martes, 9 de noviembre de 2010

DE LA PARTIDOCRACIA AL PARTIDO ÚNICO

***SNN
Ana Karina López - REVISTA VISTAZO

Del apogeo a la decadencia. Los últimos 30 años en el Ecuador muestran una democracia forjada en el conflicto y el abuso de los partidos, que ahora se plantea renacer lejos de ellos. Sin embargo, luego de un ligero recorrido por el pasado, las nuevas propuestas se impregnan con un pungente olor a viejo.
 El nueve, en numerología, marca el fin de un periodo. Un acierto a la hora de describir el acontecer de la política ecuatoriana: entre 1979 y 2009 los partidos nacieron, crecieron, se reprodujeron y… ¿murieron?

Todo despegó en 1978, cuando un joven político de 39 años, Osvaldo Hurtado, presidía la tercera comisión que preparaba el retorno de la democracia. Esta comisión se encargó de elaborar la Ley de Elecciones, la Ley de Partidos y el Estatuto de Referéndum; estaba conformada por delegados de partidos y gremios de todos los espectros (entre ellos Lenin Rosero, ahora militante histórico del MPD). Las otras dos comisiones estaban a cargo de los cambios constitucionales.


Eran tiempos refundacionales: universitarios, trabajadores, sindicalistas y las cámaras de la producción se unían para crear partidos que anunciaban un nuevo Ecuador (cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia). Un país que estaba dejando el campo, y que gracias al petróleo daba sus pinitos en la modernidad. El pasado tenía que ser enterrado. Lo encarnaban los partidos Conservador y Liberal, que habían llevado la batuta de la política pre dictatorial y velasquista, con un satelital Partido Socialista menos numeroso pero con personajes fuertes.


La bandera de lo que ahora llamamos populismo la tenía Concentración de Fuerzas Populares (CFP), un partido organizado hasta en el último rincón del país, y que aunque carecía de una ideología que fuera más allá de la reivindicación del “pueblo contra trinca”, se forjaba en el fervor de sus militantes.


El espejismo de los partidos fuertes
En esta naciente democracia se apuntaba a los partidos fuertes y a un aspiracional sistema bipartidista. Aunque hubo fusiones, renovaciones, conflictos, divisiones, todas las fuerzas políticas trabajaron por el retorno. Ese impulso llevó, ante la incredulidad y la oposición de muchos, a Jaime Roldós a la Presidencia y a Osvaldo Hurtado a la Vicepresidencia. Ambos hicieron gobiernos cuyos funcionarios tenían un promedio de edad de 33 años.


Desde entonces han subido al poder 16 personas (contando las presidencias de horas y de días), se han elegido 10 congresos (renovados en parte en los períodos intermedios), se conformaron dos constituyentes, y se dieron tres caídas presidenciales y una vicepresidencial…


Los avatares y desengaños del poder, encarnados en los políticos, han convertido casi en una palabrota a los partidos y a su trabajo. Por eso cuando Alfredo Pinoargote, desde esta revista, acuñó el término “partidocracia”, una manera peyorativa para catalogar al gobierno de los partidos, su difusión prendió como una mecha. El desprecio de la población se refleja en las encuestas de la última década: la confianza en estas agrupaciones nunca superó un dígito (entre el uno y el cuatro por ciento).


Es así que no hubo muchas lágrimas cuando en abril de 2009 se concretó el fin de los partidos. Deberán presentar 150 mil afiliaciones, entre otros requisitos, para recuperar su condición de partidos políticos… Suena anacrónico, pero fue con el “Código de la democracia”, la nueva y última ley electoral, que se firmó la partida de defunción de los partidos. ¿Cómo llegaron a este punto? ¿Quién es el culpable? ¿Cuál es su futuro?


