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¿Cuál es la receta de este pueblo?, preguntó el Papa ante 6.000 religiosos reunidos en el Campo Mariano, su último acto en Ecuador.
En su encuentro con miembros de la comunidad religiosa en El Quinche, el Papa pidió no olvidar de dónde vienen. La gira de Francisco continúa en La Paz y Santa Cruz. Foto: Fernando Sandoval.
Basado en el ejemplo de la Virgen María, el papa Francisco no escatimó esfuerzos ni palabras para pedir servicio y gratuidad a los sacerdotes, obispos y seminaristas.
El Campo Mariano, construido hace 25 años en la parte posterior del Santuario de la Virgen de El Quinche, fue ayer la última parada del Sumo Pontífice en su visita a Ecuador. Desde allí dio su mensaje a alrededor de 6.000 miembros de agrupaciones religiosas.
A las 10:43 arribó a la parte frontal de la iglesia de El Quinche, se bajó del papamóvil, fue recibido por el rector del santuario y demás autoridades de esa comunidad religiosa. Le entregaron un ramo de flores y avanzó al altar, a los pies de la Virgen de la parroquia (de 1,62 m de alto) y colocó la ofrenda. Se inclinó reverente, rezó con devoción y la topó con su mano en signo de respeto, de fe profunda.
Después salió al Campo Mariano para saludar a los fieles, quienes lo recibieron con gritos, aplausos, rezos y cantos; él les retribuyó con su bendición, tras lo cual se sentó en un sillón que le ubicaron en el lugar. A las 11:15 inició la intervención del Santo Padre. Se santiguó y sus primeras palabras fueron: “La paz esté con ustedes”.
Ofreció su oración a la Virgen. “Enséñame a vivir con respeto a los hermanos, enséñame a descubrir y cumplir la voluntad de Dios, enséñame a ser buena persona para estar contigo María, con Jesús, con el Espíritu Santo y con mi padre Dios en la eternidad”, exclamó, lo que desató aplausos y vivas de miles de fieles.
Entonces entró en materia: el mensaje religioso para los ecuatorianos y, sobre todo, esta vez para curas y seminaristas.
“Estos 2 días, estas 48 horas que tuve contacto con ustedes, noté que había algo ‘raro’ en el pueblo ecuatoriano: a todos lados que voy el recibimiento es alegre, piadoso, bondadoso... Pregunté cuál es la receta de este pueblo (ecuatoriano), rezaba y le pregunté a Jesús en mi oración: ¿Qué tiene este pueblo de distinto? Esta mañana (ayer) se me impuso la consagración y pienso que se los debo decir como un mensaje de Jesús. Toda riqueza espiritual, de piedad, de bondad, viene de haber tenido la valentía que fue en momentos difíciles, la valentía de consagrar la nación al Corazón de Cristo, al Divino que nos quiere tanto”.
Entonces pasó a aconsejar: “Seguro que son pecadores, yo también (aplausos), el Señor lo perdona todo, pero custodien todo eso que tienen. No olviden, esa consagración es un hito en la historia del pueblo del Ecuador, y de esa consagración viene esa gracia y piedad que viene de ustedes, esa cosa que les hace distintos...”.
En los exteriores del ancianato lo esperaron los moradores de Tumbaco. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
Lleno de júbilo, admitió que tenía listo su discurso, pero que no tenía ganas de leerlo, así que se lo dio al presidente de esa conferencia religiosa para que lo haga público después.
Él quería hablar, sin libreto alguno. Lleno de alegría, expresó: “María no protagonizó nada, discipuló toda su vida, primero a su hijo... Hagan que se manifieste la gratuidad de Dios, sacerdotes, seminaristas, cada día hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió”.
Cerca del mediodía, ante miles de fieles que no se cansaban de escuchar su mensaje, el sucesor de San Pedro bendijo al país y a sus habitantes diciendo: “El Señor les conceda esta gracia a todos, y que siga bendiciendo al pueblo ecuatoriano al que ustedes, sacerdotes y seminaristas, están llamados a servir... Que Jesús los bendiga y que la Virgen los cuide”.
