miércoles, 9 de septiembre de 2015

Los más pequeños

***SNN




POR: Lucrecia Maldonado
carneyhueso2003@yahoo.com

La última fotografía fue la de un niño. Mejor dicho, la del cuerpecito de un niño de bruces sobre la arena de una playa turca. La humanidad se conmovió. 

Bueno, seguramente la parte de la humanidad que se ha hecho más acreedora de ese nombre. Porque hay otra para la que, sencillamente, eso es un ‘efecto’ colateral de los diversos movimientos económicos y bélicos del mundo. 

La gente se muere. También los niños. No es nada para ponerse sentimental y armar semejante escándalo.

El pequeño Aylan, hoy por hoy convertido en la más patética y desgarradora imagen de la salida de incontables ciudadanos sirios huyendo de la guerra a veces solamente para encontrar la muerte, o algo peor, es apenas la punta de un gigantesco iceberg. Porque a él le cupo la dudosa fortuna de que su tragedia pudiera ser documentada. 

Como hace décadas fue fotografiada una niña cuyas ropas habían sido quemadas por una de las más corrosivas armas químicas en la guerra de Vietnam. Niños que desde su visibilización ante el mundo nos llevan a pensar en toda esa legión de criaturitas que no aparecen en ninguna foto y que sin embargo viven inenarrables tragedias a todo nivel.

Porque si bien el pequeño Aylan y su hermanito mayor se ahogaron en el mar Mediterráneo, ¿cuántos niños más han fallecido en iguales circunstancias al huir con sus familias que lo único que desean es preservar sus jóvenes vidas del horror de la guerra? ¿Cuántas niñas pequeñas, siempre demasiado pequeñas, aunque aparentemente sean ya grandes son fotografiadas para utilizarlas en la pornografía infantil y nadie se entera, y a los que miran las fotografías no les importa nada más que la malsana satisfacción que de ellas obtienen? 

¿Cuántos niñas y niños de países pobres no van a la escuela porque pasan la mayor parte de su jornada encerrados en fábricas de ropa, infames maquilas que les roban la vida y el tiempo de la infancia? 

¿Cuántos niños, cuántas niñas en sus propios hogares sufren abuso físico, psicológico y sexual, y ninguna fotografía ni cosa parecida documenta el dolor que sus jóvenes vidas tienen que soportar?

Triste cosa es un mundo que no protege a los menores y más vulnerables de su propia especie. Triste cosa es el mundo que a los niños de ciertos estratos los idiotiza con televisión y tecnología, los inmoviliza con obesidad y estupidez mediática, y a los de otros estratos directamente los empuja a morir en las peores condiciones de pánico y sordidez.

Triste, tristísima cosa es el cielo que vomita hacia el cielo y espera seguir limpio e impoluto más allá del horror y la barbarie. (O)


Fuente: EL TELEGRAFO


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