El asunto de las elecciones generales en Ecuador ha consagrado a algunos postulantes al solio presidencial como unos perfectos inmovilistas sociales, que continúan pensando o actuando como si el país antediluviano que la partidocracia intentó crear fuese el mismo de antes del año 2007. Y que en definitiva quisieran regresar al terrible período “constitucional” previo a la llegada de la Revolución Ciudadana al poder y al presidente Rafael Correa al gobierno de la nación.
Y es que, oyendo las declaraciones de varios de ellos, o al leer in extenso sus programas, o los propios mensajes propagandísticos de sus pertinentes tiendas partidistas y aún más, sus actitudes sorprendentes que singularizan la mayor de las demagogias, estamos ciertos de nuestro aserto y porque -además- estos criterios están dejando en nosotros, los votantes, sentimientos de estupefacción absoluta.
Consecuentemente frente a esas actitudes y proposiciones, algunas pueriles y risibles y otras francamente deleznables, podemos solamente mostrar maneras de vergüenza infinita ante nuestros hijos o nietos, algunos de los cuales no vivieron la época del dolor y abusos de la corrupción partidocrática, de esos gobiernos que fueron solventados en su ejercicio por un puñado de ególatras y de políticos improvisados y de otros elementos realmente viciosos, “dueños” de partidos y mercachifles políticos que fácilmente vendían sus pírricos éxitos comiciales a las oligarquías nacionales o a los poderes fácticos extranjeros.
Los viejos procedimientos de corrupción ideológica, que fueron la mayor arma de la derecha y el populismo, están presentes en la actual campaña electoral: la feria de las falsías de ofrecimientos, la insuficiencia programática en las propuestas electorales, las acciones que en el pasado y durante décadas maniataron con sus proclamas tremendistas a nuestro pueblo, junto a las conocidas actividades inmorales en contra del conglomerado social, tales como la defensa de intereses bastardos de pequeños grupos económicos o de especulación financiera que generaron la mayor debacle socioeconómica, la quiebra fraudulenta de la banca nacional convertida en la gran tragedia de la constelación familiar ecuatoriana y el inmoral dique que evitó el avance de la patria.
Sin embargo, no sorprende que hoy audazmente se pretenda engañar nuevamente a los ecuatorianos, ya que la perfidia “pelucona” es alevosa y aquellos, los mismos de siempre, el agiotista con imaginación transformado en benefactor, el golpista que prometió “morir en el intento” y que a “la primera de bastos” escapó, o el limitado babeante que entrega juguetes o dinero y bienes, burlándose de la ley de elecciones; consideran que la memoria colectiva no existe. En igualdad de condiciones los otros aspirantes que se disputarán la cola en la próxima contienda electoral, con Biblia y con armónica y con la complicidad de los sesudos “analistas” que en los medios privados y públicos se transforman en los gurús del pensamiento político y en los inquisidores del presidente Correa, sabrán entonces, todos ellos, que el pueblo ecuatoriano ya eligió Presidente y lo hizo con Rafael.
Por todo lo escrito, estaremos atentos al 18 de febrero, el día posterior del acto eleccionario, observaremos a qué bus se embarcará un candidato, en qué templo vociferará sus criterios medievales el otro aspirante, qué palanganas cargará aquel que en su palacete no levanta ni la servilleta, dónde irá el siguiente pretendiente presidencial a verter su orgullo velasquista y, finalmente, cómo reaccionarán los que confunden sus ideas íntimas con las libertades fundamentales y el progreso.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
Y es que, oyendo las declaraciones de varios de ellos, o al leer in extenso sus programas, o los propios mensajes propagandísticos de sus pertinentes tiendas partidistas y aún más, sus actitudes sorprendentes que singularizan la mayor de las demagogias, estamos ciertos de nuestro aserto y porque -además- estos criterios están dejando en nosotros, los votantes, sentimientos de estupefacción absoluta.
Consecuentemente frente a esas actitudes y proposiciones, algunas pueriles y risibles y otras francamente deleznables, podemos solamente mostrar maneras de vergüenza infinita ante nuestros hijos o nietos, algunos de los cuales no vivieron la época del dolor y abusos de la corrupción partidocrática, de esos gobiernos que fueron solventados en su ejercicio por un puñado de ególatras y de políticos improvisados y de otros elementos realmente viciosos, “dueños” de partidos y mercachifles políticos que fácilmente vendían sus pírricos éxitos comiciales a las oligarquías nacionales o a los poderes fácticos extranjeros.
Los viejos procedimientos de corrupción ideológica, que fueron la mayor arma de la derecha y el populismo, están presentes en la actual campaña electoral: la feria de las falsías de ofrecimientos, la insuficiencia programática en las propuestas electorales, las acciones que en el pasado y durante décadas maniataron con sus proclamas tremendistas a nuestro pueblo, junto a las conocidas actividades inmorales en contra del conglomerado social, tales como la defensa de intereses bastardos de pequeños grupos económicos o de especulación financiera que generaron la mayor debacle socioeconómica, la quiebra fraudulenta de la banca nacional convertida en la gran tragedia de la constelación familiar ecuatoriana y el inmoral dique que evitó el avance de la patria.
Sin embargo, no sorprende que hoy audazmente se pretenda engañar nuevamente a los ecuatorianos, ya que la perfidia “pelucona” es alevosa y aquellos, los mismos de siempre, el agiotista con imaginación transformado en benefactor, el golpista que prometió “morir en el intento” y que a “la primera de bastos” escapó, o el limitado babeante que entrega juguetes o dinero y bienes, burlándose de la ley de elecciones; consideran que la memoria colectiva no existe. En igualdad de condiciones los otros aspirantes que se disputarán la cola en la próxima contienda electoral, con Biblia y con armónica y con la complicidad de los sesudos “analistas” que en los medios privados y públicos se transforman en los gurús del pensamiento político y en los inquisidores del presidente Correa, sabrán entonces, todos ellos, que el pueblo ecuatoriano ya eligió Presidente y lo hizo con Rafael.
Por todo lo escrito, estaremos atentos al 18 de febrero, el día posterior del acto eleccionario, observaremos a qué bus se embarcará un candidato, en qué templo vociferará sus criterios medievales el otro aspirante, qué palanganas cargará aquel que en su palacete no levanta ni la servilleta, dónde irá el siguiente pretendiente presidencial a verter su orgullo velasquista y, finalmente, cómo reaccionarán los que confunden sus ideas íntimas con las libertades fundamentales y el progreso.
Fuente: EL TELÈGRAFO*
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