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El ‘Tanque de Muisne’ compartió con EL TELÉGRAFO recuerdos y anécdotas de su época de futbolista. Vive junto a su esposa e hijo en Estados Unidos y está de vacaciones en Ecuador.
Lupo Quiñónez llega a un centro comercial del norte de Guayaquil acompañado por su esposa y su hijo. Está de paso por la ciudad y quiere hacerse notar.
Por eso le ha pedido a su hijo Lupo Lenín que le organice una gira de medios y una agenda de entrevistas para contar qué pasó con su vida tras su retiro en 1989 con la casaca de Deportivo Quito.
El ‘Tanque de Muisne’ -como lo apodaban en su etapa como futbolista por su corpulencia- viste una camisa estilo hawaiano con paisajes costeros estampados. Luce unas gafas oscuras y sus 1,84 metros resaltan entre quienes caminan por el recinto comercial. Algunos adultos lo reconocen, pero los jóvenes lo miran con curiosidad.
Luego de saludar con varias personas, Lupo ingresa a una de las cafeterías del lugar y posa para la cámara fotográfica. El momento le recuerda su época de jugador, cuando ocupó numerosas portadas de los principales medios del país.
Actualmente está radicado en EE.UU., pero hasta octubre estará en Ecuador para visitar a su familia y amigos y disfrutar de su gente. Le hubiese gustado un partido de despedida, aunque un grupo de hinchas de Barcelona le organizó un homenaje en 2011 en Nueva York.
ENTREVISTA:
Usted no era un jugador muy técnico con la pelota, pero jugó en clubes importantes, ¿cómo lo logró?
Yo tenía dos pies derechos o dos izquierdos, lo reconozco. Me costaba tratar bien el balón. No he sido ninguna estrella, lo que he sido es un trabajador.
Pero hizo goles y fue una figura...
Porque trabajé duro. Yo hacía tres jornadas diarias de entrenamiento, de 08:00 a 10:00 con todo el plantel; de 10:00 a 11:00 solo y desde las 16:00 hasta las 18:00 la última. Lo hacía porque me di cuenta de que no sabía parar la pelota con el pecho, que no sabía bajar el balón con el pie y que no sabía driblar.
¿Cómo hizo para llegar al profesionalismo con esas deficiencias?
Nadie me quería dejar entrenar en Emelec. Iba a las juveniles y el técnico me botaba y me decía que no podía ser futbolista, que con mi cuerpo debería ser boxeador y me mandaba al coliseo de box que tiene Raúl Gamboa. Me iba al equipo de primera y de allá me volvían a botar. Me iba a la reserva y la misma historia.
Hasta que se me salió lo Quiñónez y hablé con el profesor José María Silvero y le dije que quería una oportunidad para entrenar. Y ahí me dejó. Luego llegó Alberto Spencer y me dijo que me veía fuerte y que podía ser centrodelantero.
¿Fue Spencer entonces quien lo ubica como delantero?
Sí, él me da la oportunidad de entrenar con el primer plantel y de ir a jugar un amistoso con Emelec, en Milagro. Recuerdo que Eduardo el ‘Gordo’ De María me dijo que, si hacía un gol, me daba su premio. Y para buena suerte mía y mala suya, me meten, agarro la pelota, le pego un zapatazo... y gol. Me gané 300 sucres por jugar, más lo que le gané al ‘Gordo’, eran 600, nunca había visto tanta plata junta.
¿Qué le dijo Spencer después de ese gol?
Me dijo: “‘Che’, ¿te acordás lo que te dije? Yo le di las gracias. Quería ponerlo en un altar. Me dio la oportunidad de entrenarme, me ubicó el puesto en la cancha y hasta me dio dinero para comer.
¿Su situación era difícil?
Cuando estaba en Emelec, algunos jugadores comíamos en un restaurante que quedaba en las calles Guaranda y San Martín, pero cuando el equipo perdía no nos daban de comer. Una chica nos decía: “Ya no le vamos a dar de comer porque su equipo perdió y no habrá quién pague”. Nosotros nos moríamos de hambre, entonces el ‘Gordo’ De María y Spencer me regalaban 100 sucres o me llevaban a comer.
¿Cómo fue su infancia en Muisne?
Malísima. Mis padres tuvieron 17 hijos y darle de comer a tanta gente no es fácil. Las necesidades que pasaba la familia me obligaron a trabajar desde los 12 años. Una familia que llegó a Muisne me ofreció un trabajo en Palmar (Santa Elena), me dijeron que me daban casa, comida; pero cuando llegué todo fue diferente, trabajaba y no me pagaban. Pero un día me vio jugar el señor Federico Zeller y me trajo a Emelec. Esos años moldearon mi carácter, un carácter de luchador, de triunfador.
¿Cómo así fue a dar a Manta?
Yo salgo de Emelec luego de una huelga que hicimos en 1982. El profesor Washington Muñoz me localizó y me pidió que vaya. Recuerdo que me dijo que vaya a la cooperativa Reina del Camino para irnos a Manta, pero tras ocho meses de no jugar no tenía dinero para viajar y él me respondió: “No se preocupe, que todo corre por cuenta mía”.
