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EE.UU. | Esperemos que usted no esté leyendo esta columna mientras come un sándwich de pollo.
Eso se debe a que mi tema del día es un par de nuevos estudios científicos en los que se sugiere que las aves en granjas fabriles son alimentadas con regularidad con cafeína, ingredientes activos de Tylenol y Benadryl, antibióticos prohibidos e incluso arsénico.
“Nos sentimos más bien consternados”, dijo Keeve E. Nachman, uno de los coautores de ambos estudios y científico en el Centro de un Futuro Vivible de la Universidad Johns Hopkins. “Es increíble lo que encontramos”.
Indicó que los investigadores solo se habían propuesto hacer pruebas en busca de antibióticos. Sin embargo, pruebas en busca de otras sustancias químicas y farmacéuticas no tenían costo adicional, por lo cual los investigadores también solicitaron esos resultados.
“No hemos encontrado nada que sea una inquietud inmediata para la salud”, agregó Nachman. “Sin embargo, esto hace que me pregunte cuán cómodos nos sentimos alimentando diversas de estas sustancias a animales que estamos comiendo. Me deja perplejo”.
De manera similar, yo crecí en una granja, y creía que sabía qué debería esperar en mi comida. ¿Pero, Benadryl? ¿Arsénico? Estos estudios no significan que usted debería tirar el contenido de su refrigerador, pero sí dan origen a serios cuestionamientos con respecto a la comida que comemos y cómo deberíamos hacer las compras.
Resulta que se ha dado arsénico con regularidad a aves (y a veces, cerdos) porque reduce infecciones y hace que la carne adquiera un apetitoso tono rosa. No existe evidencia de que niveles tan bajos de arsénico dañen ya sea a pollos o a las personas que los comen, pero, de todos modos.
Las grandes empresas agrícolas no anuncian los químicos que ponen en animales, así que los científicos que conducen estos estudios encontraron una astuta manera de detectarlos. Las plumas de aves, como las uñas de humanos, acumulan químicos y fármacos a los que está expuesto un animal. Así que científicos de la Universidad Johns Hopkins y de la Universidad Estatal de Arizona estudiaron harina de pluma, un producto derivado de las aves hecho de plumas.
Uno de los estudios, apenas publicado en una revista revisada por otros científicos, Ciencia Ambiental y Tecnología, encontró que la harina de pluma contenía con regularidad una clase prohibida de antibióticos conocida como fluoroquinolones. Estos antibióticos (como Cipro) son ilegales en la producción de aves porque pueden criar “superbichos” resistentes a antibióticos que dañan a los seres humanos. De hecho, infecciones resistentes a antibióticos ya matan a más estadounidenses anualmente que el sida, con base en datos de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos.
El mismo estudio también arrojó que un tercio de las muestras de harina de pluma contenía un antihistamínico que es el ingrediente activo del Benadryl. La gran mayoría de la harina de pluma contenía acetaminofén, el ingrediente activo en el Tylenol. Además, muestras de harina de pluma de China contenían un antidepresivo que es el ingrediente activo del Prozac.
La literatura sobre la cría de aves ha recomendado el Benadryl para reducir la ansiedad entre gallinas, al parecer porque las gallinas tensionadas tienen carne más dura y crecen más lentamente. Tylenol y Prozac sirven presuntamente para el mismo fin.
Los investigadores descubrieron que la mayoría de las muestras de harina de pluma contenían cafeína. Resulta que los pollos a veces son alimentados con pulpa de café y polvo de té verde para mantenerlos despiertos para que así puedan pasar más tiempo comiendo. (¿Es por eso que necesitan el Benadryl, para calmarlos?)
El otro estudio revisado por colegas, del cual se informó en una revista llamada Ciencia del Ambiente Total, arrojó arsénico en cada muestra de harina de plumas probado. Casi nueve de cada 10 pollos a la parrilla en Estados Unidos habían sido alimentados con arsénico, con base en un estimado de la industria del 2011.
Estos hallazgos tomarán por sorpresa a algunos avicultores porque incluso ellos a menudo no saben con qué químicos alimentan a sus aves. Enormes empresas alimentarias exigen a agricultores que empleen una mezcla alimentaria patentada, y el agricultor típicamente no sabe con exactitud qué hay en ella. Pedí el comentario de la Asociación de Aves y Huevo de Estados Unidos, pero esta me informó que no había visto los estudios y no tenía nada más que decir.
¿Qué significa todo esto para los consumidores? El estudio solo estudió plumas, no carne, así que no sabemos exactamente qué químicos llegan al plato o en qué niveles. Las incertidumbres son enormes, pero le pregunté a Nacham por la comida que él compra para su propia familia. “He estado estudiando la producción de comida y animales durante cierto tiempo, y mientras más estudio, más atraído me siento a lo orgánico. Nosotros compramos orgánico”, indicó.
Yo hago lo mismo. Solía mostrarme escéptico hacia lo orgánico, pero mientras más informo sobre nuestro abasto de comida, más quiero que mi propia familia coma orgánico. Solo para estar seguro.
Para mí, esto pone de relieve las trampas de la agricultura industrial. Cuando estaba creciendo en nuestra granja familiar, ineficiente más allá de cualquier esperanza, no drogábamos animales como norma. Si nuestras gallinas se ponían ansiosas, la razón quizá era una zorra y nunca intentamos resolver el problema usando Benadryl.
Mi opinión es que el modelo de negocios de la agricultura industrial tiene algunos logros asombrosos, como la producción de comida barata que nos ahorra dinero en la tienda de abarrotes. Sin embargo, todos pudiéramos pagar más en costos médicos debido a infecciones resistentes a antibióticos.
Francamente, después de leer estos estudios me siento tan deprimido por lo que le ha ocurrido a la agricultura que me pregunto: ¿Podría ser de ayuda un nugget de pollo con Prozac incluido?
Por: Nicholas D. Kristof
© 2012 New York Times News Service.
Fuente: EL UNIVERSO*
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