De la cresta de la ola al fondo del mar
“La crisis de los partidos tradicionales, puesta en evidencia desde las elecciones del año 2002, parece haber alcanzado su expresión final (en las elecciones del 2006). Los partidos que predominaron a lo largo de las tres décadas previas (Social Cristiano, Izquierda Democrática, Roldosista Ecuatoriano y Democracia Popular-Unión Demócrata Cristiana) prácticamente han desaparecido del escenario político nacional. Su presencia en la Asamblea es exigua y se reduce a nueve escaños (que llegan a 16 si se añaden los siete del movimiento Madera de Guerrero, que se constituyó a partir del PSC). Aunque es un mejor resultado que el que obtuvieron para la Constituyente, en que sumaron siete escaños, es innegable –y seguramente irreversible– la pérdida de su condición de actores centrales del sistema de partidos”, explica el politólogo Simón Pachano, en un análisis sobre el nuevo sistema político del Ecuador para la Revista de Ciencias Políticas.


Ese declive llegó después de años en que la mayoría de los partidos tradicionales llegaron a la Presidencia (por una sola vez); manejaron al Congreso, a los gobiernos locales y a muchas instituciones, en principio apartidistas, como la justicia.


Hay algunas constantes que resuenan detrás de la ceniza y el polvo de esta “arqueología de la partidocracia”: los partidos políticos casi nunca sobrevivieron al poder nacional (son excepciones el PSC y la DP que sostuvieron las alcaldías de Guayaquil y Quito después de ser inquilinos de Carondelet); se construyen alrededor de un líder o caudillo y no se sobreponen a su ausencia (solo el Movimiento Popular Democrático (MPD) ha trascendido a un líder). Además en el Ecuador los partidos llevan la marca regional: aunque por momentos tuvieron importantes votaciones nacionales, casi siempre se afincan en bastiones electorales de la Sierra o la Costa.


El mea culpa… del otro
Desde sus oficinas privadas algunas de las figuras de los partidos tradicionales –a los que se les podría catalogar de verdaderos animales políticos– trataron de esbozar una explicación a esta caída.


“En el Ecuador los partidos políticos terminan siendo la biografía de sus líderes, y estos nunca han permitido que existan otros líderes políticos”, asegura Marco Proaño Maya, quien aterrizó de Imbabura en el CFP por pedido de Jaime Roldós, su mentor político. Se quedó en el PRE, siempre como una figura atípica, hasta 2005 que comenzó una carrera política en solitario.


Para una figura emblemática de la ID, Andrés Vallejo, presidente del Congreso Nacional a los 40 años y ministro de Gobierno de Rodrigo Borja, en realidad es el exceso de democracia lo que terminó con su partido. “A nadie en la actividad política le cae nada del cielo; la tenacidad y la presencia son fundamentales. El problema en la ID no fue la presencia de un caudillo, sino de haber sido demasiado demócrata”.


Alexandra Vela, la mujer de la Democracia Popular desde la universidad, quien acompañó a Jaime Roldós como jefe de gabinete, luego a Hurtado y fue muy cercana a Mahuad, sostiene que su partido –que ha evolucionado de la Democracia Cristiana, a la Democracia Popular a la UDC, que ahora flota en el limbo– se preocupó de formar líderes alternos, por eso después de Osvaldo Hurtado, Rodrigo Paz y Jamil Mahuad se formaron líderes de recambio. “Es el único partido que ha replanteado sus estatutos de acuerdo a los cambios en el mundo, eliminamos el comunitarismo y nos recentramos”.


Para Pascual del Cioppo, quien se formó en las filas del PSC bajo el protección de León Febres-Cordero, “El propio Estado permitió la proliferación de los partidos sin un sustento ideológico, cuando un partido era dado de baja apelaban al Tribunal de Garantías Constitucionales y volvía. Además los propios partidos no se identifican con sus principios, hay un libertinaje ideológico ya que se permitió que primara lo electoral, por eso se abrió paso a las figuras mediáticas. Sus acciones han sembrado la desconfianza en las instituciones”.


Para Lenin Rosero, si su partido, el MPD, no desapareció con la muerte de Jaime Hurtado es por su condición popular, “el único que tiene un programa de gobierno aplicado a la política nacional”.


La prensa y León Febres-Cordero
Más allá del caudillo y de esta incapacidad de sobrevivir en las llamas del poder, según Andrés Vallejo hay otro factor fundamental para la crisis de los partidos: el canibalismo de la política ecuatoriana. “Por ejemplo, desde el inicio de la alianza de la ID con la DP (1988) ciertos líderes de ese partido la boicotearon”.


