***SNN
Orlando Alcívar Santos
orlando@alcivar.ec
Hace algún tiempo accedí al pedido de una apreciada amiga de mi juventud, partidaria de Rafael Correa, que vive en Bahía de Caráquez y es amorosamente apasionada por su ciudad –como casi todos los bahieños ¿o caraquenses?– de que escribiría un artículo sobre el tema si es que se terminaba el puente que une a Bahía con San Vicente y que se inauguró esta semana, pues si eso ocurría haría una diferencia con las muchas obras que quedan inconclusas en todos los gobiernos. Y aquí estoy cumpliendo mi promesa.
Hace muchas décadas, cuando yo era adolescente, Bahía de Caráquez luchaba por conseguir tres cosas esenciales del siempre lejano Gobierno Central: el dragado de acceso a su rada interior porque todavía soñaba con recuperar su vida portuaria; un puente que uniera las dos orillas de la desembocadura del Río Chone y que evitara una vuelta enorme para llegar a la productiva zona norte de la provincia, y una carretera que uniera a la ciudad con Puerto Ila en la zona feraz donde confluyen las provincias de Manabí, Los Ríos y Santo Domingo de los Tsáchilas, para que por allí salieran los frutos de la naturaleza a los mercados nacionales e internacionales.
Mientras el tiempo transcurría y ninguno de esos anhelos se cumplía –aunque hubo un muy pequeño esfuerzo por atender el dragado, casi una broma, a través de la empresa extranjera Construction Agregates– Bahía de Caráquez comprobaba, con angustia, el languidecimiento de su esperanza y de su economía, y palpaba también la emigración de familias enteras hacia otras coordenadas del país junto con la paulatina transformación de su actividad comercial y marinera en destino turístico.
Es que cuando las carreteras eran escasas y utilizables solo en verano, el transporte marítimo de cabotaje cumplía un papel fundamental en el comercio y en el traslado de personas, y en esa época Bahía tuvo una enorme influencia en una gran área de importante riqueza agrícola y ganadera y un destacable trasiego de mercaderías, todo lo que le permitió desarrollar, con su apertura al mundo, un reconocido acervo sociocultural que le generó simpatías en la mayor parte del país pero también algunas malquerencias. Y dentro de sus inquietudes intelectuales, no solo mercantiles, tuvo también por muchos años (desde 1911) un periódico que fue el decano de la prensa manabita, Diario El Globo, donde publiqué mis primeros artículos al terminar mi adolescencia, y no sigo contando más porque es casi como pedirle a la nostalgia que me visite.
A ese cantón pujante y singular donde se asienta Bahía de Caráquez y del que se desmembraron hace poco tiempo otras poblaciones para convertirse a su vez en cantones como San Vicente, Jama, Pedernales, se lo ha distinguido ahora, después de varias décadas de olvido, al recibir del Gobierno, al fin, el puente más largo del país, esperado por más de medio siglo, como una expresión de la importancia de su gente y de su área de influencia dentro del aparato económico productivo del país.
No estoy seguro de que Bahía de Caráquez, con su puente, recupere su antiguo protagonismo, pero sí lo estoy de que, sin mezquindades políticas que empequeñecen, reconoce el mérito de Rafael Correa por haber decidido construir y terminar esta estupenda obra.
Fuente: EL UNIVERSO
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