Pidió nuevamente que por favor recen por él. Acto seguido le obsequiaron una réplica de la iglesia de El Quinche y los religiosos oblatos le pidieron la beatificación del padre Julio María Matovelle, cura que se consagró al servicio de los más necesitados.
Los creyentes aguardaron hasta que el Pontífice saliera del santuario mariano para verlo por última vez y recibir su bendición. Los cantos, rezos y gritos de miles de feligreses no cesaron.
Parte del discurso que Francisco no leyó en El Quinche incluía agradecimientos a quienes estuvieron junto a él en su visita a Ecuador; además, instaba a los fieles a aceptar la misión de Jesús sin condiciones. En el texto también había partes para los sacerdotes, pues les decía que la ‘autoridad’ que tienen no es para su propio beneficio. “Nuestros dones son para renovar y edificar la Iglesia. No se nieguen a compartir, no se resistan a dar”.
La fe motivó a los miles de fieles católicos
Los devotos, al igual que el Santo Padre, se mantuvieron ayer alegres y con vitalidad, pese a que miles de ellos pasaron la noche en los alrededores del Santuario de El Quinche, esperando con fe y esperanza al representante de Dios.
Seis toques de campana despertaron a los fieles. Era la primera vez que la parroquia recibía a la máxima autoridad de la Iglesia católica. A partir de las 09:00 el ambiente de las calles lucía distinto, ya no quedó rastro de las personas que pasaron la noche allí. La algarabía por ver al papa Francisco se incrementó. “¡Francisco, El Quinche está contigo!” y “¡Papa, te queremos!”, exclamaban los feligreses, quienes soportaban los rayos solares. Efectivos de la Cruz Roja se mantenían atentos ante cualquier emergencia por personas desmayadas o heridos. Las autoridades no reportaron incidentes.
Los asistentes estaban atentos a las pantallas gigantes que transmitían todo lo que hacía el Papa. Uno de ellos era César Sánchez, quien llegó desde Yaruquí con su hermano. Aunque el hombre lamentaba no haber llevado a su madre debido a problemas de salud, esperaba que el mensaje del Santo Padre sea de unidad, “para que los ecuatorianos se traten como hermanos”.
Las calles, usualmente llenas de comerciantes, ayer amanecieron copadas por fieles. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
No solo los ecuatorianos asistieron a la fiesta que se vivió ayer en El Quinche, sino también personas llegadas desde Canadá, Chile, Argentina y Colombia, a quienes no les importó viajar muchas horas para ver al Sumo Pontífice.
Las viviendas aledañas a la plaza central eran los sitios más deseados por los fieles que arrendaron balcones y terrazas a $10. Desde los palcos adornados con globos tricolores, dos mujeres elevaban sus manos y cantaban con devoción. En los ventanales de al lado, una pareja se arriesgaba a caminar por el filo del marco.
Los fieles, que a través de las pantallas no se perdieron un minuto de la llegada del Papa a El Quinche, aplaudieron emocionados cuando Francisco I subió al papamóvil en el estadio. Y cuando pasó por la calle Guayaquil los que se encontraban en la Cuenca prepararon sus celulares.
Carmen Bermeo, una de las devotas que llegó el día anterior desde Guayllabamba, se quedó hasta que el Papa dirigiera unas palabras a los religiosos.
Debajo de ellos estaba Ximena Pinengla, una quincheña de 18 años, junto a sus 6 hermanos. En ese mismo bloque, los feligreses les pedían a las personas que estaban adelante que bajaran sus carteles porque deseaban tener aunque sea por un segundo una imagen clara del Sumo Pontífice.
Y luego de 3 días, Francisco dejó el país para visitar al pueblo boliviano. El presidente Rafael Correa y otras autoridades lo despidieron en el aeropuerto, donde el Papa bendijo a periodistas y a quienes le brindaron seguridad.
El Mandatario expresó que lo que más le impresionó del religioso argentino fue su sencillez. “La profundidad que tiene es impresionante. Ojalá todos reflexionemos a fondo y aplicar a la condición de cada uno las palabras del Papa. Todo se puede interpretar a su conveniencia y esa ha sido la historia de la Iglesia. Por el Evangelio hay gente que ha asesinado y hay gente que se ha dejado asesinar. Yo prefiero estar en el segundo grupo”.