Al momento de buscar el origen del desprestigio, Vela y Vallejo apuntan a las prácticas políticas de León Febres-Cordero, que fueron generalizadas a todos los políticos. “Puede ser que hubo ciertas responsabilidades pero de ahí a ser los culpables de todos los males... Nosotros no tuvimos nunca ni la mitad del poder que tiene el gobierno actual”, sostiene del Cioppo.


¿Y el trauma que causó el gobierno de Jamil Mahuad en el Ecuador? Para Alexandra Vela es una marca innegable, que causó un tsunami irremediable en su partido, que actuaba como una conciencia del poder y que se manejaba con independencia del Ejecutivo.


Una voz unánime: estos agudos políticos apuntan a los medios de comunicación como corresponsables del descuartizamiento partidista, por la amplificación y la generalización del quehacer político.


¿Los debates histriónicos donde los políticos se comían unos a otros, las rupturas de la ley y abusos de poder debían pasar por debajo del radar? La periodista e investigadora Consuelo Albornoz, en un estudio sobre comunicación política en la revista Ecuador Debate, sostiene: “Los congresistas demostraron un exacerbado interés por la visibilización mediática, lo que les condujo a que perdieran interés por mantener o construir espacios de comunicación con la ciudadanía por fuera de los medios; fruto de lo cual ampliaron su dependencia de ellos y restringieron su capacidad de respuesta directa frente a la población”.


Es decir, un círculo vicioso entre prensa y poder, en el medio reinaba el vacío. ¿A quién correspondía llenarlo? El partido se convirtió en un fabricante de discursos y un gestionador de recursos, que ponía a funcionar una maquinaria electoral con los caudillos de provincia, a los que todos recurren como un mal necesario… Este mensaje carente de contenido pasó factura a los partidos; la escasa representatividad y una limitada participación de las bases llenaron su partida de defunción. La prensa se ocupó de escribir la lápida…


Acuerdos mal enfocados
En medio del canibalismo político que trascendía a la prensa, los partidos sí llegaron a muchos acuerdos pero como su discurso era de confrontación las votaciones de consenso terminaban siendo un acto de hipocresía… Los presidentes de turno se convertían en víctimas del chantaje político parlamentario, y el PSC aparecía como el dueño de la batuta.


El politólogo Andrés Mejía, de la universidad de Sussex (Inglaterra), llama a estos acuerdos “coaliciones fantasmas”: “La negociación política y los pactos con el gobierno, inevitables en democracia, son entendidos como daños irreversibles a la identidad política, un mestizaje inaceptable desde el punto de vista de la imagen pública. De allí que los acuerdos deban ser ocultados, negados, aún cuando la práctica cotidiana les empuje a buscarlos constantemente”.


Para exorcizar los pecados de los partidos llegaron los “outsiders” y las figuras rutilantes de la televisión. El primero: Freddy Ehlers, auspiciado por la ID y con el aval de un actor político que surgía con fuerza y simpatías generales: el movimiento indígena. Ehlers y sus aliados pusieron en marcha la idea refundacional con la propuesta de una constituyente. El espiral de los “outsiders” creció en cada elección presidencial: Álvaro Noboa, Lucio Gutiérrez y Rafael Correa.


Esta montaña rusa de los partidos no es un fenómeno nacional. Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, en su libro “Mujer, sexualidad, Internet y política, los nuevos electores latinoamericanos” constatan el desencanto general con los partidos tradicionales: casi ningún presidente del continente pertenece a uno de ellos. El mundo, explican los autores, transmutó y los partidos no tienen respuestas para los nuevos cánones. No obstante, el Ecuador y sus partidos tendrán que reinventarse, porque hasta el momento no se ha dado una democracia sin partidos…


Volver, volver, volver
¿Qué hay ahora en las sedes de los partidos? ¿Solo quedan los guardianes de un mundo que está a punto de morir? El ambiente varía según los protagonistas.


