martes, 15 de febrero de 2011

Evolucionados y mutantes

***SNN

Ilustración: Manuel Cabrera /El Telégrafo



Sí, creo que ya es tiempo de aceptar la evolución y entender que el viejo Darwin tenía razón. Definitivamente, descendemos del mono, y de paso de las lagartijas y las cucarachas, aunque más remotamente. ¿No han visto a Kiko G en la TV últimamente? Pues véanlo, aprovechen que, a pesar de haber estado ausente del set unos días porque el “independiente” no está más por la pantalla, todavía sigue por ahí coleando. Y se darán cuenta de la evolución: ya logra insertar dos frases relacionadas, ya gesticula con cierta coherencia, ya hasta ha logrado disminuir la empecinada cola de orangután que le sobresalía de la casaca de fatiga, y ahora le queda bien oculta por el Armani. Incluso, ya camina erguido y sin bambolear las extremidades superiores. Y no gruñe… Bueno, a ratos.


Yo, sinceramente, todavía creía que los seres humanos habíamos sido creados por el Todopoderoso el sexto día del trabajito aquel, o sea cuando ya estaba algo cansado y casi con lumbago de tanta agachadera para modelar las criaturas inferiores –y no me refiero a Noboa en particular sino a insectos, reptiles, ratones, lagartijas y políticos. No entendía por qué diablos nos había dejado para lo último cuando, si nos hubiera amasado de primerazo, habría incluso tenido ayudantes a la hora de abrir canales para los ríos, huecos para los lagos y de sembrar árboles para que las aves pusieran los huevos que luego se convierten en gallinas… ¿o es al revés? Pero no. Le dio la divinidad por hacerlo todo solito y ya ven cómo le quedó este desmadre.


Sin embargo, a lo mejor tenía razón. En trabajar solo y sin acólitos. ¿Se imaginan si le ayudaba el Fabiolo? Hasta los elefantes le habrían salido bailarines. ¿O si el Abdalá le hubiera echado una mano? Todos los árboles serían plantas de cabuya para hacer costales. ¿Y si lo asistía el Osvaldo? Le hubiera dado por hacerlo todo con la derecha, mirando con el ojo derecho y atendiendo solo al ventrículo derecho, con lo cual ni se hubiera divorciado. ¡Qué mundo más aburrido! Mejor que al Gran Arquitecto le ayudara el Borja y así todos tendríamos aficiones extremas como montar en dinosaurio, jugar a los mordiscos con los tiburones o volar en pterodáctilo. Pero en esos días el Borja estaba en proyecto. Y así se quedó.


En todo caso, yo me sentía más creyente en la Creación cada vez que veía a Álvaro Noboa con su carita sonrosada de niño Jesús y su apariencia mofletuda.


Como dije, Él ha debido estar cansado y por eso el Noboa le debió salir así como sin todas las neuronas y la estatura un tanto aplastada por la Ley de la Gravedad, que en ese tiempo ha debido ser más grave. Aún no llegaba Newton y esas cosas las manejaba algún arcángel. O el Fabricio mediante contratos por tercera persona. Con la auditoría del Pesántez.


Pero ya ven, ha sido cierta la evolución. ¿No es doña Mery Zamora un cruce modificado por el tiempo entre los descendientes del primer neanderthal analfabeto? Y doña Betty, la de la voz meliflua, ¿no es un salto genético de gato trasnochado y flauta dulce? Y nuestros conservadores, ¿no están acaso ya en el estadio de casi, casi aceptar el sexo sin pijama? ¿O de aceptar el sexo sin más, aunque a regañadientes, como inmoral y sucio sucedáneo de la cigüeña? ¿Y de comprender que la píldora anticonceptiva tiene usos distintos que fertilizar las rosas del jardín de la tía Vero?


De modo que dejemos de echarle la culpa al Altísimo de haber amasado en arcilla gentes como asambleístas, fiscales y comunicadores con reality shows.


Aceptemos de una vez la evolución, entendamos que George W. Bush es un australopithecus que llegó algo atrasado a la Casa Blanca porque cursaba las primeras letras en el Kinder Reagan. Y que hasta es posible que algún día, tras un salto mutante que lo convierta en Homo sapiens, quizás hasta Alvarito llegue a la Presidencia. Cuando logre entender que los volcanes no eructan y que él no erupciona cuando visita el baño. Aunque, quién sabe…


EL TELÉGRAFO

No hay comentarios:

Publicar un comentario