domingo, 12 de junio de 2011

Lo que la oposición cosechó el 7 de mayo es un espejismo

***SNN


EXPRESO
¿La oposición política avanzó en la consulta popular?

El salto parece enorme. Y lo sería si no tuviera tantos dueños.

Si se analiza el número de votos por el No, la respuesta es afirmativa. Del 20-25%, que el gobierno admite como voto duro en su contra, el No pasó a 41% (contra 47% por el Sí). El salto parece enorme. Y lo sería si no tuviera tantos dueños.

¿La oposición política avanzó en la consulta popular? Si se analiza el número de votos por el No, la respuesta es afirmativa. Del 20-25%, que el gobierno admite como voto duro en su contra, el No pasó a 41% (contra 47% por el Sí). El salto parece enorme. Y lo sería si no tuviera tantos dueños.

En esos términos, lo que la oposición cosechó el 7 de mayo es un espejismo. Por tres razones, entre otras. No hay una oposición sino algunas. Dos, cada bloque hala las mantas para su lado. Tres, el mérito de que se hayan encontrado en la misma orilla gente tan disímil incumbe, en su totalidad, al presidente. Solo una figura que se presta a lecturas tan polémicas podía juntar dirigentes de la derecha y de la izquierda tradicionales, ecólogos, progresistas y franjas decepcionadas del oficialismo. Que Rafael Correa haya convertido la cita electoral en un plebiscito personal, les facilitó las cosas.

Era evidente, en esas circunstancias, que se produjera un efecto carga montón. Lo que es menos evidente es saber quiénes, y en qué proporción, pesaron en el electorado que optó por el No. Eso provocó la ficción que lleva, a cada uno de esos movimientos, a pensar que fueron sus tesis las que originaron el salto electoral que causó un chuchaqui en el gobierno, del cual no se repone.

En todo caso, la unión política contra natura que se dio en la consulta, no tiene posibilidades de volver a repetirse. Lo más seguro, ahora que se decantan las aguas antes de entrar en la campaña del 2013, es que cada bloque que hizo campaña por el No, vuelva a lo suyo. Eso incluye conectar de nuevo la antena a tierra porque, si se miran la composición de la oposición, su capacidad de dispersión y sus diferencias irredimibles, solo queda una conclusión posible: hay Rafael Correa para rato.

La votación del 7 de mayo muestra que, en perspectiva, el presidente sigue teniendo inmensas ventajas comparativas. Cualquier análisis lo prueba. El bloque que acompañó a Alberto Acosta y a Gustavo Larrea, por ejemplo, hizo campaña para que el electorado sancionara al presidente por borrar con el codo lo que escribió con la mano. En su visión, los ciudadanos debían ratificar la voluntad de volver a una revolución más profunda y coherente. ¿Votaron los ciudadanos el 7 de mayo por una revolución más genuina, según los preceptos iniciales del gobierno?.

A las antípodas de esta lectura, se encuentran las fuerzas políticas de Tungurahua donde el oficialismo perdió estruendosamente en todas las preguntas. Luis Fernando Torres, para citar uno de los dirigentes políticos de esa provincia, está en legítimo derecho de interpretar los resultados del 7 como un mensaje de que el gobierno rema a contracorriente de los deseos de sus electores.

Así Alberto Acosta quiere volver al molde de la Revolución Ciudadana y Luis Fernando Torres quiere salir de ella. Hasta ahí no habría problemas porque se pudiera hablar, en la mejor tradición política del país, de una izquierda ideológica y de una derecha pragmática. Pero no es tan simple. La política sigue atravesada por un sinnúmero de capillas y siglas que dificultan el surgimiento de alternativas reales, del borde que sea, frente a Rafael Correa.

En la izquierda, muchos se felicitan de que el presidente haya creado una oposición ideológica sostenida por exmilitantes del oficialismo como Alberto Acosta, Manuela Gallegos, Fernando Vega y gran parte del movimiento indígena. Pero allí subyace un dilema: saber si ese bloque volverá a su pasado meramente testimonial o si, inspirado en la experiencia correísta, hará oposición pensando en forjar una alternativa posible de poder.

En el primer caso, luce cómodo oponerse, desde los principios, al presidente. En el segundo, esa izquierda debe articular un plan de gobierno susceptible de sumar fuerzas por fuera de sus fronteras ideológicas. Una tarea que se antoja quimérica porque incluso entre ellos hay divergencias evidentes, por ejemplo, entre indígenas y el MPD.

O entre ellos y figuras, como Paco Moncayo y Gustavo Larrea, que se mueven en esa tendencia pero son críticos de las visiones fundamentalistas o refundacionales. En otro andarivel pudieran estar tendencias, como Ruptura de los 25, que si quieren hacer política tienen que arreglar cuentas con la vieja izquierda y el gobierno Correa, en el cual participaron.

En el campo del centro y la derecha el paisaje parece mucho más favorable para el actual presidente. Hay candidatos permanentes que la coyuntura política parece haber licuado por entero. En ese grupo se encuentra, por ejemplo, Álvaro Noboa.

Sociedad Patriótica sigue siendo una fuerza con implantación regional, pero cada vez más circunscrita y con un candidato presidencial, Lucio Gutiérrez, que hace tiempo tocó su techo máximo. En todo caso, no parece ser la figura capaz de reagrupar su tendencia. Esa realidad se nota incluso en la Asamblea, donde franjas de la oposición trabajan juntas pero totalmente distanciadas del expresidente.

Jaime Nebot creó la ficción de que no sería nunca más candidato presidencial. Se encerró en Guayaquil de tal forma que su feudo político se convirtió en su mejor prisión. Su rol en la consulta, si fue de la alta política no fue entendida y, por el contrario, creó una conmoción en la tendencia que le será difícil enderezar.

En definitiva, el vacío de figuras con enorme capacidad de convocatoria, milita, por ahora, a favor de la proliferación de candidaturas: Lucio Gutiérrez, Fabricio Correa, Álvaro Noboa (volverá a insistir), Luis Fernando Torres… La lista es larga y en ella los círculos políticos y el gobierno incluyen a Guillermo Lasso.

El 41% del No, es entonces, una ficción política: pertenece a una legión de movimientos y partidos que tienen, entre ellos, contradicciones irreductibles. Y que están lejos de cometer dos proezas sin las cuales no ganarán al presidente Correa: concertar en sus tendencias y forjar frentes o coaliciones. Y encontrar estrategias ante el neopopulismo que cuenta, entre otras ventajas, con clientelas, la maquinaria del Estado y el alto precio del petróleo.

Por supuesto, en algunos círculos hay la tentación de sentarse a esperar que Rafael Correa ponga zancadilla al presidente de la República. Y si se juzga por lo que hizo en la consulta, esa estrategia no es desatinada.

Pero tras esta experiencia de gobierno, los electores sí necesitan más propuestas programáticas que miren políticamente en todas las direcciones.

Esa es la deuda que tienen todas las franjas de oposición con los ciudadanos.¿La oposición política avanzó en la consulta popular? Si se analiza el número de votos por el No, la respuesta es afirmativa. Del 20-25%, que el gobierno admite como voto duro en su contra, el No pasó a 41% (contra 47% por el Sí). El salto parece enorme. Y lo sería si no tuviera tantos dueños.

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