Además de Spencer y Muñoz, ¿qué otros técnicos influyeron positivamente en su carrera?
Recuerdo al profesor Hugo Bagnulo y a Alfredo Estavillo, que eran perfeccionistas. Después de las horas de trabajo en la mañana me quedaba con Estavillo, como un entrenador casi personal y sin pagar nada. Yo salí beneficiado.
¿Tal vez aprendió de Spencer la letalidad en el juego aéreo?
Yo marqué 115 goles en toda mi carrera; de esos, unos 80 fueron con la cabeza.
¿Miori tuvo que ver en esos goles?
Sí, fue un jugador argentino, puntero izquierdo con quien nos comprendimos a la perfección. Y por derecha estaba el ‘Loco’ Cibeira. Con ellos practicábamos todos los días. Ellos centraban y el cabezazo salía preciso.
¿Quién le puso el ‘Tanque de Muisne’?
Petronio Salazar. Hasta ahora me gusta ese apodo. Después se lo pusieron también a Eduardo Hurtado, pero sin el Muisne.
¿Es verdad que una vez, en el camerino de Barcelona, le llamó la atención a varios jugadores?
Sí, es verdad. Estábamos programados para ganar un torneo y había algunos jugadores que no estaban concentrados. Entonces yo hablé y le dije a Carlos Luis Morales que con la comida de mis hijos no se juega.
¿Qué jugador cree que tuvo o tiene un estilo parecido al suyo?
El ‘Chucho’ Benítez, cuando estaba en América. Yo allá lo seguía. Fue un chico que se preparó bien.
¿Qué defensa fue duro con usted?
El ‘Zapatón’ Klinger. Me daba duro, era mañoso y, como era alto, te agarraba y no te dejaba saltar.
¿Intentó seguir jugando tras su salida de Deportivo Quito?
Cuando yo me retiré y me fui a EE.UU. regresé a Ecuador a los dos años y en esa época hubo aquí un curso para técnicos y estaba el profesor Luis Santibáñez. Él me dijo que hiciera el curso y que luego me daría trabajo en las inferiores de Filanbanco. Pero eso sí, me dijo que dejara de pensar en jugar.
La gente lo identifica por un comercial que grabó para la Lotería Nacional, ¿cómo fue esa experiencia?
Estaba muy nervioso y no podía decir lo que era y me salió una frase mía: (Ríe) “Tú, con tu dinero, puedes hacer lo que mejor te convenga”. Eso fue un éxito, pero nos demoramos mucho tiempo. Empezamos a las 09:00 y eran las 12:00 y no terminábamos; el director me decía que así no era, y al final dije lo mío y le gustó.
¿Barcelonista o emelecista?
Yo tengo respeto por ambas instituciones. Emelec me dio la oportunidad de entrar al fútbol profesional en Ecuador y en Barcelona me consagré.
Pero antes de llegar a Emelec, ¿qué equipo le gustaba?
Antes de llegar a Emelec yo era barcelonista (ríe). Puedo ser un barcelonista moderado. Incluso a mí me gustaba Víctor Ephanor, ese 10 que tenía Barcelona.
¿Cómo fue su retiro del fútbol?
Cuando yo estaba jugando en Deportivo Quito (1989) mi esposa quería ir a Nueva York y yo no quería. No tenía la intención de ir, pero por no separarme de mi familia, decidí viajar. Y fue así que me retiré del fútbol.
Mi familia es muy importante, lo más importante para mí. Mi esposa ha estado conmigo en las buenas y en las malas.
¿A qué se dedica en EE.UU.?
Yo soy jefe de personal en una empresa que da mantenimiento a barcos. Me levanto a las 04:30 y regreso más o menos a las 18:00. Eso es todos los días.
¿Cuáles son sus proyectos?
Tener una escuela de fútbol para trabajar con pequeños que quieran ser centrodelanteros.
¿Le costó dejar el fútbol?
Uno se siente apenado y triste. Sientes que no te has retirado, sueñas mucho. Te parece que no has terminado, que no te has retirado, y esos pensamientos duran mucho. Uno debe ser fuerte para aceptar que ya te fuiste y que no puedes regresar.
¿Usted tuvo algún partido de despedida o reconocimiento?
Ninguno. Solo en Nueva York un grupo de hinchas de Barcelona me hizo un homenaje.
Y si lo llamaran para hacerle un reconocimiento ¿lo aceptaría?
Si, claro, seguro, no es tarde. Como dijo el Gran Combo: “Nunca es tarde cuando la dicha es buena”.
¿Cómo ve el nivel del fútbol ecuatoriano?
Yo lo veo bien, pero creo que si tuviéramos mejores canchas, tendríamos un mejor fútbol. Porque no todas las canchas están buenas; por ahí la de Barcelona, la de Emelec y la de Liga de Quito. Entonces ese campo hace ver mal al futbolista ecuatoriano, porque tiras la pelota para dar un pase y no llega bien, llega picando, le quieres meter el pie y se va para arriba.
