: tú eres un molongo, ya has perdido toda tu autenticidad de mono. Y hay algunos monos que dicen que tú ya renunciaste o juraste la bandera quiteña. Y yo decía ¡qué chévere!, porque eso desvela esta enorme diversidad de ecuatorianos.
¿Qué ha creado ese regionalismo? No ha sido por los ciudadanos, porque serranos y costeños hemos compartido siempre.
Porque la intelectualidad, el pensamiento ecuatoriano, construyó lazos poderosos regionales. Fueron otros intereses que construían esas cosas, ese regionalismo absurdo.
Que ahora se exacerba con Nebot.
Exacto. Yo nunca lo entendí, no lo viví, no lo sentí.
¿Cuál será su aporte político a esa necesidad de romper con el código muy guayaco? ¿Cómo lo hará?
Usando códigos ‘monolongos’, tratando de entender el código de la Sierra. También solidarizándome en espacios de la Asamblea Nacional, por ejemplo, con gente que tiene un sentimiento más andino. Como guayaquileño, siempre me reconocí andino; hubo pocas excepciones pero las hubo, que yo, desde Guayaquil vi el Chimborazo en un día muy despejado. Esa marca de macizo andino también me llegaba como guayaquileño.
Así que es falso que solo el río Guayas me marcaba, también lo andino me marcó. Entonces, hoy estoy en la imperiosa necesidad de defender los códigos serranos, porque no solo se puede ser buen ministro siendo efectivo, ejecutivísimo, rapidísimo como somos los costeños. También se puede ir a ciertos ritmos serranos, porque los estereotipos no nos sirven, como la vieja pelea entre el padre dauleño Juan Bautista y Eugenio de Santa Cruz y Espejo porque se trataron desde los prejuicios nada más. Uno le decía “alaraquiento, fulero” y el otro respondía “sucio, hipócrita, mentiroso”. Todas esas mentiras y estereotipos no podemos seguir reproduciendo en pleno siglo XXI. Tenemos que aceptar la circularidad andina que también nos marca, no solo esa linealidad.
Pero también está latente cierta clase media quiteña. ¿Cómo la mira ahora que está del otro lado y exige ciertos cambios, éticas, un moralismo extraño y un sinnúmero de cosas?
La veo peligrosamente violenta y es lo que más me preocupa, esa clase media que no ha reconocido que esta es una revolución ciudadana que se diferencia de la revolución social por su contenido pacífico y democrático. Unas reglas de juego democráticas que la revolución ciudadana no las inventó, pero que tiene que aprender a jugar con ellas y que debe intentar ensancharlas. ¿Y qué espera esa clase media quiteña, que este se convierta en un proceso violento? Eso es lo que están pidiendo a gritos, no han entendido que cuando hablamos de mayor equidad, América Latina no es la región más pobre del planeta, pero sí la más inequitativa, la más desigual, y cuando esta revolución propone debatir, cuando trabajamos con el factor de Gini, estamos diciéndole a la sociedad ecuatoriana “sigamos por el camino de la paz”. Y cuando esa clase media quiteña no cree en eso y presiona en otras direcciones, desde mi óptica, para mí lo más peligroso y lo que más duele es el contenido violento de esa oposición.
¿Y por qué son violentos ahora? ¿Por qué no ocurrió eso antes? ¿Qué se acumuló en los últimos 8 años y ahora se expresa de ese modo en un sector de la población? Ellos dicen que es el producto de la violencia verbal del Gobierno.
No, yo no creo eso. El presidente (Rafael) Correa lo ha dicho en los enlaces ciudadanos: “Si quieren me puedo pasar el resto de los años que me queden construyendo carreteras, puentes, hospitales, escuelas y universidades, puedo seguir haciéndolo, pero, ¿cómo cambiamos profundamente al Ecuador?, ¿cómo lo vamos a cambiar?”. El llamado ‘impuesto a la herencia’, que en el fondo se debería llamar 'impuesto para los ricos' para que no haya esta confusión, porque siendo de clase media no pagaremos, pero nos han hecho creer que todos lo pagaremos. El Presidente lo dijo, hay que cambiar a la sociedad ecuatoriana.
¿Y no será que esa sociedad quiteña, a la que se refiere usted, no está siendo entendida por la Revolución Ciudadana?
Sí, creo que hubo fallas en eso; sí, creo que existió una desconexión. Alguien de Venezuela me dijo en Nueva York: el presidente (Hugo) Chávez jamás perdió la capacidad de una comunicación amorosa con su gente. Y quizá esa sea una de las cosas que tendríamos que reflexionar, cómo recuperar esa comunicación, mediante la cual la gente comprenda la verdadera propuesta de la Revolución Ciudadana, que es seguir trabajando para la gente.
Ecuador y América Latina tienen que abatir esos brutales niveles de desigualdad y quizá faltó más tiempo. El Presidente también lo dijo en la sesión solemne en homenaje a los 480 años de la fundación de Guayaquil; a él también le sorprendió que al estar como 10 días fuera del país y a su regreso se encuentra con un Ecuador pesimista.
