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El extraordinario documental Con mi corazón en Yambo, de María Fernanda Restrepo, abre muchos temas para el análisis y la investigación, acerca de un crimen de Estado que persiste como un estigma sobre toda la nación ecuatoriana, según el decir de Pedro Restrepo.
Por ejemplo, podríamos preguntarnos cómo hizo nuestra Policía para reclutar monstruos como aquellos que secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a Santiago y Andrés Restrepo hace casi 24 años.
O cómo pueden llegar a comandantes quienes sostuvieron públicamente la ridícula hipótesis de los “fluviomarinos” para “explicar” (u ocultar) las verdaderas circunstancias de su desaparición. O cuánto duran las delicias del poder: ayer todopoderosos, respetados y carismáticos presidentes del Ecuador, y hoy…
Aquí escojo dedicarle alguna reflexión a lo que representa el personaje subteniente Doris Morán en ese drama, acotando que no puedo decir nada sobre la persona (a quien no conozco) sino solo sobre el personaje, tal como apareció en la prensa de la época, y según se la presenta en el documental. Se impone una primera pregunta: ¿Cuáles son los criterios de selección de nuestra Policía para el ingreso a la escuela de formación de oficiales? Parece que no son muy rigurosos en el plano ético y psicológico, si pienso en la Morán.
Tampoco parece que sea demasiado exigente el nivel académico e intelectual de una formación que se propone como superior, pensando nuevamente en la Morán, o analizando el discurso de la “clase de derechos humanos” que reciben los jóvenes cadetes en el documental.
Otro cuestionamiento apunta a los superiores de la Morán: ¿Por qué encargaron la primera investigación del caso a una oficial tan joven y tan limitada (en todo sentido)? ¿Fue un acto de negligencia irresponsable o de precoz encubrimiento criminal por parte de aquellos superiores? En cualquiera de los dos casos, fue una decisión culposa que prolongó el encubrimiento y que nos lleva a otra inquietud.
Al parecer, la Morán y su madre (quien nunca fue juzgada por su criminal comportamiento) inventaron para la palabra “ladinas” una nueva y muy ecuatoriana acepción no contemplada en el diccionario de la lengua española: infiltraron la familia Restrepo para aprovecharse de su desesperación y prolongar la esperanza y el engaño de modo perverso, como si esa estrategia taimada fuera un rasgo de nuestra cultura en las relaciones entre el poder y sus víctimas.
Por todo lo expuesto, el personaje subteniente Doris Morán alimentó todos los prejuicios populares vigentes en la sociedad ecuatoriana sobre la supuesta falta de inteligencia y de cultura de nuestros policías.
Con su documental, la sobria, valiente y talentosa María Fernanda reanima un caso nunca cerrado, al menos para la conciencia de los ecuatorianos. La expresión “baño de verdad” ha tenido existencia breve, pues en menos de cinco años ha sido inventada, manipulada, devaluada y vaciada de todo sentido de manera oficial.
Ojalá una disposición oficial para la reapertura del caso persiguiera como resultado más verdades que votos. La anunciada reestructuración de nuestra Policía, ¿obedece a las necesidades de la institución? ¿A las de los ciudadanos? ¿A las del régimen? ¿Por qué debería Pedro Restrepo creer en las promesas de cualquier gobierno ecuatoriano pasado, presente o futuro? ¿Por qué deberíamos creer los ecuatorianos?
Por: Iván Sandoval Carrión
ivsanc@yahoo.com
Fuente: EL UNIVERSO*
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