martes, 6 de julio de 2010

EE.UU!!! Acá no todo es libertad de prensa...

***SNN
rubendariobuitron

Nueva Orleans, EE.UU


* Cuando apaga la cámara se encuentra con dos policías que con el patrullero han bloqueado el auto.

Foto: AP
Entre las reputaciones legendarias de la sociedad estadounidense está el absoluto respeto a la libertad de prensa y a la libertad de expresión.

¡¿Cuánta verdad encierra esa creencia? No lo sé y sería injusto si generalizo, pero quiero contarles la historia de Lucía Duncan y John Fiege.

Ellos son cineastas que viven y trabajan en Austin, Texas. Como muchos jóvenes productores independientes de cine y video, han llegado al estado de Louisiana en busca de historias sobre la catástrofe producida por el derrame petrolero en el Golfo de México.

Lucía y John piensan en grande: todo lo que están grabando y filmando ahora es apenas una parte del gran documental que aspiran a producir en un lapso de dos años.

"La investigación para realizar un filme de contenidos responsables es larga y compleja", refiere Lucía. John explica que, además, a partir de lo primero que puedan mostrar tendrán que buscar financiamiento.

John espera que su proyecto consiga fondos también porque él y Lucía esperan vivir dos años dedicados totalmente a la creación de su documental. Sin dinero, simplemente, no será posible hacerlo.

Lucía sabe que si no se esfuerzan al máximo no será posible lograr ese dinero. Delgada, de cabello negro, cortísimo, ella es expresiva, de sonrisa fácil, locuaz.

Mientras recibe instrucciones de John para acercar el micrófono "boom" o "camello" a un aborigen que da twestimonio de los problemas de su comunidad, Lucía cuenta que trabaja diez años en televisión documental independiente y confiesa que su principal preocupación es que la competencia será muy dura, pues habrá muchísimos otros documentalistas que también busquen fuentes de financiamiento. Y ahí ganará el que mejor propuesta haga.

John filma todo lo que ve. Hace entrevistas, recaba documentos, conversa con todas las fuentes posibles, pone atención a cada versión y a cada dato que escucha acerca del impacto del derrame petrolero.

Y como quiere captarlo todo, en el camino entre Gran Isle y Nueva Orleans, donde se encuentran las gigantescas refinerías de crudo, detiene su auto, toma la cámara y filma la fachada de una de esas refinerías, en especial una en la que junto a su puerta principal se alza una enorme cartelera que dice. "nosotros nunca hemos hecho daño".

Cuando apaga la cámara se encuentra con dos policías que con el patrullero han bloqueado el auto. Ellos le recuerdan que está prohibido hacer tomas de las refinerías y le exigen borrar, ese mismo momento, todas las imágenes que acaba de captar.

La alternativa es preocupante: si no lo hace, tendrá que acompañarlos a la comisaría.

Lucía gesticula, con cierta resignación. "Acá también existen esas cosas", dice susurrando a quienes nos acercamos para saber qué ha pasado y cómo podríamos ayudar.

Ella ha trabajado en Berasil y Bolivia en proyectos similiares y allá ha encontrado enormes obstáculos de las autoridades públicas y privadas.

"Es obvio, ¿no?", expresa en voz alta cuando los policías se han ido tras verifricar que John ha borrado las imágenes de la fechada de la refinería.

"¿Por qué es obvio?". Porque a los poderes nunca les interesa que los pongas en evidencia, responde Lucía mientras ayuda a John a guardar los equipos en la cajuela de su auto Toyota.

"Y entonces, ¿te resignas'", pregunta María, miembro de la organización ambientalista Rainforest Action Network.

No, dice Lucía con su sonrisa fresca. "La experiencia me ha enseñado que cuando te bloquean la información hay que decir lo mismo, pero de otra forma".

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