También se refirió a unos ministros nerviosos
El Presidente está en el proceso de entender qué pasó y creo —desde mi óptica— que hubo fallas de comunicación, que hubo un problema político y es cuando Ricardo Patiño decide que hay que arrimar el hombro para recomponer todo esto. Creo que es justo intentar hacerlo y confío en Ricardo porque, aparte de su talento político, esa intuición política que tiene, también tiene una enorme capacidad de trabajo. Y creo que es necesario porque la burguesía siempre tuvo esa capacidad de hacernos creer que sus intereses eran los intereses nacionales. Ahora tendremos que construir legítimamente desde la política para responder que hay otros intereses de la sociedad ecuatoriana, que un proyecto burgués no los atiende y no los atenderá nunca. América Latina es la única región del planeta que ha podido contestar al neoliberalismo y eso es bastante en estos momentos.
¿Qué será lo prioritario durante su gestión al frente de la Cancillería?
Vengo de Naciones Unidas, de un ‘entrenamiento’ que me ha parecido muy potente. El tema de la migración es un problema bien grande que afecta al planeta entero, involucra asuntos de derechos humanos, muchas violaciones, los sectores más vulnerables están sufriendo el problema, niños y niñas, trata de blancas, racismo, prejuicio. Ecuador tiene, por lo menos desde su Constitución y desde su reflexión teórica, grandes avances en el tema de la migración. Tenemos un Viceministerio de Movilidad Humana asentado en Azogues porque es una zona importante, desde donde reflexionamos la migración y tenemos mucho qué hacer.
¿Y si eso es urgente, qué será lo importante?
Lo importante es sostener la política exterior ecuatoriana, que es súper latinoamericana, solidaria con el resto del mundo. No olvide que hemos apoyado la causa Palestina, que reconocemos al frente Polisario, que hemos siempre apoyado a Cuba y al resto del mundo que condena ese embargo absurdo e inhumano de los Estado Unidos, y que a pesar de que Obama decidió restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, aquello pasa por el Congreso de los Estados Unidos. No sé qué deberá hacer Estados Unidos, pero estoy dispuesto a apoyar si es que desde la sociedad civil estadounidense se tiene que construir una masa crítica para reconocer el absurdo del Congreso, sobre todo del lado republicano, pero también de los demócratas, que quizá harán todo lo imposible para impedir el levantamiento de ese embargo.
Ecuador ha sostenido una política internacional coherente desde mi punto de vista y eso es lo importante. Hace poco aquí se inauguró el policlínico donado por Irán al Ecuador, eso es muy importante.
¿El policlínico que estaba retenido?
Que estaba retenido y que servirá para atender las discapacidades. Los iraníes lo hacen por aprecio al Ecuador. ¿Y por qué nos aprecian? Porque cuando saludar a Irán o tomarte la foto con Irán era resbalarte hacia el eje del mal, nosotros lo hicimos porque teníamos una política exterior coherente, solidaria y poderosa.
Este año Ecuador preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). ¿Cuál es su evaluación? ¿Qué proyecto hay hacia adelante?
Ahí tenemos al Grupo de América Latina y el Caribe ante las Naciones Unidas (Grulac) y Celac. Somos los 33 países con 2 sombreros en una misma cabeza. En Grulac hay poco debate político, casi nulo, porque es básicamente para candidaturas.
En Celac hay mucho debate político y ahí pruebas las diferencias que tenemos. Así como la Alianza del Pacífico puede ser vista por un lado y la Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) por el otro. Con la presidencia pro témpore de Celac, hasta que vine habíamos logrado 44 declaraciones en los más variados temas, todo consensuado entre los 33 países. Celac es el escenario político y tenemos que fortalecerlo. Vengo de (la sede en la Mitad del Mundo) Unasur y tenemos que consolidar la creación del Banco del Sur, hay que fortalecer la cooperación sur–sur y Celac será un escenario extraordinario.
Antes de ir como representante de Ecuador ante las Naciones Unidas usted dejó un espacio en los medios. ¿Cómo evalúa esta experiencia?
Mira, cuando yo hacía medios me dediqué a la entrevista y creo que como género toca algo de la diplomacia.
¿Por qué?
Cuántas veces tuve en Palabra Suelta (segmento de entrevistas que se transmitía por Ecuador TV) frente a mí a gente que probablemente no le creía ni media palabra y tenía que construir un escenario para que él pueda decir lo que tenía que decir. Por ejemplo —y lo puedo decir con todas sus palabras—, políticos de nuestro país que se habían caracterizado por sus enormes mentiras, jamás los tuve en el programa, esa era una condición, si quieres, editorial. A un Abdalá Bucaram no lo voy a entrevistar por sus discursos, por la posición que ha mantenido, y así a un montón de políticos. Desde esa perspectiva encuentro que la diplomacia es muy parecida. Cuántas veces te tienes que reunir con un colega que incluso no está en tu misma línea de pensamiento y, sin embargo, saludas de la manera más cordial, le ofreces una sonrisa, le invitas a tomar un cafecito. Desde esa perspectiva no es un cambio tan fuerte.
¿Cree que ese espacio en los medios públicos ya ha sido cubierto?
No lo sé. Tengo la sensación, y no lo voy a ocultar, de que en efecto Ecuador TV ha perdido un poco el rumbo, desde mi perspectiva. Creo, por ejemplo, que cuando construimos la línea editorial para el canal público y decíamos que no es un invento nuestro, que copiábamos otras guías editoriales de grandes medios, privilegiamos la veracidad a la velocidad. Y creo que se ha perdido eso. (I)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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