¿Por qué no se pudo ir a un Mundial cuando usted fue jugador profesional?
Yo pienso que en ese momento no había una correcta organización. No se hizo un proceso como el que se tuvo para que Ecuador llegara por primera vez a un Mundial.
Antes, cuando íbamos a jugar un partido, una semana antes o tres días antes nos reuníamos en Quito. Los de la capital llegaban puntuales, pero los que vivíamos en otros lados llegaban más tarde, por problemas de vuelo u otras cosas. No había esa organización y eso nos dejaba más vulnerables, porque nadie puede reunirse de la noche a la mañana, pararse en la cancha de juego y meter goles.
Pero a pesar de esa situación complicada que comenta se logró empatar con Argentina
¿Qué nos puede contar de ese partido?
Terminamos molestos por la manera en que terminó el partido. Nosotros teníamos la consciencia tranquila, pero si hablamos que nos habían robado el partido. Ya sobre el partido, estaba Maradona (Diego) y varias figuras más. Recuerdo que el primer gol nace de un tiro de esquina que lo cobra Hamilton Cuvi, va Bolívar Ruíz al cabezazo y la pelota golpea en un defensa y yo que estaba en el suelo me levanté y le pego un zurdazo, 1-0. Los argentinos calladitos.
Teníamos un entrenador como Ernesto Guerra que era un motivador. El 'Trompudo' era un verdadero motivador, él creía y confiaba en nosotros. Recuerdo que a todo momento nos decía: vamos a ganar.
¿Usted desde que debutó ha estado en constante crecimiento?
Si, siempre aprendiendo y siempre mejorando. Yo me di cuenta y yo me decía que así como iba no podía formar parte de un '11' abridor. En las prácticas me sacaba el aire. Yo sacaba mis mejores argumentos, usaba mis mejores zapatos, todo lo tenía arreglado y como era joven no tenía lesiones y tenía una fuerza terrible; por fuerza y velocidad los pasaba por encima.
¿Cuáles goles son los que más se acuerda?
Yo recuerdo mucho cinco goles. El primero el que le hice a Argentina. El segundo fue en el estadio Modelo, yo estaba en Barcelona y jugamos contra El Nacional, viene un tiro de esquina y de media chilena le hago un gol el 'Bacán' Delgado. Otros dos en Manta cuando salí campeón con Emelec. Y durante el 6-1 al Deportivo Quito con el que Barcelona salió campeón.
¿Admiró a algún jugador?
Yo admiraba a Emilio Butragueño, jugador del Real Madrid. Él se metía al área con mucha tranquilidad y facilidad. Tenía buen manejo de la pelota y hacía buena pareja con Hugo Sánchez.
¿Y de los jugadores que están vigentes?
Me gusta Messi y del fútbol ecuatoriano me gusta Énner Valencia, yo lo veía cuando estaba en Emelec y luego en México. Yo recuerdo que cogía la pelota y corría y se salía de la cancha. Yo le decía a mis amigos que él era un buen jugador y cuando llegó el profesor Quinteros (Gustavo) aprendió a pararse dentro de la cancha. Hubo un cambio en él que se notó.
¿Si no hubiese sido futbolista, a qué se hubiese dedicado?
No estuviese en Nueva York, no habría venido a Guayaquil. Seguiría en Palmar, trabajando en la venta de mariscos.
¿Usted guarda cosas de su época de jugador?
Nada, no tengo nada. Todo lo regalé a las escuelas y colegios donde estudiaron mis hijos.
¿Cree que se está perdiendo la figura del '9' del jugador?
Si, se está perdiendo porque quizás los planteamientos y estilos de ahora son diferentes.
¿Qué cambiaría de su época como jugador?
(Piensa un largo tiempo) Lo que podía haber cambiando... No! No cambio nada; me quedo como fui. Yo leía muy bien los partidos y lo que el entrenador quería y lo que mis compañeros querían, pero eso lo aprendí después de tantos golpes.
¿Cuánto fue lo máximo que ganó como futbolista?
Lo máximo fue 400.000 sucres, cuando jugaba en Barcelona. Con eso no vivía cómodo, tenía para pagar estudios, alimentación, casa, luz, agua, teléfono; para vivir normal sin lujos.
¿Nunca intentó jugar profesionalmente en los EE.UU?
Si, cuando yo estaba allá se abrió la liga profesional. Y yo fui a buscar a un periodista para que me ayude con los contactos del Metro Stars, pero no me quiso ayudar. Yo armé una carpeta y mandé a pedir videos de acá, pero no me quiso ayudar y eso me decepcionó y no intenté más.
¿Le gusta la salsa?
Claro, cuando era futbolista yo llevaba mi grabadora a la concentración, a los camerinos, yo tenía en ese tiempo mis cassettes.
A mi me gusta la salsa, pero también el merengue, la bachata y cuando estoy ya 'rayado' bailo hasta regueaton (rie). (I)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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