El MPD fue el primer partido en reinscribirse, lo hizo el 23 de octubre de 2010. Con una gran marcha, a la que llegaron de todas las provincias, presentaron sus fichas de afiliación: 300 mil. Es un edificio entero en movimiento, un piso para la propaganda, hasta con estudio fotográfico, otro para la capacitación y uno para las directivas. Se reúnen todos los lunes, y luego del análisis de coyuntura emiten un informe que va a provincias con las directivas. Este partido que se auto sitúa en la izquierda revolucionaria (no marxista, ni comunista) está en plena ebullición.


El PSC tiene su sede al amparo de un enorme crucifijo, su coordinador y secretarias están armando las fichas, y preparando su trabajo para comenzar las afiliaciones. Sus sedes propias en el país siguen funcionando al igual que la escuela de formación Camilo Ponce Enríquez.


La ID los siete pisos están vacíos, mobiliario y fotos de tiempos mejores son inertes testigos de lo que alguna vez fue el partido más moderno y organizado del país. Dalton Bacigalupo, presidente del partido, sabe que el proceso es cuesta arriba, por eso está recorriendo el país entero. Como perdieron el fondo partidista por falta de votos, debieron cerrar la escuela Manuel Córdoba Galarza. En enero con la afiliación 001 de Rodrigo Borja comenzarán el proceso de afiliación.


El director del PRE, el asambleísta Abdalá Bucaram Pulley, recorre el país para motivar a la afiliación de este partido en lo que él ha llamado una “nueva era” en la que “nos alejamos de las prácticas corruptas de ciertos dirigentes”. Su aspiración es que haya más jóvenes universitarios y profesionales en el partido. Al momento asegura que tiene 600 mil afiliaciones en Guayas, pero para la reinscripción el 60 por ciento debe ser de las cuatro provincias más pobladas.
Esperan reinscribirse entre diciembre de 2010 y marzo de 2011.


PSP La sede de Sociedad Patriótica en Quito se vacía cuando no están “los ingenieros Gutiérrez” (Lucio y Gilmar ), solo quedan una secretaria y unas pocas camionetas para el perifoneo y recolección de firmas. El ex Presidente está directamente involucrado en el proceso de rearmar el partido, según dijo a Vistazo ya tienen afiliaciones suficientes, pero necesitan más por si acaso haya problemas a la hora de la inscripción.


El “outsider”
Para exorcisar los pecados de los partidos llegaron los denominados outsiders, sin pasado político, como Álvaro Noboa. Sin embargo, para construir su andamiaje recurrieron a las estructuras de los partidos. Noboa usó al PRE y se llevó sus estructuras al PRIAN.


1979 FUERZA POPULAR. Los militares impidieron a Assad Bucaram (CFP) participar en las elecciones. Jaime Roldós lo remplazó y ganó con fuerza la Presidencia de la República.


1981 LA INTELECTUALIDAD. La DP se proyectó como un partido de élites intelectuales. Carlos Vallejo, Osvaldo Hurtado y Jamil Mahuad estaban entre sus cuadros.


1984 Febres Cordero, Nebot y Neira simbolizaban la fuerza del PSC, que parecía dirigir todas las instancias del poder. A Febres Cordero se lo llamó “el dueño del país”.


1988 Un partido moderno. Andrés Vallejo, Rodrigo Borja y Raúl Baca marcaron el nacimiento de la ID , que se organizó en todo el país y ahora agoniza. “El problema de la ID fue un exceso de democracia”, sostiene hoy Vallejo.


1992 Disidente. Sixto Durán Ballén fue fundador del Partido Social Cristiano, PSC, y luego de 40 años se desafilió para culminar su carrera política como presidente, fundando otro partido.


1996 Golpe 1. De un “solo toque” y con 44 votos el Congreso declaró loco a Abdalá Bucaram y lo echó del poder.


1998 Golpe 2. Pese a haber firmado la paz con Perú, el manejo de la crisis bancaria arrasó con el gobierno de Jamil Mahuad y sepultó a la DP.

2002 GOLPE 3. Lucio Gutierrez llegó con el apoyo de la izquierda, pero abandonó a sus aliados y se entregó a la partidocracia, que lo destituyó.


2006 PARTIDA DE DEFUNCIÓN. Rafael Correa dio su primer golpe de efecto al no presentar candidatos al Congreso. Luego sepultó a los partidos.

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