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En el Museo de Chillogallo hay pasajes relacionados con el proceso libertario de lo que es actualmente el Ecuador.
El 24 de mayo de 1822, con la Batalla de Pichincha, que se desarrolló en las faldas del volcán, se consolidó el proceso de independencia.
Este se había iniciado con el pensamiento precursor de Eugenio Espejo, mestizo quiteño, investigador, científico, abogado, periodista…
Luego siguió el 10 de agosto de 1809 y posteriormente con el sacrificio de patriotas el 2 de agosto de 1810. Eso apunta el historiador Germán Rodas, quien añade que "evidentemente en los años siguientes, el proceso de independencia tuvo el empuje y la fuerza del libertador Simón Bolívar". Eso confirmó que era posible levantar la lucha contra España. Para Rodas, miembro de la Academia Nacional de Historia, el hecho de que se haya sellado la independencia en Quito fue importante no solo para la ciudad, sino para todo el proceso que empezó también en la capital. "Fue un proyecto que dio cuenta de la realidad nacional", dice. ¿Por qué? La Batalla del Pichincha ocurrió en Quito, que en ese entonces era el centro de las aspiraciones de una inmensa población, que también provenía de la Costa. En esa época, la lucha social y política se expandía en varias ciudades de todo el país. En ese contexto Rodas rescata la figura de Antonio José de Sucre, quien comandó la batalla, a él se le reconoce como el libertador. El general Sucre enfrentó al ejército comandado por el Mariscal de Campo Melchor Aymerich. La derrota de las fuerzas españolas condujo a la liberación de Quito y también aseguró la independencia de provincias que eran parte de la Real Audiencia o Presidencia de Quito. Es decir, de la jurisdicción administrativa colonial española de la que emergió la República del Ecuador.
Sucre: ejemplo para ayer y hoy
Francisco Salazar Alvarado Columnista invitado Viernes 23/05/2014
Estamos celebrando 192 años del triunfo de las tropas libertadoras comandadas por Antonio José de Sucre, acto con el cual se selló la independencia del Departamento del Sur que integraba la Gran Colombia, organizada por Simón Bolívar. Apenas a los dos días de la batalla escribió Sucre, el 26 de mayo, una carta al Cabildo de Pasto, el único que aún se encontraba leal al dominio español, notificando los hechos acaecidos el 24. Son estas sus palabras: "Puedo dirigir otra vez mis cartas a Vuestra Señoría Ilustrísima siempre hablándole de la paz y de la amistad. Después de que mis deseos de una tramitación por terminar la guerra de este país fueron desatendidos, y que la desgracia me forzó a una batalla cuyos resultados eran seguros, tuve anteayer el dolor de ver sobre las faldas del Pichincha seiscientos cadáveres sacrificados, a mi despecho, inútiles. La victoria nos dio posesión de todo el país, y a nuestra merced quedaban los rendidos; pero siempre moderados en el triunfo y siempre amigos de la humanidad, preferimos el acto generoso de conceder una capitulación que salvase el honor de los militares españoles, y cubriese a los pueblos de otros males que los amenazaban" … "yo me he lisonjeado que este término de la guerra nos abra el camino de la conciliación y de la amistad". "Desde ahora me congratulo de que pronto abrazaré a V.S.I. y que unidos todos los hijos de Colombia no recordaremos las diferencias y desgracias pasadas, sino para estrecharnos más y más, y para enjugar el llanto de los pueblos por la cordial amistad que hemos prometido a nuestros hermanos". Con estas palabras, Sucre invitaba a sumarse en un solo sentimiento: "por una conciliación que nos una a todos como hermanos, y nos ligue con los fraternales lazos a una misma Madre. Un olvido total de todo lo pasado, la amistad más leal y sincera". Expresiones como estas reafirman la grandeza de nuestros libertadores de ayer: generosidad, moderados en el triunfo, amigos de la humanidad, magnanimidad; demostrando un patriotismo auténtico como base del nuevo Estado republicano que nacía. ¿No es esta una lección para los líderes actuales que han surgido con el respaldo popular? Un Ecuador grande y que progresa se construye con un sincero servicio al bien común y vigorizando día a día la reconciliación nacional. El auténtico dirigente de un pueblo no se fortalece sembrando odio ni divisiones, anhela paz y perdón, es gestor de esa cultura del encuentro donde prima lo que nos unifica y no lo que nos puede fragmentar. Que cada 24 de Mayo "Pensando a la patria" hagamos memoria del alma nacional que nos constituye "Alertados por una nueva esperanza, nos dirigimos siempre hacia una nueva tierra. Y a ti, tierra antigua, te alzaremos como fruto de amor a las generaciones que lograron superar el odio".
Fuente: http://www.elcomercio.com/columnistas/Opinion-Francisco_Salazar_Alvarado-24_de_mayo-Antonio_Jose_de_Sucre_0_1143485699.html.
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