Un ancianato fue templo de oración durante una hora
El ancianato de las Hermanas Misioneras de la Caridad de Calcuta ayer amaneció de fiesta. Desde las 04:00 llegaban a la capilla adultos mayores y niños con discapacidad, cobijados hasta las orejas con ponchos y chalinas.
Llevaban en sus manos rosarios y cuadros de la Virgen para que sean bendecidos. A las 05:00 pasó por ahí un termo con agüita de canela.
Mariana de Lourdes Castañeda (82 años) oraba con los ojos cerrados y de repente unas lágrimas brotaban. “Lloro porque tengo la oportunidad de ver al representante de Dios. Hace unas semanas me caí y estuve hospitalizada, pensé que moriría, pero sigo aquí y hoy recibiré la bendición del Papa”.
Antes de las 06:00, cientos de moradores de Tumbaco se apostaron alrededor de la capilla, con cuadros, pancartas y flores. No importaba el frío ni la incomodidad.
Julián Escobar (45 años) llegó muy temprano con su hijo Gustavo (18 años), quien sufre discapacidad intelectual y física. El joven llevaba entre sus brazos una foto de Francisco. “El milagro ya lo hizo el papa Panchito, que haya venido a esta pequeña parroquia es una bendición”, dijo.
Y efectivamente arribó a las 09:30, en un ambiente de gozo. Las madres misioneras que esperaban en la puerta de la capilla lo abrazaron y besaron su mano. Los voluntarios y religiosas lanzaban flores a su paso, mientras decenas de manitos ya arrugadas aplaudían y recibían la bendición. El encuentro fue a puerta cerrada.
Para Lizardo Andrade (76 años) era un día especial, por ello vestía de traje y corbata. “En el ocaso de mi vida tengo la oportunidad de ver a un hombre santo. Con todo este trajín, no come ni duerme y está alegre, ¿cómo lo hace?, le dije. El Papa me dio un golpecito en la mejilla y me contestó: Lo hago por ustedes”.
Los fieles se llevaron a Francisco en fotos, dulces o camisetas
“¡Gracias papa Francisco por su visita! El Quinche es su casa”, rezaba un letrero electrónico colocado al ingreso a la parroquia. Ese letrero recibió a Juan Potosí, quien llegó desde Atuntaqui a las 13:00 del martes junto a su madre María Elena Flores y se ubicaron en una vereda cubierta por el balcón de una casa. Unos cartones sirvieron de colchón y un plástico de cobija; cualquier sacrificio era válido para ver de cerca al Papa.
“Estar cerca de él es lo que más anhelamos. Apenas amanezca vamos a acercarnos al lugar por donde pasará el papamóvil”, dijo Juan, de 21 años. Unas vallas custodiaban el trayecto por donde pasaría antes de entrar al santuario.
Los creyentes aprovecharon la noche para comprar cualquier novedad que les recuerde al Sumo Pontífice. Fotografiarse junto a una gigantografía del Papa costaba $ 2, dulces con una medalla, camisetas con el rostro de Francisco, a $ 5; banderines... todo era posible.
Alistar el audio, las pantallas gigantes y los arreglos florales eran una prioridad para los colaboradores. Dentro de la iglesia, el piso de madera brillaba y el olor de los cirios envolvía el ambiente. Mientras tanto, en el Campo Mariano las puertas permanecían cerradas y solo a través de las rejas se apreciaban los grandes arreglos florales, elaborados por Gabriel Núñez y su equipo. El diseño mide 30x4 metros y lo que más le satisface es la expresión de la gente al ver su creación. A las 07:00 del martes empezó el montaje, cuando el Pontífice recorría Quito.
La vigilia en El Quinche empezó a las 20:00. Algunos peregrinos llevaron cobijas, aunque había la disposición de que ninguna persona duerma ahí. Entonces colocaron sillas blancas para el rito de la confesión, en medio de los cánticos que confortaban el espíritu. (I)
Fuente: EL TELÉGRAFO
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