Chevron presenta pruebas de supuesto fraude de perito ambiental
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El TELEGRAFO
Mediante una carta dirigida al fiscal general, Washington Pesántez, la petrolera reseña las pruebas que, a su criterio, "suponen graves implicaciones para la integridad del juicio".
La petrolera estadounidense Chevron-Texaco, que enfrenta en Ecuador un juicio por supuestos daños ambientales en una zona de la Amazonía, informó hoy que presentó a la Fiscalía del país varias pruebas de un presunto fraude atribuido a uno de los peritos ambientales que participaron en el proceso.
Mediante una carta dirigida al fiscal general, Washington Pesántez, los representantes legales de la petrolera argumentaron lo que, según ellos, fue un fraude del perito Richard Cabrera, al trabajar, supuestamente, en conjunto con los demandantes en el informe de daños ambientales atribuidos a la compañía.
La petrolera, en un comunicado, reseña las pruebas que presentaron a Pesántez y que, a su criterio, "suponen graves implicaciones para la integridad del juicio" que se desarrolla en la ciudad ecuatoriana de Nueva Loja (norte amazónico).
La empresa se enfrenta a una demanda por 27.000 millones de dólares, cifra recomendada por Cabrera ante los supuestos daños medioambientales y de salud que causó su operación a las comunidades indígenas de la Amazonía.
Chevron, que adquirió Texaco en 2001, ya hizo públicas sus denuncias contra Cabrera el pasado mayo y entre las pruebas que presentó, destacó un análisis que determina que el informe pericial fue escrito originalmente en inglés y más tarde traducido al español, cuando, según la petrolera, el perito "no habla inglés".
También argumenta que una consultora, que presuntamente trabajaba para el Frente de Defensa de la Amazonía, organización que agrupa a unos 30.000 indígenas y colonos que lideran la demanda, habría admitido que el informe del perito se basa, "en parte", en datos recopilados por ella en sus trabajos para los afectados.
Chevron denuncia ante el fiscal, además, que dos de los asistentes de Cabrera habrían estado al servicio de los afectados y que una versión de un documental sobre el caso judicial, titulado "Crude", muestra a un asistente de otro perito, cuyos estudios fueron recogidos en el informe, "trabajando con los abogados de los demandantes".
El Frente de Defensa de la Amazonía ha rechazado las sospechas de Chevron y, más bien, ha acusado a la petrolera de hacer fraude y tratar de prolongar el juicio, con el objetivo de evitar una eventual condena en su contra.
el derrame en el Golfo de México, un apocalipsis
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rubendariobuitron
La chef Susan Spicer no pudo más. Su famoso restaurante de mariscos empezó a perder clientes y ella tomó una decisión extrema.
Spicer, una estadounidense de 56 años, es propietaria del restaurante Bayona. El lugar, ubicado en el histórico barrio French Quarter, del sector más antiguo de Nueva Orleans, ya no puede ofrecer, como lo hacía siempre, lo mejor de su cocina tradicional.
“Ya no hay peces, ostras ni camarones”, dice la chef.
Y por eso no pudo más: al quedarse sin la materia prima de su trabajo decidió poner una demanda legal contra las compañías Deepwater Horizont (DH) y Brithish Petroleum (BP).
Las dos empresas tienen responsabilidad directa en la catástrofe del 20 de abril pasado, cuando estalló una torre de perforación petrolera marina en el golfo de México.
Desde esa fecha, cada 24 horas se vierten sobre el mar unos 60 000 barriles de crudo, la quinta parte de lo que el Ecuador produce diariamente.
Mientras camina por las desoladas playas de Grand Isle, a dos horas de Nueva Orleans, Kirk Cheramie, líder de nación Houma (un pueblo ancestral asentado en Louisiana antes de la conquista del oeste), confiesa preocupado: “Hay mucho petróleo regado en la bahía”.
Dean Bonano, jefe de seguridad de la zona, admite que la situación es deprimente: “Todo lo que va más allá de las salchichas está contaminado”.
Bonano dice algo muy grave, porque las salchichas (tuberías móviles de tela y plástico que sirven de barreras para evitar la propagación del crudo) se extienden por toda la playa y detrás de ellas están el mar, la fauna, la flora, el turismo, la pesca...
En el Louisiana Universities Marine Consortium (Lumcom), un centro de investigaciones marinas financiado por las cuatro principales universidades del estado de Louisiana, el científico Álex Kolker recibe cada día a decenas de colegas que llegan de otros estados y países.
Todos ellos quieren conocer de cerca los resultados de las investigaciones sobre el impacto del derrame petrolero, pero Kolker aún no tiene respuestas.
Vestido con una camiseta sencilla, un jean y sandalias, el investigador, de 49 años, responde con amabilidad, pero también con firmeza: “No soy perito en asuntos energéticos y no puedo opinar sobre lo que no tengo mayores certezas”.
Explica, sin embargo, que la destrucción de los ecosistemas en el mundo siempre tiene que ver con razones humanas.
Mostrando un mapa de Louisiana, donde existen grandes extensiones de pantano, explica que la producción petroquímica impide que se formen sedimentos.
Esto, a su vez, hace que se hunda lo que fue tierra firme. En una presentación en power point, Kolker enseña resultados de sus primeros estudios, siempre con su actitud prudente: “Lo único que puedo asegurar hasta ahora -dice midiendo cada palabra- es que los equipos de científicos que están investigando el caso ya advierten que un primer efecto nefasto podría ser la extinción de las ostras, cangrejos, peces y camarones”.
Si se escucha con atención a los especialistas, las preocupaciones de la chef Susan Spicer parecen tener sustento.
Tan es así que la propia BP, sobre la cual se han disparado todas las críticas por la catástrofe ecológica, busca, como parte de sus planes de remediación ambiental, expertos en rescate y transporte de animales silvestres, profesionales que conozcan del cuidado de aves, especialistas en plantas acuáticas...
Kirk Cheramie, el líder Houma, agradece al doctor Kolker y sale del edificio del Lumcom con tristeza y dolor.
Afuera llueve mucho. Son los rezagos del huracán Álex, que ha devuelto a las playas la contaminación que se había limpiado.
El derrame, hasta ahora, es de 3,5 millones de barriles. Mientras los encargados de la limpieza prevén terminar su trabajo en seis semanas, la mancha aceitosa sigue expandiéndose.
Y nadie puede predecir hasta dónde llegara.
Ni hasta cuándo...
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