***SNN
Lucrecia Maldonado
carneyhueso2003@yahoo.com
Es una moda, hace algunos años, más ahora, que gente de Ecuador, sobre todo de provincias del norte de la Sierra, salga en largas caravanas al departamento de Nariño, en Colombia, para comprar ‘cacharro’. Un par de días después, o al otro día, regresan los autos cargados de mercadería: ropa, sobre todo; pero también otros bienes: dulces, caramelos, café, y eventualmente también electrodomésticos de tamaño variable, celulares tal vez, en fin.
El motivo principal: allá es más barato. Debido a la falta de posibilidades de devaluación de nuestra moneda, nuestro país es un país caro. Y nuestros vecinos se convierten en países más cómodos desde el punto de vista económico. Sin embargo, no es de economía de lo que quiero hablar en este artículo. No solo porque la economía no es mi fuerte, sino además porque la economía, en bastante, no es más que un reflejo de esos complicados vericuetos de la condición humana. Y, pues, así como los seres humanos somos muy capaces de los más grandes actos de heroísmo, también somos capaces de las más pequeñas e ingenuas mezquindades. Porque lo que queremos, aparentemente, es ahorrar. Y dar un paseo. Y traer caramelos y café. Y ropa. Para vestirnos, claro, y también puede ser que para ganar algo de dinero. Y televisiones, otras cosas sin salvaguardas.
En ese deseo que por momentos se puede convertir en obsesivo y delirante, olvidamos que pertenecemos a un país que está intentando despegar en su economía. Olvidamos que nuestro país también tiene una industria textil, una industria alimenticia, y que la economía se mueve por lo que se compra y se vende, por lo que se usa y se fabrica dentro del Ecuador. Olvidamos que este tipo de actitudes y acciones puede llevarnos a la ruina, y en este lugar común, la partícula más importante es el ‘nos’ de ‘llevarnos’.
Se dice que el bienestar común debe tener la preferencia, pues de él depende un equilibrado y sensato bienestar individual. Pero el ser humano es experto en despreciar las enseñanzas espirituales, por sabias que sean, y asentarse en su egocentrismo y en su capricho para obtener pequeños beneficios que, a la larga, solo provocarán problemas mayores. Aquí no solo que no nos preguntamos qué podemos hacer por nuestro país, sino que, sobre todo desde ciertos sectores, tratamos de cometer cualquier cosa CONTRA nuestro país, haciendo gala de quemeimportismo. Escupiendo al cielo sin retirar la cara. Poniéndonos la soga al cuello, y si la soga la compramos en Pasto, mejor todavía. (O)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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